jueves, 3 de octubre de 2013

Realidad y ficción del “Loco Eustaquio”




Fotografía del vitraux realizado por el maestro vitralista sampedrino Julio Fuentes Estay, como parte de la serie "Relatos de Quillota en Vitraux" proyecto Fondart destinado a la implementación iconográfica del futuro Centro Cultural Estación.



Baja desde la cima del Mayaca hasta el río una quebradita, sembrada de peñascos, … ; y casi en la mitad de la bajada hay una cueva conocida de todos con el nombre de La Cueva del Loco Eustaquio”. (Zorobabel Rodríguez, 1863)

La existencia de excéntricos, llamados a veces lunáticos o locos, se refleja en amenos libros, páginas o líneas de no pocos escritores nacionales.

En su libro de ensayos “Alma y Cuerpo de Chile”, el notable autor criollista Luis Durand recuerda a dos singulares personajes del Santiago de principios de siglo: el Incandescente que “Todos los días se le veía de levita y tarro de pelo vestido con una exagerada elegancia. Al revés de su colega en rarezas, el abogado don Pedro Pablo Álvarez se paseaba por la Plaza de Armas descalzo y con la cabeza melenuda cubierta por una chupalla”.

El inolvidable Joaquín Edwards Bello es uno de los capítulos ambientados en Quillota (año 1892, más o menos) de su novela “Valparaíso” (1955) nos cuenta que su aya o mama “Perpetua inventa historias de la araña; mezcla en ellas a la “Loca de la Cueva”, una vieja de cabellera revuelta como la Medusa que baja del cerro apoyada en el báculo y lleva un saco de hierbas a la espalda”.

“Locos pintorescos” tituló el periodista Orlando Arancibia (Nogales 1896- Valparaíso 1957) una de las sabrosas crónicas quillotanas del 900 de su libro “Al pie del Macaya” (1954) donde evoca varios excéntricos, como “Don Juan de las Diucas”. Otra de estas “celebridades pueblerinas”, don Floridos, dejó como monumento a su memoria, las ruinas de  su casa en el Mayaca.

El cerro Mayaca se eleva 90 metros sobre los terrenos vecinos; su nombre deriva de la lengua quechua y cuando llegó al valle de Quillota Diego de Almagro encontró una pucará incaica en su extremo nororiental, nos informa Carlos Keller en una breve monografía.

Con las siguientes palabras, Benjamín Vicuña Mackenna en su amenísimo libro “De Valparaíso a Santiago” (1877) nos describe el más famoso de los excéntricos quillotanos “que vivió … al principio del siglo y habitaba en una bocamina abandonada en el cerro de la Moyaca (sic), y abierta en la falda de éste que cae hacia el río (Aconcagua). Llamábanle el “loco Eustaquio” y era un hombre enjuto como el odio y descarnado como la desesperación. Habiendo muerto de calentura (tisis) un clérigo Cuestas, arrojaron sus hábitos en el cerro de la Moyaca y el “loco Eustaquio” pasó muchos años vestido con ellos, hasta que la arrastró con su lazo un huaso brutal, en una chanza de ebrio, de lo cual murió”.

Para finalizar, transcribiremos el párrafo donde el historiador se refiere a una de las mejores novelas costumbristas de nuestra literatura, única y  juvenil obra novelística del más alto intelectual nacido en Quillota (1839).

“No es éste el fin que se ha atribuido al verdadero “loco Eustaquio” en la novela que don Zorobabel Rodríguez publicó en 1863, con este nombre : LA CUEVA DEL LOCO EUSTAQUIO, bautizo poco afortunado, a nuestro juicio, de un libro interesante, lleno de colorido local y adornado con felices cuadros de la vida quillotana.  Según la ficción del novelista, el “loco Eustaquio” fue una amante infeliz, que perdió la razón cuando la bala de una celosa harpía llamada doña Mercedes Alderete, mató en el río a su amada, fugitiva con él de su implacable saña. “Manuel y María” (éstos eran sus nombres) son la Atala y el Chactas del romance quillotano, que termina arrojándose Manuel en turbión del río, desenlace ciertamente mucho más poético que el del pehual de un huaso, pero no más verdadero”.

Leer on-line desde www.libros.uchile.cl Rodríguez, Z. (1877).La cueva del loco Eustaquio.-

NE: Artículo publicado originalmente en 1989.