La “Revista del
Círculo”, órgano oficial del Círculo literario “Quillota”, publicó en
septiembre de 1984 el siguiente texto del amigo del Círculo don René Belmar
Puelma, ya fallecido, alusivo al Teatro o Coliseo de nuestra ciudad, cuya
construcción concluyó el año 1872.
Belmar fue alumno del Liceo de Hombres en la época de Luis Enrique
Délano y Romeo Murga.
Razones personales
obligáronme a viajar a Quillota, mi ciudad natal, no hace mucho. Pero por estas cosas impensadas, quise
recordar mis tiempos de estudiante y me senté en uno de los escaños de la Plaza de Armas, lugar
preferido para ir a estudiar en mi juventud.
Elegí un asiento frente al viejo teatro de mi pueblo. Al verlo abandonado
por completo, pues el segundo piso ya no existe, aflorando a mi mente recuerdos
del pasado juvenil, de su grandioso apogeo.
Con la vista recorrí esa calle, antes tranquila de la plaza, sintiéndome
de nuevo el estudiante provinciano de vieja data y escruté pensante las casas
de esa cuadra, todas las cuales quedan a ambos lados de “mi viejo Teatro
Municipal”. La tristeza me embargó al
recorrer mentalmente a sus antiguos dueños que ya no existen, y así fue como
desfilaron las oficinas y familias de ese corto sector. La Gobernación estaba en el mismo lugar que hoy
ocupa. Esa residencia pertenecía a don
Teodosio Figueroa, auténtica raíz del terruño quillotano. Siguiendo por
Concepción: dos casas. Una de ellas la
habitó mi familia y la otra, el Doctor Aníbal Scarella, recién llegado de Italia
y que posteriormente contrajo matrimonio con Rosita Calandroni. A esa misma casa llegó otro médico recién
egresado de la Universidad
de Chile, el Doctor Cristóbal Sáenz, oriundo de Lautaro. Hoy esas casas pertenecen al Rotary Club y
forman un solo inmueble. Al otro extremo
se levantaban dos hermosos edificios de la “belle epoque”, construcciones que
se mantienen muy bien conservadas.
El Teatro, a pesar de su
vejez, se me presentó como en mi juventud.
Arrogante y orgulloso. Por él
pasaron en sus mejores años grandes figuras de la ópera y género chico:
operetas y zarzuelas. Construido allá
por el año 1818, según los antiguos quillotanos su inauguración fue
soberbia. Ignoro quién fue su
constructor, pero sí puedo decir que es el único teatro que se hizo sin fondos
municipales, pues se construyó por erogación popular y tengo entendido que es
el más antiguo de Chile, o uno de los más antiguos, ya que en Santiago el
teatro primitivo funcionaba al aire libre y el actual Municipal fue construido en
1840 por don Hilarión Moreno, actor y literato argentino. Quillota fue, pues, la ciudad que ostentó el
primer Teatro Municipal, demostrando que la cultura parecía ser la raíz que el
Mayaca ramificaba desde su cima con su
folclore que se desconoce pero que sirvió de pauta para lograr su estudio. El famoso Batallón Quillota, que tomó parte
en la guerra contra la
Confederación peruana – boliviana, fue recibido en dicho
teatro después de sus gloriosas acciones en Humay, batalla de Miraflores y
entrada a Lima.
Ese viejo teatro, del
cual sólo queda la fachada del primer piso, era idéntico al Teatro “Santiago”
de la capital, ubicado en calle Ahumada (ya no existe). Predominaba el arte francés en su estilo. Con palcos, plateas, anfiteatros y
galerías. Palco para las autoridades y
el Palco Municipal. Decoración al fuego
en sus doseles y barandas y butacas tapizadas en terciopelo rojo. Extenso proscenio con una acústica impecable
y su gran “concha” para el consueta.
Camarines de lujo, de acuerdo a las comodidades de la época. Amplio “foyer” donde los asistentes lucían
sus tenidas mientras eran ubicados en sus respectivas acomodaciones.
Bajo el proscenio, que
lucía hermosas cortinas de terciopelo rojo, en un amplio y cómodo espacio, se
ubicaba la orquesta, que sólo se hacía sentir los domingos (función de gala),
en las “Premieres” o cuando actuaban compañías o artistas de renombre
internacional. Era dirigida por el
querido y aplaudido Maestro Palma, director a la vez y fundador de la Banda Municipal
que los domingos y festivos nos deleitaba a la salida de la misa con su bien
afiatada organización de competentes y
antiguos músicos.
Recuerdos y más
recuerdos de mi viejo teatro. Sus
funciones se realizaban cuatro veces a la semana: martes, jueves, sábados y
domingos. Sólo los domingos teníamos
tres funciones: matiné, vermut y noche.
En esos días el piano hacia sentir las vibrantes notas del tema en boga
que una pianista interpretaba. Una de
esas personas era la esposa del Maestro Palma, o bien la Marta Aros , pianista
titulada y gran folclorista, como asimismo excelente cantante de un registro
maravilloso. Era la persona indicada
para cantar el Ave María en los matrimonios, igual que Dorita Simonetti, cuyos
padres eran antiguos comerciantes de Quillota.
Su negocio estaba en la esquina de O`Higgins con María Isabel (actual Diego
Echeverría).
¡Hermosa época, la
vivida en esos años! Sin problemas, cuya inquietud mayor eran los estudios y
asistir al Teatro, que nos daba la oportunidad de ver los domingos a la niña de
nuestros sueños, acompañada de sus severos padres…
Administrador del Teatro
Municipal era desde 1910, más o menos, don Carlos Blanchard. Antes de esa fecha
era administrado por la
Municipalidad. El señor Blanchard, con su hijo Carlos, tenían
una cadena de teatros desde La
Calera hasta Punta Arenas.
Recuerdo con especial
respeto al encargado de la propaganda.
Confeccionaba los grandes cartelones que se colocaban en las calles más
concurridas de la ciudad con el anuncio del estreno próximo, o el nombre de la
compañía o el artista que trabajaría tras la luz mágica de las candilejas. De este pintor sólo recuerdo su sobrenombre
“El Maestro Chambeco”, por su parecido con el popular personaje que estaba de
moda en la revista “El Peneca”. Era todo
un artista. Reproducía con exactitud
casi perfecta las caras de los artistas americanos o de las películas venidas
de Europa. Igualmente reproducía los
retratos de los artistas de las compañías internacionales o chilenas como el
mejor pintor profesional.
Otra de las curiosidades
era el sistema de propaganda. La empresa
hacía imprimir programas que repartía por correo en la ciudad y fuera de
ella, con los anuncios de los estrenos
del día y de la semana.
Evoco a los viejos
amigos y compañeros de estudios que nos conjurábamos para asistir “a la mala”
al teatro, principalmente los días en que se pasaban las seriales; para lograr
estos deseos de no pagar nos valíamos de la casa de nuestro querido y recordado
amigo Perico Muller, vecino del teatro y cuyas murallas daban prácticamente con
la “Galera”, y cuando lográbamos esta conquista, invadíamos en masa varías de
sus aposentadurías. Me represento las
figuras de Mario Muñoz, Tito Reveco, Perico Muller, Tito Gerly, Fernando Yung,
Julio Matus, y muchos más.
La firma Blanchard
programaba para Fiestas Patrias, Año Nuevo, como igualmente para el 12 de
octubre, “Día de la Raza ”,
cine al aire libre, como parte de los festejos para esas importantes
efemérides. Estas funciones gratuitas
duraban dos o tres días. Así era
Quillota, alegre y festiva cuando la ocasión se presentaba, pero triste y
dormida en los meses invernales.
Después de algunos años,
se instaló una pequeña sala de cine en calle Merced, cuyo propietario era el
señor Rodríguez, concesionario de los carritos de sangre que hacían su
recorrido desde la estación hasta La Cruz. Para
este objeto arrendó una gran sala con parquet que en un principio fue el salón
para espectáculos boxeriles, en pleno apogeo en esa época; posteriormente se
utilizó como salón de patinar, pero al parecer no se contó con entusiasmo y fue
transformado en una “Filarmónica” o Salón de Baile.
Cuando regresé a mi
pueblo me encontré que mi viejo teatro ya no funcionaba en su antigua
ubicación. La firma Blanchard había
dejado esas actividades y la firma Chiessa y Cía., en convenio con la I. Municipalidad ,
se comprometió a construir uno nuevo en los terrenos que la Municipalidad tenía
en calle Maipú, construyéndose gratuitamente un moderno edificio municipal,
quedando el Teatro Municipal de propiedad de la firma Chiessa, si mal no
recuerdo… Se comentó que en los terrenos del antiguo Teatro Municipal se construiría
un Gran Hotel de Turismo, lo que al parecer no se concretó. Queda de él el recuerdo y de seguro, como
dice una antigua canción popular de entonces… “…En las altas horas de la noche/
en el silencio del Municipal/ se oyen los lamentos de Polichinela y su Colombina/
que sólo en la quietud del silencio / se suele escuchar…
Mi “Viejo Teatro” era
una Caja de Pandora. Después de los espectáculos quedaba encerrado en su
interior ese gran silencio. El
pensamiento reflexivo de su público; ese
gran espectador masivo al salir de una función o representación con la crítica
a flor de labios, saboreando lo visto y la actuación de sus actores. El viejo
teatro era un texto de filosofía donde aprendimos mucho, no como una mera
entretención del momento o el pasatiempo vulgar y corriente. Mi viejo Teatro era una biblioteca invisible
que aún guarda ordenadamente la vida con sus defectos y virtudes. Así lo hace aparecer como el teatro griego.
Entornando sus puertas y al derrumbar su segundo piso, la tapa del Pandora abriose
y como cuenta la mitología salieron de ella todos los malos y males, quedando
en su fondo (primer piso) el bien y la perfecta esperanza de un mejor
porvenir. Es por esta razón que el
destino así lo mantiene aún, en la
esperanza que a corto plazo se haga realidad y vuelva a renacer como el Ave
Fénix, con mayor fuerza la cultura y el arte, fuentes inspiradoras de las
juventudes, para que comprendan y sepan degustar el verdadero sabor de la
tierruca cuyas raíces se ramifican desde la cumbre del Mayaca.