El SV Quillota fue hundido
por un crucero británico al ser confundido por un navío alemán.
En nuestro permanente
periplo en busca de referencias históricas y literarias sobre Quillota nos hemos
encontrado con curiosas coincidencias. En este anecdotario destacan los navíos
que han llevado el nombre de nuestra ciudad. Dentro de éstos, entre los cuales
hay un buque de guerra, recordamos hoy el desafortunado fin de dos de ellos,
ambos transportes de bandera francesa, a
propósito del centenario de uno de los naufragios.
Efectivamente el 6 de
octubre de 1917 zozobraba, en aguas del Atlántico Norte, víctima de fuego amigo
el SV QUILLOTA, un velero de acero de
tres mástiles, 2.500 m2 de aparejo, 86 metros de eslora y 2 mil ochocientas toneladas
de desplazamiento, construido en los astilleros de Saint-Nazaire 15 años antes.
Sus dos cañones de armamento
fueron inútiles para evitar que el crucero auxiliar británico HMS MANTUA lo confundiera con el raider
germano SEEADLER que asolaba la zona. El desafortunado capitán Mal y su
tripulación de treinta marinos fueron prontamente socorridos. Lamentablemente uno
de los tripulantes durante las maniobras resultó muerto al ser aplastado por un
bote salvavidas contra el casco del navío.
El pintor francés Victor
Charles Edouard Adam (1868 - 1938) retrató en 1898, en este oleo sobre tela, al
SV Quillota dejando el puerto de Le Havre a toda vela. Como una licencia del
autor, y haciendo referencia al origen del nombre de la embarcación, ondea en
su mástil mayor la bandera chilena.
Peor suerte había corrido
el 12 de noviembre de 1901, el anterior SV
QUILLOTA, un velero de tres palos revestido completamente de hierro
construido en 1876 por la factoría británica Robert Steele & Co. siendo bautizado
con el nombre de SV BRAHMINAND.
El navío, capitaneado por
Celestin Delepine y su tripulación de veintidós marinos, fue atrapado por una
tormenta en su travesía entre Nantes y North Shields en las islas británicas.
No obstante no fueron las inclemencias meteorológicas la única causa de la
muerte de diecisiete de sus tripulantes en las costas de Hendon Beach en Sunderland.
Como se consignaba en las
páginas de ”La Vida Marítima”, Órgano
de Propaganda de la Liga Marítima Española, en su edición del 30 de marzo de
1902,
“En las costas de
Sunderland, el remolcador inglés Flying Dragón remolcaba
el brik-barca francés Quillota; encapotado
el tiempo y
bajo un chubasco
duro, ambos buques
se vieron aconchados
sobre los arrecifes,
y el Capitán
del remolcador, egoistamente
y sin previo
aviso, picó los
remolques, sordo á los
clamores de auxilio
de la tripulación
del Quillota, conducta egoísta
y antihuinanitaria del Flying
Dragón acaba de verse
ante los tribunales
ingleses, quienes, si
bien han condenado
al Capitán al
pago de indemnización
por la pérdida
del buque francés,
no han encontrado, según
dicen, razón alguna
para castigar su
falta de humanidad
y egoismo en
procurar el salvamento
de vidas”.