sábado, 28 de septiembre de 2013

La Carpofagia un aporte de Simón B. Rodríguez Rozas


 
 
C A R P O F A G I A (1)
 
I. ¿Cuál es el alimento natural del hombre? ¿Cuáles son las substancias alimenticias más propias de la raza humana? ¿Qué es lo que debemos comer y lo que no debemos comer? ¿Cuáles deben ser nuestro régimen nutritivo y nuestra dieta alimenticia?
 
El estudio del régimen alimenticio siempre es útil, de importancia y actualidad para el individuo y la nación. Interesa á todo el mundo conocer los elementos que están destinados á compensar las pérdidas, á reparar los músculos y mantener el funcionamiento normal de la economía humana.
 
Parece que no haber engaño en atribuir la alta proporción de las enfermedades del aparato digestivo á nuestro pésimo modo de alimentamos.
 
Nos acusa la conciencia de que comemos el doble de lo que es necesario, de que comemos á deshora y sin método, de que ingerimos substancias vejetales y animales, muy bien aderezadas y condimentadas por el arte culinario, pero que distan mucho de ese alimento natural que sabe preparar la tierra á todas las especies vivas.
 
El increíble la falta de higiene y la ignorancia completa que hay en nuestra época en asuntos de comida. Todo el mundo come lo que se le pone por delante, sin acordarse de averiguar el origen y los efectos fisiológicos de esos elementos nutritivos que tienen el alto rol de suministrar los materiales necesarios á la formación de la sangre, del cerebro y de todos los líquidos y sólidos del cuerpo.
 
El industrial se preocupa día y noche de alimentar el hogar de sus máquinas con el carbón que reúna á su bajo precio el mayor coeficiente calorífico, y los hombres de ciencia se afanan por buscar esa substancia en la Naturaleza ó formarla, si no existe, con otros elementos conocidos. El ganadero tiene un empleado por cada número de animales para distribuirles á horas fijas, en las pesebreras, los alimentos y bebidas. Un mayordomo vigila á estos empleados y el patrón mismo revisa todos los días las diversas operaciones que constituyen la ceba del ganado. El viticultor inteligente hace analizar la tierra de su finca y esparcir abonos en todas aquellas que no tienen, á su juicio, bien equilibrados los elementos fertilizantes, preparando así anualmente á sus parras los materiales nutritivos necesarios para su desarrollo y fructificación.
 
Y bien; estamos seguros que el industrial, el ganadero y el viticultor, que habrán estudiado mil veces el problema alimenticio que se relaciona con sus industrias, no han estudiado una sola vez el régimen dietético, no se han preguntado una sola vez en la vida cuál es su alimento natural.
 
Se cree ordinariamente que todo lo que se relaciona con la alimentación humana debe ser objeto del cuidado exclusivo de las cocineras, llaveras y esposas dueñas de casas. Lo que ellas hagan está bien hecho; sus ideas no admiten discusión; los guisos que se pongan á la mesa deberán comerse, porque el hombre no debe inmiscuirse en asuntos de cocina. Sin embargo, el industrial no se conforma con el modo de pensar del fogonero; el viticultor no considera conveniente ajustarse en todo al modo de pensar del viñador, y el ganadero, desconfiando de la ciencia de su vaquerizo, estudia, medita y critica, si es necesario, los problemas zootécnicos. Sólo en materia de alimentación no nos es dado pensar por nosotros mismos; no podemos formarnos un juicio propio sobre la composición química de las diversas substancias orgánicas que entran en nuestra comida diaria, sobre sus efectos fisiológicos, sobre el tiempo que ha transcurrido desde que la Humanidad las aprovecha, sobre el uso que de ellas han hecho los diversos pueblos y naciones, sobre lo que la anatomía comparada nos dice respecto al régimen nutritivo de las diversas especies animales, incluso el hombre. Sólo en materia de alimentación, repetimos, no nos es dado discurrir, porque el hombre no tiene que mezclarse en la cocina, porque las ideas que prevalecen y dominan sobre este asunto se consideran fijas, establecidas é inamovibles, porque cualquiera reforma es una utopia, y cualquier reformador un monomaniaco.
 
2. Pensamos nosotros de una manera diversa. Atribuímos á la alimentación una importancia capital en el desarrollo físico y moral del individuo y un valor muy alto como factor del progreso humano, cosas ambas que justifican nuestro estudio, nuestra atención solícita y no nuestro abandono. Creemos, con los antiguos médicos del tiempo Stahl, en el poder del régimen dietético sobre los enfermos, y pensamos que los esfuerzos individuales deberían tender á colocar la terapéutica higiénica por encima de la terapéutica medicamentosa. Vale más, como dice el adagio, prevenir que curar las enfermedades.

Después del nacimiento, lo que el ser humano necesita para vivir es alimento, que comer y aire que respirar. Para estar sano y lleno de salud necesita, ante todo, el hombre desempeñar debidamente estas funciones de nutrición, respirando un aire puro y consumiendo un alimento natural. En los seres más bajos de la escala animal no existen, ó empiezan sólo á manifestarse vagamente, las funciones de relación, pero tienen, en cambio, un desarrollo mucho mayor que en los seres más altamente colocados, las funciones de nutrición y reproducción.

A este mayor desarrollo de las funciones de nutrición corresponde también en dichos seres un desarrollo más completo de los órganos que están destinados á transformar el alimento. La Naturaleza nos indica en ellos la importancia capital de las funciones de nutrición sobre la vida. La reproducción y los fenómenos morales é intelectuales no empiezan hasta que no hemos completado nuestro desarrollo orgánico; las funciones de nutrición, por el contrario, empiezan con carácter impostergable é imperioso desde el momento en que nacemos.


La condición natural del hombre es la salud.-Si queremos cumplir con ella debemos dar todo su valor á la nutrición, la más importante de las funciones de la vida, la única indispensable en el individuo.
 
No es asunto de poca nota, en consecuencia, averiguar cuál es nuestro alimento natural; es decir, el alimento producido por la tierra, al que está mejor adaptado el organismo humano,(cada especie viva tiene en la tierra su alimento propio que la mantiene, al estado salvaje en las mejores condiciona de salud. El tigre, la hiena, el perro y el gato no se alimentan como el caballo y el buey, ni éstos como los pájara, tú los pájaros como los reptiles, ni los reptiles como el mono. El puerco está adaptado igualmente á un alimento distinto de todos los anteriores. El hombre, superior en su desarrollo intelectual y moral á los demás animales, es animal como ellos en su organización física y por sus necesidades. No tiene por qué ser en esto una excepción á la ley general de la Naturaleza. La estructura humana debe de estar confinada para el consumo de cierta clase de alimentos. Dada una estragón orgánica, dada una conformación anatómica, dadas las necesidades fisiológicas de un ser, determinar cuál es su alimento natural, cuáles son las substancias que produce la tierra que mejor corresponden á esa organización y á esas necesidades, he aquí el problema que nos proponemos estudiar con respecto al hombre.
 
1) La palabra Carpofagia no ha sido empleada hasta hoy, que sepamos. Designamos con ella la  ciencia de la alimentación natural del hombre; el conjunto de razones por las cuales la alimentación de frutos deber ser nuestro régimen exclusivo.
 
(La Carpofagía.—Tomo I, págs. 7 á 12, por D. Simón B. Rodríguez.—Chile.)