lunes, 22 de agosto de 2022

Una excursión a Quillota hace dos siglos




"Escenas en una feria en Chile"; dibujo de Peter Schmidtmeyer; litografía coloreada de George Johann Scharf.

 Un registro gráfico del Quillota de hace doscientos años. 


Peter Schmidtmeyer, (1772 - 1829), fue un viajero inglés que recorrió Sudamérica entre los años 1820 y 1821 y se interesó en retratar el carácter exótico del recorrido entre Buenos Aires y Santiago. El libro, registro de su viaje: Travels into Chile, over the Andes, in the years 1820 and 1821, with some Sketches of the Productions and Agriculture; Mines and Metallurgy; Inhabitants, History and other Features of America; particularly of Chile and Arauco...  incluye treinta grabados de varios litógrafos extranjeros: Rowney y Forster, C. Motte, Antonio Aglio y G. Sharf.

 

“Los cerros de Valparaíso, que inmediatamente después de las lluvias se habían decorado con un poco de verdor habían vuelto gradualmente  a su color pardo y la primavera había avanzado más allá de la mitad del camino hacia el verano, cuando aproveché de cierta holganza para hacer una excursión a arriba del valle de Quillota.  Todos los días vienen, muchos pequeños chacareros a caballo desde allí a Valparaíso, donde se coloca la mayor parte de la producción.  Una costumbre característica de la región de Sud América que he visitado, muy diferente a la mayoría de los países de Europa, es que las mujeres muy raramente se ven en los caminos con carga de producto alguno de las chacras, o atendiendo puestos del mercado o tiendas, o haciendo algún trabajo de campo.  Su tarea es mucho más doméstica allí.  Aunque se extrañe mucho la falta de industria en general, y particularmente la educación y empleo de los niños, sin embargo el viajero no se siente molesto de ver a las mujeres haciendo duras tareas y llevando cargas pesadas, mientras los hombres fuman, pasean y andan a caballo de acuerdo a su placer, como sucede en algunos otros países, donde a las primeras no solamente se les hace hacer trabajo asignado a su sexo por la naturaleza sino otros más todavía, que son mucho más adecuadamente o reservados para los hombres.

 

La ciudad de Quillota parece contener unos dos mil habitantes y probablemente hay otros tanto distribuidos en la vecindad.  La agricultura de sus campos no respondió a las esperanzas puestas allí, estaban muy llenas de nabos silvestres y otras hierbas, y las plantas de cereales, frijoles, papas y otros productos parecían débiles y pobres, pero, a fuerza de abundante humedad artificial y sol continuo a pesar de su aspecto nada prometedor, el fruto sale bondadosamente.

 

Los frijoles se colocan en filas y matas, dejándose caer varias veces semillas en cada hoyo.  El cultivo de la papa es muy parecido al nuestro y los canales de irrigación entre las líneas forman un montículo para las plantas.

 

Este último producto se encuentra en los mercados de Santiago y en algunas ciudades, pero no se consume en abundancia.   Durante todo el viaje a Huasco y otras excursiones, muy raramente la encontramos, ya sea debido al suelo, la labranza o la falta de cuidado en renovar las clases y propagar las mejores.  En este país son considerablemente inferiores a las buenas papas de Europa, pues son acuosas y de color desagradable.

 

 


"Arando un campo de Chile"; dibujo Peter Schmidtmeyer; litografía de George Johann Scharf.

 

En la plaza pública de esta ciudad había una feria, donde, como en otros países para esta ocasión, el comer y el beber formaban un rasgo sobresaliente.  Las diversiones principales consistían en jugar a una especie de juego de rouge et noir, por varios artículos a los que se apostaba dinero o por una polla de dinero.

 

Una multitud de hombres rodeaba cada puesto de juego, mientras las mujeres permanecían en chozas construidas con ramas, sentadas a lo largo de sus costados, escuchando a una cantante con un arpa o una guitarra.  Muchos hombres también solían entrar o permanecer horas enteras junto a ellos para escuchar las canciones, lo cual indica que ésta es una diversión muy favorita.  Así pasó el día y a la noche se hicieron exhibiciones de fuegos artificiales de naturaleza tan complicada que hubieran hecho un buen espectáculo si hubieran tenido mayor éxito.

 

Acabados estos, los chilenos se fueron a casa, generalmente en estado muy animado y un poco ebrios, corriendo carreras, excitando y espoleando de repente sus caballos con una especie de frenesí y frenándolos de tan en seco como podían contenerlos, deporte al que muy aficionados, haciéndose tretas entre sí y tratando de desmontar al otro.  Pero cuando se hallan bajo el efecto de mayor o menor embriaguez, todavía manifiestan en forma notable la alegría y ecuanimidad naturales de su temperamento.  Aunque están prontos a la maldad si se irritan, no hay disposición menos pendenciera que la de ellos.

 

Habiendo dejado Quillota y proseguido por el valle, su bella escena montañosa, me recordó mucho la de Argyleshire, cuando se observa desde le Clyde abajo de Greenock.  Los terrenos bajos se ensanchaban y mejoraban, había más verdor que le hubiera visto en cualquier otra parte, aunque  muchos se los dejaba desiertos y el río los hacía inadecuados.

 

Solo y afortunadamente sobre un caballo fuerte y alto, el error de la palabra punta por puerto fue la causa de que vadear  en lugar de pasar sobre un puente, el río Quillota, ahora Aconcagua, que por medio de una buena mojadura descargó su desilusión al no poder arrastramos en su corriente crecida y fuerte.  El puente, de construcción indígena, con cañas y sogas, ofreciendo una vista muy pintoresca, estaba detrás de una roca sobresaliente que formaba una punta, a unos pocos cientos de pies de mí”.