Cuando en el periódico local se ha recordado, a través de crónicas y cartas al director, al militar, quillotano de nacimiento, Estanislao del Canto Arteaga (1840-1923) se resalta, obviamente, su brillante carrera militar, pero no se han abordado otros aspectos de su personalidad. En su “Historia de Chile” el historiador conservador, ex ministro de educación de Pinochet, Gonzalo Vial Correa en dos breves párrafos hace una novedosa semblanza del quillotano.
Leámoslos, teniendo en cuenta que lo retrata cuando narra como llegó a la presidencia de Chile el capitán de navío Jorge Montt después de la Guerra Civil de 1891 en que los llamados congresistas derrotaron al Presidente constitucional José Manuel Balmaceda:
“Del Canto fue un militar vieux style, algo “tartarinesco”, pero cuyo valor no admitía discusión y que había ganado sus galones en el campo de batalla, primero durante la guerra araucana, luego el 79 y finalmente combatiendo por la Revolución. Era un hombre no muy alto, macizo, de postura y ojos desafiantes, con poblado bigote y una pequeña pera. Tenía un carácter explosivo y quisquilloso. La opinión pública adicta al Congreso lo idolatraba. Durante los saqueos santiaguinos (agosto de 1891), una mansión balmacedista los eludió colocando un grande y oportuno letrero: “Para el coronel Canto”,
“Los congresistas civiles dieron soga a Del Canto, ilusionándolo con la presidencia. Luego se volvieron hacia Montt y Del Canto fue tranquilizado mediante una honrosa comisión en el extranjero. Ella terminada, el General regresó e intentó agitar el ambiente, pero su hora ya había pasado “
El segundo párrafo es el siguiente:
“Era un militar de la vieja escuela, curtido en muchas batallas de la Araucanía y el 79, con una puntería y un valor legendarios, masón, fanfarrón, atropellador, adorado por sus hombres. Un certero instinto dramático – el gesto o el dicho precisos, en el momento exacto – unido a su pintoresca apariencia física: pequeño, arrogante, bigotudo, y a los laureles de Concón y Placilla, lo hicieron un héroe revolucionario y, concluyendo 1891, un ídolo popular.
“Apenas podemos imaginar esta última popularidad….Luego el militar recorrió Chile entero: ciudad tras ciudad lo recibías eufóricamente, le daban monstruosos banquetes, lo cubrían con discursos, poemas, elogios ditirámbicos, regalos”.
Vial también nos cuenta que en 1897 el general Del Canto se batió a duelo con otro general, Jorge Boonen, demostrando su “puntería terrorífica”. Ese mismo año, el presidente Federico Errázuriz Echaurren lo llamó a retiro por su participación en la reunión llamada por la prensa “té de los generales” o “conspiración de las cafeteras”. Al año siguiente, ingresó al Partido Obrero Socialista “Francisco Bilbao”.
En 1919, un hijo de nuestro personaje, Julio César del Canto Toske, era teniente coronel, masón y conspirador.
Gobernaba nuestro país Juan Luís Sanfuentes.
Leámoslos, teniendo en cuenta que lo retrata cuando narra como llegó a la presidencia de Chile el capitán de navío Jorge Montt después de la Guerra Civil de 1891 en que los llamados congresistas derrotaron al Presidente constitucional José Manuel Balmaceda:
“Del Canto fue un militar vieux style, algo “tartarinesco”, pero cuyo valor no admitía discusión y que había ganado sus galones en el campo de batalla, primero durante la guerra araucana, luego el 79 y finalmente combatiendo por la Revolución. Era un hombre no muy alto, macizo, de postura y ojos desafiantes, con poblado bigote y una pequeña pera. Tenía un carácter explosivo y quisquilloso. La opinión pública adicta al Congreso lo idolatraba. Durante los saqueos santiaguinos (agosto de 1891), una mansión balmacedista los eludió colocando un grande y oportuno letrero: “Para el coronel Canto”,
“Los congresistas civiles dieron soga a Del Canto, ilusionándolo con la presidencia. Luego se volvieron hacia Montt y Del Canto fue tranquilizado mediante una honrosa comisión en el extranjero. Ella terminada, el General regresó e intentó agitar el ambiente, pero su hora ya había pasado “
El segundo párrafo es el siguiente:
“Era un militar de la vieja escuela, curtido en muchas batallas de la Araucanía y el 79, con una puntería y un valor legendarios, masón, fanfarrón, atropellador, adorado por sus hombres. Un certero instinto dramático – el gesto o el dicho precisos, en el momento exacto – unido a su pintoresca apariencia física: pequeño, arrogante, bigotudo, y a los laureles de Concón y Placilla, lo hicieron un héroe revolucionario y, concluyendo 1891, un ídolo popular.
“Apenas podemos imaginar esta última popularidad….Luego el militar recorrió Chile entero: ciudad tras ciudad lo recibías eufóricamente, le daban monstruosos banquetes, lo cubrían con discursos, poemas, elogios ditirámbicos, regalos”.
Vial también nos cuenta que en 1897 el general Del Canto se batió a duelo con otro general, Jorge Boonen, demostrando su “puntería terrorífica”. Ese mismo año, el presidente Federico Errázuriz Echaurren lo llamó a retiro por su participación en la reunión llamada por la prensa “té de los generales” o “conspiración de las cafeteras”. Al año siguiente, ingresó al Partido Obrero Socialista “Francisco Bilbao”.
En 1919, un hijo de nuestro personaje, Julio César del Canto Toske, era teniente coronel, masón y conspirador.
Gobernaba nuestro país Juan Luís Sanfuentes.