Hace doscientos cuarenta y dos años, en la noche del 26 de agosto de 1767, se hizo efectiva en Chile la súbita orden de expulsión de los Jesuitas de los dominios del Rey Carlos III: España, Las Indias y Filipinas. La orden llegó de Lima al Gobernador Antonio Guill y Gonzaga y este la comunicó al obispo de Santiago Manuel de Alday (1712-1778), “sin duda el prelado de más relieve de todo el período español en Chile”, según Jaime Eyzaguirre.
Nuestra villa pertenecía al obispado de Santiago, los jesuitas, que llegaron al valle en 1627 (a La Cruz), tenían en 1767 casa, iglesia, colegio que pasaron a mano de la Orden Dominicana: una cuadra frente a la Plaza, actual manzana: Maipú, Freire, Concepción, O’Higgins. Los dominicos estaban en los faldeos del cerro Mayaca.
Con la expulsión nuestra Capitanía General perdió más de cuatrocientos religiosos, entre ellos el naturalista Juan Ignacio Molia, el teólogo Manuel Lacunza y los cronistas Miguel de Olivares y Felipe Gómez de Vidaurre. Chile fue despojado del clero más celoso e ilustrado, de talleres de artesanía y de la mayoría de sus colegios.
Otro obispo de Santiago que no debemos olvidar es Luis Francisco Romero que ejerció su cargo entre 1708 y 1718 y tuvo un decisivo papel en la fundación de la Villa de San Martín de la Concha en 1717.
En mayo de 1776, Antonio Ribero, alias “el siciliano” comerciante quillotano sufrió un proceso de fe seguido en el Tribunal de la Inquisición de Lima, por judaísmo, según archivos españoles. La causa se suspendió.El temido tribunal del Santo Oficio de la Inquisición había sido instituido en España en 1480.
Nancy Flores y Juan Rivera consignan que, a fines del siglo XVIII, en la villa existía la parroquia de San Martín de Tours y seis viceparroquias, los conventos de: San Francisco, San Agustín, La Merced y Santo Domingo; además una Casa de Ejercicios. Anotan también que “las celebraciones del santo patrono de la villa, la Santa Cruz de Mayo y la Semana Santa eran las más relevantes en el valle”. Sobre la procesión del Viernes Santo, una revista santiaguina de 1900 señala: “desde muchos años, la Procesion del Pelícano de Quillota ha sido algo inherente a ella, algo que la distingue de los demas pueblos del orbe. Así como no podríamos concebir a Paris sin Esposición, a Venecia sin Carnaval i a Madrid sin Toros, tampoco seria posible considerar a Quillota sin la Procesion del Pelícano”.
Remontándonos a los orígenes del catolicismo en Quillota,
recordaremos algunos hitos:
recordaremos algunos hitos:
En 1536 el eclesiástico Cristóbal de Molina (1491-1578), que llegó con Diego de Almagro, celebró una de las primeras misas en el valle.
Doce años después fue enviado a evangelizar a los indígenas de Quillota el maestro de primeras letras Pero Hernández de Paterna.
Una carta del obispo Fray Diego de Medellín (febrero de 1585) es el primer documento en que se especifica el valle en su aspecto religioso.
El 1 de octubre de 1604 se destinaron diez cuadras de terreno para los franciscanos.
Se construyó (1609) una capilla, llamada El Tambo, cerca de la Calle Larga.
El 28 de noviembre de 1622 se estableció el convento franciscano, edificándolo poco a poco. Lo destruyó un terremoto en 1657.
En 1642 se consignan las primeras partidas en los archivos parroquiales.
Alonso Pizarro dona una cuadra para la Parroquia frente a la Plaza en 1717.
“La Iglesia y Convento de La Merced fueron fundados por Fray Valeriano Lillo en 1723”, según Roberto Silva Bijit.
En 1725 la priora de las Madres Carmelitas solicita fundar un convento en la villa.
En 1828 asume como cura párroco, hasta 1844, Juan Antonio Bauzá (1765-1845), religioso patriota culto y amigo de José de San Martín. Reconstruyó la iglesia parroquial destruida por el terremoto de 1822.
El sacerdote José Martín González Gallardo fundó en 1886, con otros vecinos, el periódico conservador “El Quillotano”.
El terremoto de agosto de 1906 destruyó el frontis y la torre del Templo de Santo Domingo; dañó la iglesia parroquial y derrumbó gran parte del Templo de San Agustín, ubicado en O’Higgins con maría Isabel (hoy Instituto “Rafael Ariztía”), destruyéndose bajo sus escombros todas las andas de la Procesión del Pelícano.
Durante los días 11, 12 y 13 de noviembre de 1942 se celebró el tercer centenario de la parroquia (1642-1942), cuyo cura párroco era Eugenio Nantuy.
A raíz del terremoto de 1965 hubo que demoler el Templo Parroquial.
(Agosto de 2009)