Con motivo del 120 aniversario de este cruento conflicto resumiremos nuestros apuntes del libro “La Revolución de 1891” (1946) del investigador Aníbal Bravo Kenrick.
En mayo Balmaceda designó su último ministerio encabezado por Julio Bañados Espinosa, en Interior, y Manuel María Aldunate Solar en Relaciones Exteriores. La oposición, liderada por los conservadores y la Marina, se había sublevado en enero.
El Gobernador de nuestro departamento era Ambrosio Valdés Carrera y el comandante de armas, el Coronel Juan Francisco Vargas.
Los opositores deseaban evitar la concentración de tropas gubernamentales en la costa de nuestra provincia. Así, el 13 agosto se “intentó hacer volar con dinamita el puente del estero de Rabuco y cinco días después, cortan las líneas telegráficas al norte y rompieron la línea férrea en La Calera”.
El 20 de agosto, el jefe del destacamento de Quintero avisó al gobernador de Quillota y al general Alcérreca en Valparaíso, la presencia de la escuadra enemiga. Valdés Carrera transmitió la información al Presidente, al Intendente de Valparaíso y al General Balbosa, indicándole que cinco batallones se dirigían a Quillota.
El desembarco del ejército opositor se había concretado. Su comandante en jefe era el Coronel Estanislao del Canto, quillotano de nacimiento. En la batalla de Concón el balmacedismo fue derrotado (21 de agosto).
Desde Quillota, el ministro Bañados Espinosa, a las doce de la noche del día 21, mandó un telegrama al Presidente consignando las siete causas más importantes del desastre.
“El sábado 22 de agosto partió de Santiago el Presidente, en un tren especial a Quillota.
“El Presidente y su comitiva llegaban a Quillota en las primeras horas de la noche (8 P.M.).
“Después de conversar con el Gobernador, el Presidente se fue luego a la oficina donde funcionaba el Telégrafo del Estado, y después de pasar varias horas despachando telegramas para conocer la verdadera situación, telegramas que después se supo eran interceptados por la misma telegrafista (Celinda Arregui), -señorita opositora que estaba al servicio del Comité Revolucionario- se dirigió a la casa del jefe de Estación, a donde había sido invitado, y se hospedó allí esa noche”.
Al día siguiente, Balmaceda viajó a Quilpué donde en la estación, tuvo un emotivo encuentro con los heridos de Concón
Cinco días después, el 28 de agosto, el gobernador de Limache, personalmente, comunicó en Quillota al coronel Vargas la decisiva derrota del gobierno en la batalla de La Placilla. Vargas comandaba 2.300 soldados en nuestra ciudad.
“A eso de las 8 P.M. (del día 28) llegaba al fin a la Moneda un histórico despacho telegráfico de Quillota, firmado por el coronel Vargas, que decía, más o menos; “Acaban de llegar a ésta varios jefes de los nuestros derrotados. Me comunican que la derrota es completa; que los nuestros peleaban sin valor ni entusiasmo; que en lo más reñido del combate botaban sus armas y se pasaban a engrosar las filas del enemigo.- Generales Barbosa y Alcérreca, muertos. Don Claudio Vicuña y Bañados Espinosa encerrados en la Intendencia de Valparaíso, y esta plaza en poder de la oposición. No quedándome más papel que desempeñar en ésta, me marcho a ésa con mi tropa”.
La noche del 28 de agosto, Balmaceda decidió renunciar al poder a favor del General Manuel Baquedano, que no estuvo a la altura de las circunstancias.
En los primeros días de septiembre, hubo en La Calera y Quillota tres asesinatos de balmacedistas.
El día 5, en una quebrada del fundo “La Palmilla” fueron ejecutados el ministro Manuel María Aldunate Solar y el Sargento Mayor Caupolicán Villota. Sendas calles de La Calera los recuerdan.
Según nuestro autor, Bravo Kenrick el día 6; “El teniente coronel don Luís Alberto Garín, 2º jefe del regimiento Húsares de Santiago, fue también hecho prisionero; y trasladado a Quillota fue llevado al cuartel del Pisagua Nº 3 y sin ningún proceso fue ultimado a balazos cerca de la plazuela de la Recova”.
El historiador Ricardo Donoso anota que las batallas de Concón y La Placilla costaron al país más de 8.000 bajas, entre muertos y heridos