lunes, 13 de julio de 2009

Sobre Autores y Terremotos


Casualmente, en nuestra Biblioteca Pública, encontré la edición chilena del libro del viajero sueco Carlos Eduardo Bladh (1790-1851) nacido y muerto en Estocolmo, abogado que llegó a Chile como tenedor de libros en 1821 y vivió en Santiago y Valparaíso hasta 1828, titulado “La República de Chile” . La obra pude leerla gracias a la gentileza de la señorita bibliotecaria María Isabel Hernández.

El futuro escritor, ya que publicó desde 1837 tres obras, vivió en la capital el gran terremoto del 19 de noviembre de 1822 que devastó Valparaíso y Quillota desde las 22.45 horas de ese terrible día.

Como una curiosidad, reproduciremos la descripción que de los adobes entrega a sus lectores suecos. Oigámoslo: “Ladrillos no cocidos de 5 cuartas de longitud y 2 ½ cuartas de anchura, fabricados de greda, mezclada con paja y excremento de caballo, por lo cual obtienen una flexibilidad que, mejor que piedra y ladrillo cocido, resiste a terremotos”.

Un escritor anterior, el cronista colonial valdiviano Vicente Carvallo y Goyeneche (1740-1816), al describir Santiago en su única obra, interviene también, desde lejanos años, en la polémica sobre las construcciones de adobe que se ha suscitado en los medios de comunicación a raíz del sismo del 3 de marzo. El chileno consignó lo que sigue: “Las casas casi todas son bajas a causa de los terremotos tan frecuentes en aquella tierra, algunas de cal y ladrillo, y todas las demás de adobes, porque en ellas hacen los terremotos menos estragos que en los edificios de piedras y de ladrillo”.

Desgraciadamente, sobre violentos sismos se ha escrito y se seguirá escribiendo en nuestro país, porque Chile en 386 años, entre 1520 y 1906, sufrió, nada menos que 100 terremotos, o sea que nuestros antepasados de esos años tuvieron una catástrofe telúrica cada 3,8 años. En el año 1851, hubo dos terremotos y tres calamidades más.

Las anteriores informaciones las proporciona el historiador chileno contemporáneo Rolando Mellafe en una revista “Atenea” del año 1980 que también hemos leído en nuestra Biblioteca Pública. (Nota original del 06.abril.1985 N.E.)

Gracias a Memoria Chilena, podemos complementar esta  nota con párrafos destacados de una singular “Colaboración científica de  los temblores  y   los  terremotos”, firmada por don Aniceto  Flammarión, en el número 22 de la Revista “Instantáneas” del 26 de agosto de 1900:

“ (…) Mucho se ha discutido sobre  la causa  de estos   desagradables fenómenos: los movimientos de la masa ígnea,  los volcanes,  la cólera  divina, las  atracciones de los  planetas son, según encontradas opiniones, las perturbadoras de  la,  por  lo general, tranquila y  apacible superficie de  la tierra.

Los temblores van  acompañados de cierta pesadez en  la atmósfera, de susto  en  los corazones de menor  cuantía, desmayos  neurálgicos en las señoras de precisión  ó sensibles, de aleteos  de los patos, de cacareos  sobrenaturales de   las  gallinas y de  catarros y bronquitis   cuando  obligan  á los  hombres,   que   temen las vigas  de la enmaderación, á salir al patio en paños menores en las noches frías

(…) Nuestros respetables  cuanto  pusilánimes antepasados, estudiaban  á  fondo   estos   terribles fenómenos,  usaban  en las  habitaciones aparatos  especiales para  medir  la intensidad de sus vibraciones, que consistían en  una  coronta de  choclo  de   proporciones estéticas,  colgada de  un  hilo de la pared.  Al  menor  ruido toda  la  familia   fijaba la vista  en  ella, y según sus  indicaciones, se huía á la temblorera ó cuarto de  los terremotos, cuyos   muros  estaban atestados de troncos de corazón de espino y cuyo  techo era  muy  liviano  y con   las  vigas  forradas en   colchones y amarradas con látigos para amortiguar la catástrofe”.

“ (…) ¿Volverán  esas calamidades á visitarnos?  Difícil es contestar á la Dirección de INSTANTÁNEAS esta pregunta, y mucho más difícil  indicar de  una  manera  aproximada la fecha  crítica, si se considera que soy un astrónomo chileno y que  nadie  es  profeta  en  su  tierra.

Si se toman en  cuenta los estudios anteriores, que   permiten establecer períodos regulares y ciertas manifestaciones externas de  los  loros, que  por su  larga  vida y por su  instinto  prodigioso son fuentes  de indicios para  conocer la aproximación de la onda   terráquea,  puedo asegurar que habrá  terremoto antes que  reasuma la presidencia don  Federico Errázuriz. [¡!]

He hecho  algunos cálculos   que   permiten conocer   los  principales  efectos  del  meteoro. Las  torres de la Catedral quedarán  recostadas en  la Plaza, con   las  cruces   en   frente al   edificio del Correo, las campanas sonarán  al caer, los corceles de  los carros urbanos  lanzarán  patadas significativas  y  los  adoquinados dejarán  ver  grietas é  intersticios  por   los  cuales   desaparecerán   los transeúntes.

(…) Los  mejores edificios   para   resistir  los  temblores son  los que construían los  romanos en  la época  de su  decadencia los cimientos eran  grandes  boyas que  flotaban  en  estanques  llenos  con agua  ó mejor  con  aceite. Las  vibraciones del  suelo se  transmitían  amortiguadas,  puesto que  el líquido conservaba siempre su superficie horizontal.

Este sistema de construcción sería  el más á  propósito para  un  país que, como  Chile, es   visitado con  tanta frecuencia por los misteriosos huéspedes.

Pero el grado de atraso intelectual  hace  estéril  todas   las  ideas   nuevas y atrevidas,  por  lo cual  es mejor no darles desarrollo”.