Trinacrio,
Escudilla bícroma. Alfarero Intermedio Tardío 900- 1470 d.C. Código de pieza:
MCHAP 3102
El
angosto y ruiseño valle de Quillota o de Chili(1), regado
por las aguas del río Aconcagua encajonado por los cordones del último valle
transversal, por la fertilidad de sus tierras, clima templado y privilegiada
localización arqueo-astronómica, fue temprano asentamiento de diversos
complejos culturales agro-alfareros(2): Bato,
Llolleo y Aconcagua Salmón, quienes recibieron la influencia Diaguita-Molle(3) , Tiawanaku, Inka(4) y finalmente la invasión y dominación
hispánica.
Luego
del análisis de 31 sitios arqueológicos localizados en las comunas de La
Calera, La Cruz, Quillota, San Pedro y en el curso inferior del río Aconcagua.
Investigación que incluyó observación de enterratorios, piezas cerámicas y
líticas, además del estudio bioarqueológico y documental; para los
investigadores: Ávalos, Saunier y Venegas(5),
la riqueza arqueológica de la
zona, su alto poblamiento documentado desde el Período Alfarero Temprano en
adelante, su ubicación geográfica estratégica, que la configuran como una zona
de frontera, de tránsito y contacto entre culturalidades del Norte Semiárido y
de la Zona Central del país, hacen de ella un objeto de investigación
fundamental para entender la articulación entre los grupos prehispánicos no
sólo del curso superior e inferior de la cuenca, sino también de Chile Central
y hacia sectores trasandinos.
Para
Ávalos y Saunier las diferencias entre las culturas Bato y Llolleo estarían
dadas por las características del entorno inmediato, lo que no solo implicaría
una distinción en el ámbito económico, sino que, además, aquello se vería
reflejado en la esfera de lo social y lo simbólico(6).
Por
su parte la arqueóloga Lorena Sanhueza(7) plantea una coexistencia pacífica de
ambas culturas por siglos ya que si bien ambos grupos presentan cerámica,
patrones de asentamiento, dieta y entierros que los distinguen entre sí, aunque
su presencia muchas veces se superpone en una misma área produciéndose la
incorporación a la dieta local la quínoa, el maíz y el zapallo.
Más
de mil años de convivencia podrían haber generado algún tipo de conflicto, pero
no lo refleja la evidencia arqueológica. Un factor determinante sería la baja
densidad poblacional, por lo que si bien ocupaban los mismos recursos y
espacios, no debió existir competencia por ellos.
Los
caseríos, construidos de material vegetal no habrían sido aldeas, sino más bien
caseríos donde había desde viviendas únicas y aisladas, hasta otras que habrían
sido habitadas por grupos familiares más grandes.
Los
Llolleo, en particular, enterraban a sus muertos en grandes cementerios junto
al lugar de residencia, lo que ha facilitado el hallazgo de su cerámica y
restos arqueológicos. Toda la cerámica hallada tiene huellas de uso, lo que
significa que era empleada en las actividades cotidianas, pero en el momento
del ritual mortuorio se depositaba con las personas fallecidas. Como
curiosidad, junto a los niños no se han encontrado juguetes, pero sí vasijas en
miniatura que parece fueron hechas por o para ellos.
Uno
de los planteamientos que Ávalos y Saunier infieren de la evidencia
arqueológica se relaciona con el surgimiento de la Cultura Aconcagua a partir
de las alianzas entre las culturas Bato y Llolleo. En este sentido, sostienen: la tesis de una continuidad biológica entre
las poblaciones Bato-Aconcagua en la costa y Llolleo-Aconcagua en el interior,
y un cambio cultural asociado a nuevas condiciones sociales, relacionadas con
cambios ambientales en el medio, lo que en definitiva confirmaría el origen
local del poblamiento prehispánico durante el período Alfarero en Chile
Central.
La
economía de los grupos Aconcagua estaba centrada en una agricultura de tala y
roza, principalmente para la producción de maíz, quinua, porotos y zapallos. La
recolección de vegetales silvestres ocupo también un lugar importante,
especialmente en el caso de los frutos del algarrobo. La caza proveía de
recursos animales, ya que sólo tuvieron ganado a la llegada de los inkas. En la
costa explotaron recursos marítimos, especialmente mariscos, los cuales eran
llevados hacia el interior.
Por
lo general se enterraba a los muertos en fosas individuales o colectivas sobre
las cuales se construía un montículo de tierra. Esta forma de inhumación en
“túmulos”(8) fue descrita por los
cronistas, quienes señalaban que los difuntos eran vestidos con sus mejores
prendas y depositados juntos con ofrendas de maíz, porotos, semillas, piezas de
cerámica y otros objetos como aros de cobre, collares y otros objetos(9).
La
alfarería es lejos la expresión más conocida de la cultura Aconcagua. Si bien
la cerámica utilitaria sin decoración, de color café y superficie alisada con
la cual se confeccionaban ollas y cantaros, era la más común, destacan piezas
más elaboradas con diseños de color negro sobre la superficie naranja de la
arcilla. El decorado es casi siempre lineal formando diseños geométricos, en
zigzag, líneas rectas, “triángulos con pestañas” y, especialmente, un típico
diseño de aspas denominado “trinacrio”. En su mayoría, estas vasijas
corresponden a escudillas con diseños en la superficie exterior. El trabajo en
piedra también fue una artesanía importante en este pueblo, mediante el cual
fabricaron flautas e insignias de mando llamadas clavas.
Según
Rodrigo Sánchez y Mauricio Massone(10), la
alfarería Aconcagua denota un grado de especialización en su manufactura y
patrones decorativos, altamente pautados, que dan gran homogeneidad al contexto
cerámico en toda el área. Señalan la existencia de centros de producción
específicos desde los cuales la cerámica era redistribuida. Este rasgo era
compartido con otras culturas andinas, como la incaica, donde la labor alfarera
era de la más alta significación social, ya que involucraba aspectos de
identidad cultural, intercambios rituales y vehículo para la transmisión de
códigos culturales, a través de los diseños y formas cerámicas.
La
adscripción étnica de la población Aconcagua a la llegada de los Inkas e
hispanos suele asociarse a la de Picunches, Picones o Promaucaes(11).
Si
bien en el más de medio siglo de influencia Inka se produjo transculturación y
presencia política administrativa efectiva del Kollasuyo en el valle, fue sin
duda la conquista y dominación española la que produjo un colapso cultural al
destruir las bases de la población, economía, estructura social y cosmovisión
aborigen.
Venegas
matiza el proceso de resistencia y asimilación basado en las características societales y económicas de
los Aconcagua, Promaucaes y los Mapochoes.
Para
Pedro de Valdivia el control de la frontera del Aconcagua era la base para
asentar la colonización. Tal objetivo, se vería concretado en la construcción
de la Casa Fuerte de Quillota en el valle de Chile.
Las
comunidades aborígenes sobrevivientes fueron asimiladas vía mestizaje y su
cultura mediante el sincretismo colonial. Proceso que implicó el paulatino
declinar y desaparición de las tradiciones ceramistas ancestrales.
A
principios de la República, bordeando El Mayaca circundaba la “Calle de las
Loceras” último vestigio de la floreciente alfarería prehispánica, vía cuyo
nombre fue cambiado luego por el de calle Dieciocho de Septiembre(12).
Notas
1 Orográficamente el Valle de
Quillota es parte de la denominada Depresión Intermedia y correspondería a uno
de los últimos Valles Transversales, en conjunto a las cuencas de los ríos
Petorca y La Ligua. Al Sur está separado de la cuenca de Santiago por el cordón
de Chacabuco, a partir del cual comienza el llano central chileno. El Boco
(sapo – lugar fértil), en donde está situado el recinto de la Academia Municipal de Bellas Artes de
Quillota, Sede Artes del Fuego, está flanqueado por un cordón montañoso
paralelo al curso del río que proviene desde las alturas de Nogales y se
prolonga hacia Rautén (cumbre de greda) y Mauco, siendo cruzado por el antiguo
Camino del Inca que salva los Altos del Francés comunicando con Chilicauquén y
el litoral de Quintero. Edafológicamente estos cordones son fuente natural de
una arcilla de coloración particular y gran plasticidad lo que la convierten en
una materia prima de excelencia para configurar una producción cerámica con
denominación de origen.
2 La alfarería es una de las
tecnologías más revolucionarias de la historia humana y el primer producto
completamente sintético hecho por el hombre. Combina tres elementos básicos: la
arcilla, los materiales orgánicos o minerales mezclados para ayudar a que la pasta sea maleable y
resistente a la temperatura durante su cocción y/o utilización y el agua que en
su debida proporción le otorga su plasticidad. La experimentación milenaria con
materiales arcillosos, el modelado y construcción de figuras y piezas y la
aplicación del fuego en hornos de diferentes facturas y complejidad con el fin
obtener productos -contenedores o con otra funcionalidad-, sólidos,
impermeables y perdurables son sus fundamentos, cuyo registro se remontan al
Paleolítico Superior.
3 La cerámica Diaguita se
caracterizada por diseños geométricos aplicados en dos colores sobre una base
de otro color. Este tipo de decoración se encuentra en vasijas de distintas
formas (ollas, urnas, jarros-pato, cuencos y escudillas). Se caracteriza por
diseños muy complejos, que han sido interpretados como probables
representaciones de visiones chamánicas. Muchas veces estas vasijas presentan
motivos felínicos o representan personajes con atributos felínicos. La cerámica
Molle era mayoritariamente monocroma y finamente pulida, aunque algunas vasijas
eran decoradas con pintura blanca, roja y negra, o incisos que realizaban por
zonas, con motivos geométricos.
4 Los textiles y ceramios inkaicos en el
Kollasuyu combinaron la estética del Tawantinsuyu con los cánones tradicionales
locales recibiendo las influencias estilísticas estatales, especialmente en las
formas de las vasijas. En algunos casos, cerámica imperial Inka fue regalada a
personajes locales de alto rango, en retribución a sus servicios al Estado y
como parte de una tradicional política de reciprocidad.
5 “Arqueología e Historia del Curso Medio e Inferior del Río Aconcagua:
desde los Primeros Alfareros hasta el Arribo de los Españoles (300 aC-1600 dC)”.
Fernando Venegas Espinoza, Hernán Ávalos González y Andrea Saunier Saunier.
Ediciones Universitarias de Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, 2011.
6 El rasgo más característico de la
cerámica Bato fue la decoración con incisiones lineales enmarcando campos
punteados y la pintura en negativo, además de la pintura con hierro oligisto y
las aplicaciones modeladas. Algunas vasijas imitaban la forma de calabazas.
Fueron comunes las pipas de cerámica, las que solían tener forma de “T”
invertida. El tembetá fue un elemento bastante frecuente, siendo más abundante
el tipo discoidal con alas, fabricado en cerámica o piedra; con estos mismos
materiales confeccionaron también orejeras. La cerámica Llolleo por su parte
alcanzó una gran calidad en sus técnicas. Destacan las ollas monocromas con
incisos en el cuello y la botellas modeladas con representaciones zoomorfas,
fitomorfas y antropomorfas. Son notables los rostros representados con ojos
tipo “grano de café”, además de nariz y cejas continuas. Una de las formas más
comunes que aparecen en la cultura Llolleo es el llamado “jarro pato” y el uso
del “borde reforzado”, dos elementos que indican una fuerte vinculación con la
zona sur de Chile, especialmente con la cultura Pitrén.
7 La arqueóloga de la U. de Chile
lleva trabajando en el tema desde su tesis de pregrado, en 1997. Ahora la
investigadora acaba de publicar, como parte de su tesis de doctorado, el libro "Comunidades prehispánicas de Chile
central, organización social e ideología (0-1200 d.C.)", de la
editorial Universitaria. Referencia de Vida Ciencia Tecnología, El Mercurio,
edición 01 agosto de 2016
8 Jaime Vera Villarroel en su trabajo
“Las ruinas indígenas del cerro Mauco de
Aconcagua”, Revista Historia UdeC, N° 22, vol.1, enero-junio 2015 destaca
dos sitios de túmulos destacados en
nuestro valle: Estadio de
Quillota. Tal vez el sitio arqueológico Tardío más importante de todo el
Valle de Aconcagua, con más de 150 tumbas descubiertas y un número tal vez
igual o superior que se encuentra aún bajo el nuevo estadio. Se recuperaron
allí más de un centenar de ceramios ofrendas, instrumental lítico y óseo; pipas
de greda; clavas miniaturas; de la cultura Aconcagua y de la ocupación incaica
(…) Un vaso Aconcagua Trícromo engobado de rojo Nº 67 del inventario, con
influencia incaica, rescatado en 1955, dio una fecha de 1420±45 d.C. Este
extenso cementerio tumular, aparece mencionado en la documentación colonial
hispánica como “sepulturas e montones de tierra que dijeron ser sepulturas
antiguas de indios”….(Real Audiencia
vol. 2850: 70v., 155v. Amojonamiento de tierras pertenecientes a Ursula
de Araya en Quillota, 21 Mayo 1591). Rautén.
Cementerio de Túmulos Aconcagua con influencia diaguita e incaica en la
cerámica. Excavado por A. Oyarzún hacia 1910, y el Dr. P. Martin con
anterioridad, aportó numerosas piezas alfareras y dio la base para la
definición del “Trinacrio”, como adorno característico de la cerámica Aconcagua
Salmón, como la llamó el investigador citado. Rescatan numerosa colección de
cerámica Aconcagua Trícroma.
9 La ritualidad de este pueblo parece
haber dejado su huella hasta el presente en los actuales Bailes de Chinos
-cofradías de pescadores y campesinos que danzan a la Virgen y a los santos
patronos- especialmente el uso de una flauta que produce un sonido muy particular,
llamado “rajado”, el cual es el mismo que se encuentra en las flautas de los
yacimientos arqueológicos Aconcagua. La Cruz de Mayo en El Boco es una de estas
festividades.
10 “Cultura Aconcagua”, DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, 1995 (Santiago : Andros)
11 La denominación Picón se encuentra
presente en Bibar (1558), Oviedo y Valdés (1557), Mariño de Lobera (1580). Por
otra parte, Pedro de Valdivia (1545), Góngora Marmolejo (1575), Ovalle (1646),
Jerónimo de Quiroga) (1690), se refieren en sus escritos a los promaucaes,
denominación que es reemplazada en el siglo XVIII por la de picunche, que
aparece en 1775 en el mapa de ocupación indígena del territorio de San Juan de
la Cruz Cano y Olmedilla. Nota de Durán, Eliana y María Teresa Planella. “Consolidación agroalfarera: zona Central
(900 a 1470 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans
Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), “Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista”.
Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989.
12 “Aquella callejuela estrecha y pobre, con
humilde rancherío que existió a los pies del Cerro Mayaca, y en donde mujeres
de tipo indígenas o mestizas trabajaban la alfarería: ollas, platos, cántaros, etc., recuerdos dejados
de la invasión incásica. Esta calle se llamaba entonces Calle de las
Loceras; la misma que hoy se llama calle Dieciocho”. Belarmino Torres Vergara, “Historia de Quillota”, 1957.