miércoles, 19 de junio de 2013

Más sobre “Ni patriotas ni realistas”




En nuestra  nota anterior  entregamos  informaciones y  juicios  sobre  la obra de Leonardo León cuyo protagonista  histórico es  el bajo  pueblo  de un Chile precapitalista  que  se extendía  entre  La Serena y Concepción. El  autor  no idealiza a los plebeyos, ya  que  señala  que  eran “Irascibles, resentidos, jugadores empedernidos y bebedores incansables de chicha, vino o aguardiente, cuando se trataba de  socializar; cristianos cuando acudían a las capillas de  su doctrina o  marchaba por  las  calles de  ciudades y villas en conmemoración de  algún santo o como miembro de una cofradía… habilidosos con los cuchillos…”,

En la página 444, León  reproduce el retrato de José María Zamora, plebeyo quillotano, de baja estatura; católico, apostólico y romano; analfabeto. Había desertado del regimiento de  infantería Nº 9, comandado por José de San Martín. (La deserción fue  un grave problema  de patriotas y realistas).

José María Zamora, hijo de Gregoria Valenzuela, natural de la Villa de Quillota, partido  de Chile, de oficio labrador, estado  soltero, edad 18 años; su  estatura   cinco pies, su religión C.AR. Sus señales: pelos y cejas negro, ojos pardos, nariz regular, color  trigueño, barbilampiño. Fue prisionero  y destinado en Tucumán el 12 de mayo de  1817; se le leyeron  las leyes penales de Ordenanza, quedando  advertido que  es la  justificación y no le servirá disculpa alguna, siendo  testigos  los  sargentos primeros Andrés  de La Lastra y Manuel Mestre; e hizo una cruz. Desertó el 27 de agosto de 1817

Otros  quillotanos (no plebeyos) mencionados en  el  libro son: Pedro Regalado Hernández, maestro  de escuela; José Miguel de Benabides, teniente de Gobernador en 1818; los  hermanos Manuel y José Antonio Ovalle, miembros de la elite.

Para finalizar esta  nota, copiamos  los  párrafos finales del trabajo que  nos ayudan a comprender el punto de vista del  historiador.

El miedo a la plebe, que  estuvo presente en los cabildantes reunidos en Santiago de Chile el 18 de  septiembre  de 1810, al igual que en Perú y México, no desapareció  ni se  extinguió, solamente fue reforzado desde  una institucionalidad obliterante y excluyente. Por esa razón, parafraseando a Heraclio Bonilla, se puede decir  que para la vasta mayoría de los  chilenos, 1810 fue una fecha desprovista de todo sentido.


No sabemos los nombres de todos los plebeyos que  lucharon, combatieron y murieron en la guerra  civil más sangrienta que  ha experimentado Chile. Sólo han quedado descripciones de  sus acciones que  demuestran la actitud  levantisca, solidaria y pragmática de hombres y mujeres sin patria ni bandera; hombres en cuyos pechos prevalecía el vínculo que  creaba la lealtad personal, que transformaba a sus  jefes  en caudillos y convertía  sus acciones en una retahíla  de alianzas, pactos y lealtades. En este  libro se ha intentado recabar  la historia de los progenitores históricos del bandido sureño, del gaucho cordillerano, del huaso maulino, del peón minero, del roto chileno, del proletario urbano. Se ha intentado reconstruir la memoria olvidada de los  hombres y mujeres más activos y rebeldes del bajo pueblo, aquellos que desde antes de 1810, rehusaron someterse a los  dictados  patronales y que durante  la guerra civil que  sacudió a Chile, se  transformaron en los principales  actores de una insospechada tragedia que  después sería  la contrapartida oscura de la historia oficial. Esos hombres y mujeres del  bajo pueblo que  desde 1810, situados entre  ambos ejércitos, no  fueron ni patriotas ni realistas sino, meramente, chilenos