"Escenas en una feria en Chile"; dibujo de Peter Schmidtmeyer; litografía coloreada de George Johann Scharf.
Un registro gráfico del Quillota de hace doscientos años.
Peter Schmidtmeyer, (1772
- 1829), fue un viajero inglés que recorrió Sudamérica entre los años 1820 y
1821 y se interesó en retratar el carácter exótico del recorrido entre Buenos
Aires y Santiago. El libro, registro de su viaje: Travels into Chile, over the
Andes, in the years 1820 and 1821, with some Sketches of the Productions and
Agriculture; Mines and Metallurgy; Inhabitants, History and other Features of
America; particularly of Chile and Arauco... incluye treinta grabados de varios litógrafos
extranjeros: Rowney y Forster, C. Motte, Antonio Aglio y G. Sharf.
“Los cerros de Valparaíso,
que inmediatamente después de las lluvias se habían decorado con un poco de
verdor habían vuelto gradualmente a su
color pardo y la primavera había avanzado más allá de la mitad del camino hacia
el verano, cuando aproveché de cierta holganza para hacer una excursión a
arriba del valle de Quillota. Todos los
días vienen, muchos pequeños chacareros a caballo desde allí a Valparaíso,
donde se coloca la mayor parte de la producción. Una costumbre característica de la región de
Sud América que he visitado, muy diferente a la mayoría de los países de
Europa, es que las mujeres muy raramente se ven en los caminos con carga de
producto alguno de las chacras, o atendiendo puestos del mercado o tiendas, o
haciendo algún trabajo de campo. Su
tarea es mucho más doméstica allí.
Aunque se extrañe mucho la falta de industria en general, y
particularmente la educación y empleo de los niños, sin embargo el viajero no
se siente molesto de ver a las mujeres haciendo duras tareas y llevando cargas pesadas,
mientras los hombres fuman, pasean y andan a caballo de acuerdo a su placer,
como sucede en algunos otros países, donde a las primeras no solamente se les
hace hacer trabajo asignado a su sexo por la naturaleza sino otros más todavía,
que son mucho más adecuadamente o reservados para los hombres.
La ciudad de Quillota
parece contener unos dos mil habitantes y probablemente hay otros tanto
distribuidos en la vecindad. La
agricultura de sus campos no respondió a las esperanzas puestas allí, estaban
muy llenas de nabos silvestres y otras hierbas, y las plantas de cereales,
frijoles, papas y otros productos parecían débiles y pobres, pero, a fuerza de
abundante humedad artificial y sol continuo a pesar de su aspecto nada
prometedor, el fruto sale bondadosamente.
Los frijoles se colocan en
filas y matas, dejándose caer varias veces semillas en cada hoyo. El cultivo de la papa es muy parecido al
nuestro y los canales de irrigación entre las líneas forman un montículo para
las plantas.
Este último producto se
encuentra en los mercados de Santiago y en algunas ciudades, pero no se consume
en abundancia. Durante todo el viaje a
Huasco y otras excursiones, muy raramente la encontramos, ya sea debido al
suelo, la labranza o la falta de cuidado en renovar las clases y propagar las
mejores. En este país son
considerablemente inferiores a las buenas papas de Europa, pues son acuosas y
de color desagradable.
"Arando un campo de Chile";
dibujo Peter Schmidtmeyer; litografía de George Johann Scharf.
En la plaza pública de
esta ciudad había una feria, donde, como en otros países para esta ocasión, el
comer y el beber formaban un rasgo sobresaliente. Las diversiones principales consistían en
jugar a una especie de juego de rouge et noir, por varios artículos a los que
se apostaba dinero o por una polla de dinero.
Una multitud de hombres
rodeaba cada puesto de juego, mientras las mujeres permanecían en chozas construidas
con ramas, sentadas a lo largo de sus costados, escuchando a una cantante con
un arpa o una guitarra. Muchos hombres
también solían entrar o permanecer horas enteras junto a ellos para escuchar
las canciones, lo cual indica que ésta es una diversión muy favorita. Así pasó el día y a la noche se hicieron
exhibiciones de fuegos artificiales de naturaleza tan complicada que hubieran
hecho un buen espectáculo si hubieran tenido mayor éxito.
Acabados estos, los
chilenos se fueron a casa, generalmente en estado muy animado y un poco ebrios,
corriendo carreras, excitando y espoleando de repente sus caballos con una
especie de frenesí y frenándolos de tan en seco como podían contenerlos, deporte
al que muy aficionados, haciéndose tretas entre sí y tratando de desmontar al
otro. Pero cuando se hallan bajo el
efecto de mayor o menor embriaguez, todavía manifiestan en forma notable la
alegría y ecuanimidad naturales de su temperamento. Aunque están prontos a la maldad si se
irritan, no hay disposición menos pendenciera que la de ellos.
Habiendo dejado Quillota y
proseguido por el valle, su bella escena montañosa, me recordó mucho la de
Argyleshire, cuando se observa desde le Clyde abajo de Greenock. Los terrenos bajos se ensanchaban y
mejoraban, había más verdor que le hubiera visto en cualquier otra parte,
aunque muchos se los dejaba desiertos y
el río los hacía inadecuados.
Solo y afortunadamente
sobre un caballo fuerte y alto, el error de la palabra punta por puerto fue la
causa de que vadear en lugar de pasar
sobre un puente, el río Quillota, ahora Aconcagua, que por medio de una buena
mojadura descargó su desilusión al no poder arrastramos en su corriente crecida
y fuerte. El puente, de construcción
indígena, con cañas y sogas, ofreciendo una vista muy pintoresca, estaba detrás
de una roca sobresaliente que formaba una punta, a unos pocos cientos de pies de
mí”.