Sergio Villalobos Rivera
(22.julio
1993), p. 36
Colección Biblioteca Nacional de
Chile
Fuente www.memoriachilena.cl
De
nuestro archivo
Para
entender la Historia ,
igual que para subir al cielo, se necesita una escala grande y otra cortita. La escala grande está constituida por un
esfuerzo de investigación que el común de la gente no logra percibir ni
imagina. Generalmente se piensa que unos
cuantos documentos y unos pocos libros constituyen el fundamento del
conocimiento histórico y que los grandes edificios de bibliotecas y archivos
son lugares oscuros que es preferible rehuir.
Para muchos el saber se encierra en las obras de Barros Arana y Encina o
en las de Wilhelm Eckdahl o Indalicio Téllez.
Si
ponemos un ejemplo podremos comprender mejor lo erróneo de estas suposiciones.
Imaginemos
un investigador que después de varios años de formación sistemática en la
filosofía, el método y el conocimiento histórico decide escribir con autoridad
sobre la Independencia. Deberá comenzar por echarse
al cuerpo los cuarenta tomos impresos de los Documentos relativos a la Independencia de
Chille y los treinta del Archivo de
O’Higgins, para seguir luego con cuatro o cinco volúmenes de la Colección de antiguos periódicos chilenos y otras
publicaciones aisladas. También deberá
espigar en algunos archivos y consultar ciertos repertorios documentales
publicados en el extranjero.
En
cuanto a bibliografía, deberá leer y extraer información de no menos de treinta
libros y de una cantidad aún mayor de artículos dados a luz en revistas
especializadas del país y del extranjero.
Sólo
entonces nuestro investigador se encontrará en lo alto de la escala la grande,
dominando una amplia información que realmente lo constituye en un conocedor
del tema elegido.
Sin
embargo, el simple conocer, aunque muy importante, no basta como real
aproximación a la Historia ,
sino que a continuación es necesario desplegar un esfuerzo de organización,
síntesis e interpretación que es lo que verdaderamente permite comprender el
pasado. Esta es la escala pequeña, obra
de arte finamente trabajada que sólo puede ser abordada después de un largo
número de años de completa dedicación al estudio.
Subir
uno a uno los peldaños de la escala corta significa haber incursionado por las
disciplinas humanísticas, comprender el pensamiento de otras épocas y de otras
gentes, conocer el marco conceptual de la sociología y de la economía, tener
nociones de derecho y captar los tonos sensibles del arte, entre otras facetas
del quehacer humano.
Para
ello se necesita manejo de conceptos generales, reflexión y no memorización,
planteamiento de problemas en vez de narración, grandes perspectivas en vez de
trivialidades.
Sólo
de esa manera la historia deja de ser una disciplina inútil como piensa la
mayoría de la gente – y con algo de razón - , para convertirse en un enfoque
que explica el pasado y enriquece nuestro pensamiento.
Volviendo
a nuestro investigador de marras, si ha logrado trepar por la escala pequeña,
lo tendremos en situación de plantear puntos de vista originales e interpretar
la época en estudio.
Estamos
seguros que ya está en disposición de discernir entre lo esencial y lo
intrascendente, y de ver, por lo tanto, cuáles son los procesos fundamentales
que explican el cambio iniciado en 1810.
Podrá comprender que la
Independencia no se explica porque tales y cuales personas
formaron la Primera Junta
de Gobierno, porque se creó el Instituto Nacional o Lord Cochrane tomó las
fortalezas de Valdivia. Entenderá, en
cambio, que esos hechos son solamente la manifestación superficial de procesos
profundos que arrastraban al país.
En
su mente habrá quedado en claro que antes que nada la emancipación era
inevitable dado el desenvolvimiento general de la Colonia , que para una
aristocracia local, dueña de la riqueza, del poder social y de la cultura
intelectual, la necesidad de llegar al poder era vital; que la conciencia
criolla y el antagonismo con los peninsulares actuaron como fuerzas
dinámicas. Habrá comprendido que la
esperanza en el futuro del país y la necesidad de proteger su economía jugaron
un papel importante; que los ideales de libertad y soberanía popular,
difundidos por los intelectuales y los políticos, arraigaron en el corazón del
grupo dirigente, que los odios desatados por las persecuciones de la Reconquista aseguraron
el triunfo patriota, etc.
Dentro
de esas líneas llegará a comprender que la dictación de tal o cual decreto, un
sermón de Camilo Henríquez o la carga de Bueras en Maipo, en sí mismo no
explican nada.
Una
sucesión de incidentes, nombres y fechas ha constituido el conocimiento
tradicional de nuestra historia. Ya es
tiempo más que sobrado para que el estudio del pasado, como ciencia que busca
la verdad y trata de explicar, se ponga en nuestro país a la altura del tiempo
presente, aceptando la influencia de la historiografía y del pensamiento
universal de las últimas décadas. Es la
única manera de comprender verdaderamente la Historia de Chile y de
estimular su estudio.
Fuente:
“El Mercurio”, 27 de marzo de 1977.