Durante más de dos años el investigador Juan Uribe-Echevarría (1908-1988) estudió la biografía y escritos del periodista, novelista y funcionario público Moisés Vargas Gómez (1842-1898). Frutos de este trabajo fueron el ensayo “Moisés Vargas, su vida y su obra” y la reedición de las obras “Lances de Nochebuena”, “La Cruz Blanca” y “El Anillo del Muerto” (octubre de 1954).
Una visita al Cementerio General de Santiago, como homenaje a Vargas, inició la investigación, en noviembre de 1954, de Uribe-Echevarría sobre el lugar y el año de nacimiento de Vargas. Después Uribe-Echevarría indagó en un Registro Civil de la capital, en la Catedral, hizo una petición por escrito a la Parroquia San Martín de Quillota (en la fotografía) del posible certificado de bautismo del novelista y finalmente, una visita personal a Quillota para entrevistarse con el Párroco Eugenio Nantuy (aún recordado en nuestra ciudad).
Resultado final: nombre completo de nuestro autor: José Moisés Ciriaco Vargas Gómez, nacido en Quillota el año 1842.
Está información está contenida en un artículo de Uribe-Echevarría, ubicado por Gladys Marcela Poblete.
Gracias al crítico Raúl Silva Castro tenemos algunos datos sobre las novelas de Vargas Gómez.“La primera de ellas, “Lances de noche buena”, es obra de juventud en todos sentidos, y carece de un objeto preciso ya que los personajes van y vienen, comen, beben, conversan y se hacen confesiones sin que todo aquello converja a un fin preciso. Adelantando en años, publicó el autor” Adiós a la vida” (1870) y “Un drama íntimo” (1872).
En esta segunda etapa de su labor, Vargas se inclinó a la novela de costumbres chilenas, con una fidelidad que sólo podía tener modelo en Blest Gana. Sus personajes cometen excesos, villanías y faltas contra el decoro, pero alguna vez se redimen. Y, también a ejemplo de Blest Gana, el autor introduce en su relato alguna pincelada de la historia: en “Adiós a la vida” hace un largo intervalo para contar el bombardeo de Valparaíso por la escuadra española, digresión que es tal vez enfadosa pero que se perdona al autor por ser un testimonio útil para la posteridad”.
En “Un drama íntimo” Vargas describe Quillota con mucho cariño y regocijo.