miércoles, 4 de abril de 2018

El petorquino José Manuel Borgoño



Un petorquino, amante de la historia de su ciudad y comuna, nos solicitó datos biográficos de uno de los hijos ilustres de Petorca don José Manuel Borgoño Núñez (1792-1849).  Para eso hemos consultado el libro titulado “Chacabuco y Vergara. Sino y camino del teniente general Rafael Maroto Yserns” (1981), fruto de la acuciosa investigación y de la amena pluma de Manuel Torres Marín, biógrafo también de los Nordenflycht.  Borgoño y Maroto fueron consuegros.  Veamos qué nos informa nuestro autor sobre el petorquino:

      El 14 de septiembre de 1838 designó el Presidente Joaquín Prieto un Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario para que se trasladara a España a negociar un pacto de paz, amistad y comercio.  Para esta misión fue escogido el General don José Manuel Borgoño; de quien también hay que decir una palabra ya que, aparte su elevada gestión, terminó emparentado con Maroto.

      Nacido en la villa de Petorca de Aconcagua en 1792, era uno de los cuatro hijos del español Francisco Antonio Borgoño y la chilena Carmen Núñez; e igual que Maroto, fue militar desde muy joven. A los 12 años de edad entró en calidad de cadete en el Batallón fijo de Concepción; y más tarde hizo estudios que lo calificaron en el arma de artillería.  Tuvo un actuación distinguida en el guerra de la independencia, sobre todo en la batalla de Maipú; y acompañó a la expedición al Perú, de donde ya lo vimos volver en 1821 portando las recuperadas banderas de Rancagua.  Poco más tarde, de regreso en el Perú, dio muestras de perspicacia en sus informes a O’Higgins.  Hacía ver la rápida descomposición de la situación peruana; señalaba la escasa gratitud que despertaban los ingentes sacrificios chilenos, y ponía en guardia contra las fantasías continentales de Bolívar.  Una, muy grave para nosotros, era la relativa al archipiélago de Chiloé, que, colocado por el Rey en 1769 en dependencia  directa del Virreinato del Perú, podía, a la luz del uti possidetis de 1810, quedar separado permanentemente de Chile por obra del nuevo ordenamiento que Bolívar se imaginaba estar creando.  Ello se conjuró con la campaña de 1825, en la que Borgoño participó como Jefe de Estado Mayor, y que culminó en la reincorporación de ese territorio a Chile.

      En 1814, Borgoño contrajo matrimonio en Talca con doña Mercedes Vergara viuda de Donoso, en quien tuvo ocho hijos.  El mayor, José Luis Borgoño Vergara, nacido en 1815, iba a ser el esposo de Margarita Maroto;  una hija, Julia, se casó en segundas nupcias y en románticas circunstancias con el futuro Almirante Patricio Lynch, que fue jefe de las fuerzas  chilenas de ocupación del Perú en 1881-1884, por lo cual se le ha denominado el último Virrey, y falleció, siendo Embajador en España, en 1886; y otra, Eugenia, desposada con Manuel Barros Arana, hermano del historiador, fue madre de Luis Barros Borgoño,  candidato a la Presidencia de la República en las bulladas elecciones de 1920, y Vicepresidente en 1925.

      La lenta y dificultosa terminación de la guerra carlista impidió dar efectividad inmediata a la misión chilena.  Fue sólo a fines de 1840 cuando el General Borgoño se embarcó para la Península.  Le acompañaban el Coronel José María de Sessé, como secretario, los adictos de Legación Adriano Borgoño, Patricio Larraín y Rafael Correa y Toro, y su ayudante el capitán Víctor Borgoño.  Adriano y Víctor Borgoño eran hijos del General.  Como un viaje a partes remotas en esos tiempos, sobre todo para personas entradas en años, podía ser sin retorno, el hijo mayor, José Luis, quedó en Chile con plenos poderes para administrar los bienes de la familia.

      El General Borgoño, acogido en España con la mayor deferencia, llegó a Madrid en mayo de 1841, y el 18 de junio fue recibido oficialmente por el Regente Espartero.  Las continuas perturbaciones políticas españolas hicieron que las negociaciones marcharan con ritmo pausado, si bien en un ambiente cordial.  Un primer resultado fue la completa libertad de navegación entre los dos países.  El 10 de octubre de ese año envió Borgoño al Ministro de Estado español copia de la ley chilena de 1839.  En respuesta, el Gobierno de España decretó el 4 de diciembre que “deseando corresponder con una muestra de perfecta reciprocidad a la ley de 9 de noviembre de 1839, las embarcaciones mercantes de Chile serán recibidas en los puertos españoles de la Península en iguales términos que las de las potencias neutrales”.

      En fin, el 25 de abril de 1844 quedó firmado el tratado de paz y amistad, por el cual España reconocía la independencia de Chile.  Fueron los signatarios el General Borgoño, en nombre de Chile, y don Luis González Bravo, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros, por España; quienes, después de rubricado el documento, se abrazaron en un espontáneo gesto de simpatía.  Aprobado sin dificultades por el Congreso de Chile y por las Cortes españolas, el tratado se canjeó en Madrid el 27 de septiembre de 1845 y se promulgó el 1º de julio del año siguiente.

      Aparte su cometido oficial, llevaba don José Manuel Borgoño a Madrid encargos personales, los cuales, una vez más, iluminan las vinculaciones que, con o sin acuerdos diplomáticos, subsistían incólumes entre los dos países.  Era, por ejemplo, portador de cartas para el oficial español García de Haro (de quien se hará mención más adelante), no sólo de parte del hijo de éste, Antonio García Reyes, sino del General chileno don José Santiago Aldunate.  Amistado con García de Haro desde los tiempos de la guerra de la independencia, le pedía el General Aldunate que saludara a varios militares españoles, amigos suyos también, y manifestaba su pesar por el fallecimiento del General Loriga.

      Tampoco podía el diplomático chileno dejar de cultivar en Madrid relaciones personales; como las cultivó, por ejemplo, con el entonces Mariscal de Campo don Antonio Quintanilla, último gobernador español que fuera de Chiloé;  el cual “para su amigo el General Borgoño” escribió en 1843 sus “Apuntes sobre la guerra de Chile”, que se publicaron muy posteriormente en Santiago.  ¿Y quién podía tener mayor interés que Maroto por tratar a Borgoño?  Cierto que los dos no se conocían personalmente, y que veinte años antes habían militado en mesnadas opuestas; pero eso era ya historia antigua.  Lo principal era que Borgoño traía de Chile noticias frescas sobre varias personas y cosas que eran de gran importancia para el General español y su familia.  Y si los dos se vieron, también se verían los dos hijos de Borgoño con los hijos de Maroto, todos más o menos de la misma edad.  Más adelante se habrían de acendrar las simpatías que entonces se forjaron entre ellos.

      Una vez cumplida su misión diplomática, regresó a Chile el General Borgoño.  Aún alcanzó a desempeñar el Ministerio de la Guerra, y a ver estrecharse los lazos con la familia de Maroto, y falleció el 29 de marzo de 1849

El Liceo Municipal de Petorca lleva su nombre.