El
primer sábado del presente año se desarrollaron las Primeras Jornadas de
Historia de Quillota convocadas por la Municipalidad, la Empresa Periodística
“El Observador” y la
Comisión Tricentenario de Quillota.
Los
numerosos asistentes escucharon atentamente las interesentes ponencias de nueve
expositores, seis de ellos quillotanos.
Los temas abordados por los trabajos se referían a: los quillotanos
pre-hispánicos, inmigrantes japoneses, espacios de sociabilidad decimonónicos,
el libro Becerro de Illapel, alcaldes y regidores (desde 1935), una espía
antibalmacedista, misioneros mormones de 1852, Zorobabel Rodríguez Benavides y
la población indígena durante los siglos coloniales. Expusieron sus trabajos:
Violeta Abarca, antropóloga física; Nicole Fuenzalida, licenciada en
Antropología; y Valeria Sepúlveda, conservadora y restauradora; además del
doctor en Historia de la Universidad Católica de Valparaíso, Baldomero
Estrada Turra; el Licenciado en Historia, Pablo Montero Valenzuela; el miembro
de la Sociedad
Chilena de Historia y Geografía, Gastón Fernández Montero; el
ingeniero agrónomo e investigador histórico, Eduardo Ibarra Coronado; el
recopilador histórico Hugo Quilodrán Jiménez; el periodista y escritor Juan
Guillermo Prado Ocaranza; la historiadora de la Universidad de Chile,
Luz María Méndez Beltrán; y el historiador y periodista, Roberto Silva Bijit.
Si
consideramos que el objetivo historiográfico sería publicar una “Historia de
Quillota” antes del 11 de noviembre de 2017, el aporte de las Jornadas es
importante, pero es un pequeño avance dada la magnitud de la tarea que requiere
varias monografías que deben ser programadas e incentivadas.
Antes
de las monografías debería analizarse la real contribución de las obras sobre
Quillota publicadas desde 1957 por: Belarmino Torres, Carlos Keller, Nancy
Flores y Juan Rivera, Gustavo Boldrini,
Roberto Silva Bijit, Hernán Ávalos, Pablo Montero y Luis Ibarra, y el
suscrito, entre otros autores.
Una
historia de nuestra ciudad debería contemplar los aspectos que , por ejemplo,
considera Cristián Gazmuri en su más reciente trabajo (2012): política, economía, sociedad, cultura, vida
privada y episodios de cada uno de los nueve períodos en que él divide la historia de Chile entre 1891 y
1994:
Oligárquico
liberal (1891-1920); reformismo mesocrático (1920-1932); pugna a varias bandas
(1932-1952); Ibáñez y la
Derecha (1952-1964); Eduardo Frei Montalva (1964-1970);
crisis política y ruptura social (1970-1973); ¿un nuevo Chile? (1973-1980);
consolidación institucional (1980-1989) y ¿quién manda? (1989-1994).
La
periodización de nuestra tricentenaria historia local y el muy importante punto
de vista historiográfico (¿objetivo o apologético?) son complejos problemas a
resolver. Estos desafíos requieren un
trabajo en equipo.
Las
anteriores líneas de esta nota las escribimos pensando en los trescientos años
de nuestra ciudad (1717-2017), más de un siglo como Villa y casi doscientos
años como Ciudad.
Obviamente, los varios y riquísimos siglos anteriores a su fundación, desde los primeros habitantes del valle, son merecedores de un volumen aparte.
Obviamente, los varios y riquísimos siglos anteriores a su fundación, desde los primeros habitantes del valle, son merecedores de un volumen aparte.