“Pocas personalidades, por no decir ninguna, de la historia nacional, ha sido objeto de mayor discusión, tanto en Chile como en el extranjero, que José Manuel Balmaceda. La literatura que existe sobre su personalidad y la revolución de 1891 es tan extensa, que sólo ha sido superada por la que ha suscitado el estudio de la revolución mexicana que derribó el poder a Porfirio Díaz , y el interés de los historiadores por señalar los factores que determinaron aquel acontecimiento ha llegado hasta nuestros días. Este hecho resulta plenamente justificado si se considera que la revolución de 1891 no fue un vulgar hecho de armas, como cuantos llenan las páginas de la historia hispanoamericana del siglo XIX, sino una crisis en la que intervinieron factores sociales, políticos y económicos que sacudió hasta las entrañas a la sociedad chilena. Ninguna familia culta dejó de participar, de cerca o de lejos, en el conflicto, y hasta hoy mismo es necesario hacer un esfuerzo para sacudirse de las pasiones que movieron a nuestros padres y abuelos a abominar de Balmaceda o a alinearse en las filas de sus sostenedores”.
Con este lúcido párrafo inicia un capítulo de su obra acerca de Francisco A. Encina, de 1969, el notable historiador Ricardo Donoso Novoa (1896 – 1985), Premio Nacional de Ciencias con mención en Historia, líneas que me permiten contextualizar las cinco notas anteriores alusivas al cruento conflicto.
La alusión que hace Donoso a las pasiones de padres y abuelos yo la extiendo a mis bisabuelos Francisco Gabriel Poblete Rebolledo (1831 – 1891) y María Clara Gallegos Jara (1837 – 1912), gracias a una acuciosa investigación de mi fallecido hermano genealogista César Poblete.
El bisabuelo Francisco fue torturado y ejecutado por ser balmacedista el 30 de agosto en su fundo de Laja (región del Biobío) en presencia de mi bisabuela y del menor de sus 9 hijos, mi abuelo José César Poblete Gallegos (de 15 años), futuro Gobernador de Nacimiento hasta 1920, del partido liberal balmacedista.
Mi padre, Alberto Poblete, fue criado en Laja por su abuela María Clara.
Con respecto a las obras dedicadas a la guerra civil, el libro “Historia del siglo XX chileno” (2002) de S. Correa, C. Figueroa, A. Jocelyn-Holt, C. Rolle y M. Vicuña, en su ensayo bibliográfico, nombra más de 20 libros de “actores o testigos, contemporáneos , tanto chilenos como extranjeros, sobre el conflicto y temas anexos”. Yo destaco tres: el del ministro Julio Bañados Espinosa, el de Ricardo Salas Edwards y el del británico Maurice H. Hervey. Más adelante, los autores constatan que “la literatura histórica que intenta dilucidar las causas del conflicto es tan vasta como diversa, señal de que el tema aún presenta interrogantes no resueltas, además de prestarse para agudas controversias . Las divergencias, abundan tanto en lo interpretativo como también, por cierto y tal como ocurre con las fuentes primarias del periodo, a la hora de narrar los hechos”.
Ellos destacan, entre otros, los trabajos de: José Miguel Yrarrázaval Larraín (1940) por su rica información; Hernán Ramírez Mecochea (1958) y el británico Harold Blakemore (1977). Estos últimos autores protagonizaron la ya clásica polémica sobre las condicionantes económica de la Guerra Civil.
Con este lúcido párrafo inicia un capítulo de su obra acerca de Francisco A. Encina, de 1969, el notable historiador Ricardo Donoso Novoa (1896 – 1985), Premio Nacional de Ciencias con mención en Historia, líneas que me permiten contextualizar las cinco notas anteriores alusivas al cruento conflicto.
La alusión que hace Donoso a las pasiones de padres y abuelos yo la extiendo a mis bisabuelos Francisco Gabriel Poblete Rebolledo (1831 – 1891) y María Clara Gallegos Jara (1837 – 1912), gracias a una acuciosa investigación de mi fallecido hermano genealogista César Poblete.
El bisabuelo Francisco fue torturado y ejecutado por ser balmacedista el 30 de agosto en su fundo de Laja (región del Biobío) en presencia de mi bisabuela y del menor de sus 9 hijos, mi abuelo José César Poblete Gallegos (de 15 años), futuro Gobernador de Nacimiento hasta 1920, del partido liberal balmacedista.
Mi padre, Alberto Poblete, fue criado en Laja por su abuela María Clara.
Con respecto a las obras dedicadas a la guerra civil, el libro “Historia del siglo XX chileno” (2002) de S. Correa, C. Figueroa, A. Jocelyn-Holt, C. Rolle y M. Vicuña, en su ensayo bibliográfico, nombra más de 20 libros de “actores o testigos, contemporáneos , tanto chilenos como extranjeros, sobre el conflicto y temas anexos”. Yo destaco tres: el del ministro Julio Bañados Espinosa, el de Ricardo Salas Edwards y el del británico Maurice H. Hervey. Más adelante, los autores constatan que “la literatura histórica que intenta dilucidar las causas del conflicto es tan vasta como diversa, señal de que el tema aún presenta interrogantes no resueltas, además de prestarse para agudas controversias . Las divergencias, abundan tanto en lo interpretativo como también, por cierto y tal como ocurre con las fuentes primarias del periodo, a la hora de narrar los hechos”.
Ellos destacan, entre otros, los trabajos de: José Miguel Yrarrázaval Larraín (1940) por su rica información; Hernán Ramírez Mecochea (1958) y el británico Harold Blakemore (1977). Estos últimos autores protagonizaron la ya clásica polémica sobre las condicionantes económica de la Guerra Civil.