Casi 10 años de edad tenía el futuro periodista, escritor, político y economista quillotano Zorobabel Rodríguez Benavides, sobrino nieto de la célebre Beatita, cuando esta notable quillotana falleció, hace 150 años, el 1 de junio de 1849. Ignoramos si Rodríguez escribió algo alusivo a su tía, pero suponemos que como familiar, quillotano y católico supo justipreciar cuando adulto lo valioso de su generosa vida.
Plenamente contemporáneo de la Beatita Benavides fue Bernardo O’Higgins (1778-1842), ya que nació 1 año después de la quillotana y falleció en el exilio 7 años antes. Aunque ella vivió toda su vida en Quillota y “el primer liberal” chileno sólo permaneció ininterrumpidamente en Chile 21 años, estos dos personajes tan disímiles, pero de la misma religión, pudieron conocerse en agosto de 1822 cuando el Director Supremo vino a la villa a conferirnos el título de Ciudad de San Martín de Quillota.
Dramática fue la ocasión que tuvieron de conocerse la Beatita y Diego Portales (nacido en 1793) cuando éste vino a la ciudad, siendo apresado en el llamado motín de Quillota el 3 de junio de 1837. Tres días después fue asesinado en el cerro Barón de Valparaíso.
Dos breves retratos nos ayudan a imaginar la impresión que la Beatita pudo haber tenido si hubiese conocido al Padre de la Patria y al Ministro.
La viajera inglesa Mary Graham retrató al O’Higgins de 1822 con las siguientes palabras: “Es bajo y grueso, pero muy activo y ágil; sus ojos azules, sus cabellos rubios, su tez encendida y sus algo toscas facciones no desmienten su origen irlandés, al par que la pequeñez de sus pies y manos son signos de su procedencia indígena… Es modesto, abierto, de modales sencillos, sin pretensiones de ninguna clase. Si ha realizado grandes hechos, los atribuye a la influencia del amor patrio, que, como él dice, puede inspirar a un hombre vulgar los más nobles sentimientos”.
A través de un desconocido amanuense, el quillotano José Esteban Gutiérrez, participante del citado motín y único testigo ocular del ajusticiamiento de Portales, nos ha dejado este brevísimo y certero retrato: “El Ministro Don Diego Portales era de un cuerpo alto y derecho, muy blanco, nariz larga y afilada, ojos grandes azules y su mirada penetrante, frente muy despejada, vestía siempre de negro y sombrero del ídem”.