Un petorquino, amante de la historia
de su ciudad y comuna, nos solicitó datos biográficos de uno de los hijos
ilustres de Petorca don José Manuel
Borgoño Núñez (1792-1849). Para eso
hemos consultado el libro titulado “Chacabuco
y Vergara. Sino y camino del teniente general Rafael Maroto Yserns” (1981),
fruto de la acuciosa investigación y de la amena pluma de Manuel Torres Marín, biógrafo también de los Nordenflycht. Borgoño y Maroto fueron consuegros. Veamos qué nos informa nuestro autor sobre el
petorquino:
“El 14 de septiembre de
1838 designó el Presidente Joaquín Prieto un Enviado Extraordinario y Ministro
Plenipotenciario para que se trasladara a España a negociar un pacto de paz,
amistad y comercio. Para esta misión fue
escogido el General don José Manuel Borgoño; de quien también hay que decir una
palabra ya que, aparte su elevada gestión, terminó emparentado con Maroto.
Nacido en la villa de Petorca de Aconcagua
en 1792, era uno de los cuatro hijos del español Francisco Antonio Borgoño y la
chilena Carmen Núñez; e igual que Maroto, fue militar desde muy joven. A los 12
años de edad entró en calidad de cadete en el Batallón fijo de Concepción; y
más tarde hizo estudios que lo calificaron en el arma de artillería. Tuvo un actuación distinguida en el guerra de
la independencia, sobre todo en la batalla de Maipú; y acompañó a la expedición
al Perú, de donde ya lo vimos volver en 1821 portando las recuperadas banderas
de Rancagua. Poco más tarde, de regreso
en el Perú, dio muestras de perspicacia en sus informes a O’Higgins. Hacía ver la rápida descomposición de la
situación peruana; señalaba la escasa gratitud que despertaban los ingentes
sacrificios chilenos, y ponía en guardia contra las fantasías continentales de
Bolívar. Una, muy grave para nosotros,
era la relativa al archipiélago de Chiloé, que, colocado por el Rey en 1769 en
dependencia directa del Virreinato del
Perú, podía, a la luz del uti possidetis de 1810, quedar separado
permanentemente de Chile por obra del nuevo ordenamiento que Bolívar se
imaginaba estar creando. Ello se conjuró
con la campaña de 1825, en la que Borgoño participó como Jefe de Estado Mayor,
y que culminó en la reincorporación de ese territorio a Chile.
En 1814, Borgoño contrajo matrimonio en
Talca con doña Mercedes Vergara viuda de Donoso, en quien tuvo ocho hijos. El mayor, José Luis Borgoño Vergara, nacido
en 1815, iba a ser el esposo de Margarita Maroto; una hija, Julia, se casó en segundas nupcias
y en románticas circunstancias con el futuro Almirante Patricio Lynch, que fue
jefe de las fuerzas chilenas de
ocupación del Perú en 1881-1884, por lo cual se le ha denominado el último Virrey,
y falleció, siendo Embajador en España, en 1886; y otra, Eugenia, desposada con
Manuel Barros Arana, hermano del historiador, fue madre de Luis Barros
Borgoño, candidato a la Presidencia de
la República en las bulladas elecciones de 1920, y Vicepresidente en 1925.
La lenta y dificultosa terminación de la
guerra carlista impidió dar efectividad inmediata a la misión chilena. Fue sólo a fines de 1840 cuando el General
Borgoño se embarcó para la Península. Le
acompañaban el Coronel José María de Sessé, como secretario, los adictos de
Legación Adriano Borgoño, Patricio Larraín y Rafael Correa y Toro, y su
ayudante el capitán Víctor Borgoño. Adriano y Víctor Borgoño eran hijos del
General. Como un viaje a partes remotas
en esos tiempos, sobre todo para personas entradas en años, podía ser sin
retorno, el hijo mayor, José Luis, quedó en Chile con plenos poderes para
administrar los bienes de la familia.
El General Borgoño, acogido en España con
la mayor deferencia, llegó a Madrid en mayo de 1841, y el 18 de junio fue
recibido oficialmente por el Regente Espartero.
Las continuas perturbaciones políticas españolas hicieron que las
negociaciones marcharan con ritmo pausado, si bien en un ambiente cordial. Un primer resultado fue la completa libertad
de navegación entre los dos países. El 10
de octubre de ese año envió Borgoño al Ministro de Estado español copia de la
ley chilena de 1839. En respuesta, el
Gobierno de España decretó el 4 de diciembre que “deseando corresponder con una
muestra de perfecta reciprocidad a la ley de 9 de noviembre de 1839, las
embarcaciones mercantes de Chile serán recibidas en los puertos españoles de la
Península en iguales términos que las de las potencias neutrales”.
En fin, el 25 de abril de 1844 quedó
firmado el tratado de paz y amistad, por el cual España reconocía la
independencia de Chile. Fueron los
signatarios el General Borgoño, en nombre de Chile, y don Luis González Bravo,
a la sazón Presidente del Consejo de Ministros, por España; quienes, después de
rubricado el documento, se abrazaron en un espontáneo gesto de simpatía. Aprobado sin dificultades por el Congreso de
Chile y por las Cortes españolas, el tratado se canjeó en Madrid el 27 de
septiembre de 1845 y se promulgó el 1º de julio del año siguiente.
Aparte su cometido oficial, llevaba don
José Manuel Borgoño a Madrid encargos personales, los cuales, una vez más,
iluminan las vinculaciones que, con o sin acuerdos diplomáticos, subsistían
incólumes entre los dos países. Era, por
ejemplo, portador de cartas para el oficial español García de Haro (de quien se
hará mención más adelante), no sólo de parte del hijo de éste, Antonio García
Reyes, sino del General chileno don José Santiago Aldunate. Amistado con García de Haro desde los tiempos
de la guerra de la independencia, le pedía el General Aldunate que saludara a
varios militares españoles, amigos suyos también, y manifestaba su pesar por el
fallecimiento del General Loriga.
Tampoco podía el diplomático chileno dejar
de cultivar en Madrid relaciones personales; como las cultivó, por ejemplo, con
el entonces Mariscal de Campo don Antonio Quintanilla, último gobernador
español que fuera de Chiloé; el cual
“para su amigo el General Borgoño” escribió en 1843 sus “Apuntes sobre la
guerra de Chile”, que se publicaron muy posteriormente en Santiago. ¿Y quién podía tener mayor interés que Maroto
por tratar a Borgoño? Cierto que los dos
no se conocían personalmente, y que veinte años antes habían militado en
mesnadas opuestas; pero eso era ya historia antigua. Lo principal era que Borgoño traía de Chile
noticias frescas sobre varias personas y cosas que eran de gran importancia
para el General español y su familia. Y
si los dos se vieron, también se verían los dos hijos de Borgoño con los hijos
de Maroto, todos más o menos de la misma edad.
Más adelante se habrían de acendrar las simpatías que entonces se
forjaron entre ellos.
Una vez cumplida su misión diplomática,
regresó a Chile el General Borgoño. Aún
alcanzó a desempeñar el Ministerio de la Guerra, y a ver estrecharse los lazos
con la familia de Maroto, y falleció el 29 de marzo de 1849”
El Liceo Municipal de
Petorca lleva su nombre.