Los acontecimientos acaecidos tras la Ocupación de Lima (1881) por el Ejército chileno -uno de los episodios más polémicos de nuestra historia-, son el reflejo de un contexto ideológico poco difundido del cual fueron parte los planteamientos de notables intelectuales decimonónicos.
Frecuentemente, al leer un texto, ya sea
libro o artículo, nos encontramos con juicios, propósitos, confesiones o datos,
que revelan aspectos poco divulgados de
personajes y conflictos bélicos chilenos.
En este caso acerca de los mapuches y las guerras con Perú y Bolivia.
El 10 de agosto de 1868, en un discurso
parlamentario el político y polígrafo Benjamín Vicuña Mackenna sostuvo:
“El indio […] no es sino un bruto
indomable, enemigo de la civilización porque solo adora todos los vicios en que
vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese
conjunto de abominaciones que constituyen la vida del salvaje. Se invoca la civilización a favor del indio y
¿qué le debe nuestro progreso, la civilización misma? Nada, a no ser el
contagio de barbarie con el que ha inficionado nuestras poblaciones
fronterizas, por lo que la conquista del indio es esencialmente, como lo ha
sido en Estados Unidos, la conquista de la civilización”.
Más adelante afirmó: “Cíteseme pues _afirmaba
con ironía_ una sola figura, un solo nombre de los “héroes” de Arauco en cuya
cabeza aplastada la civilización ha y hecho penetrar uno solo de sus rayos”.
(De un artículo (2012) del académico
Gabriel Cid).
Claramente, racismo para justificar
ocupación territorial(1), que no compartimos.
“La guerra que hizo Chile a la Confederación Perú-Boliviana ,
desde el punto de vista de su justicia y utilidad, es uno de los más
interesantes problemas de nuestra historia; …”.
(Zorobabel Rodríguez Benavides en
“Miscelánea literaria, política y religiosa”, 1873).
Sería interesante conocer los argumentos
del quillotano acerca de la
Guerra contra la Confederación
Perú-Bolivia o Peruana –Boliviana (1837-1839).
Años después, con posterioridad a las
batallas de Chorrillos y Miraflores (1881), durante la Guerra del Pacífico, el
ánimo de Rodríguez era muy diferente, contradictorio con el cristianismo
católico, ya que escribió lo que sigue:
“El Perú tiene algunos ferrocarriles
productivos: explotémoslos por cuenta de Chile, i, en caso necesario,
destruyámoslos i traigamos a Chile sus rieles, sus máquinas i equipo. Tiene contribuciones fiscales i municipales: cobrémoslas por cuenta de
Chile. Tiene, fuera de Tarapacá , en la
islas de Lobos, en Guañapi i en otros puntos, depósitos de guano: pongámonos en
el acto a vender cargamentos a bordo a quien quiera comprarnos. Tiene palacios lujosamente alhajados,
establecimientos públicos con menajes que valen muchos centenares de miles,
estatuas, museos, bibliotecas: que todo esto sufra la lei del vencedor. Tiene
dos millones de habitantes que, a pesar de la pobreza del país viven bien o
mal: pues que a costa de ellos i mejor que todos ellos, vivan nuestros soldados
i marinos”.
(Citado, de los periódicos “El Independiente”, 06.02.1881, y “El Estandarte Católico”, 07.02.1881, en “La Guerra
del Pacífico y deberes de la
América ”, escrito por el periodista colombiano Adriano Páez y
publicado en 1881 en Bogotá, en la
Imprenta de Gaitán).
El historiador Julio Pinto, en una obra
de 2002, cita reveladoras palabras pronunciadas durante la Guerra del Pacífico por el
político liberal Isidoro Errázuriz:
“Por una circunstancia feliz, sin ejemplo
en la historia de las naciones, esta guerra en apariencia tan llena de peligros
ha sido para Chile una salvación, ha sido un negocio. Esta guerra vino a golpear nuestras puertas
cuando la crisis más desconsoladora por su interminable duración tenía
aletargados nuestra industria y nuestro comercio; cuando la falta de trabajo
llevaba el hambre y la desesperación a muchos hogares; cuando por la misma
razón, se multiplicaban los crímenes; en fin, hasta el tranquilo horizonte de
nuestra imperturbable paz interna comenzaba a cubrirse de nubes. La guerra lo ha cambiado todo: … “.
Errázuriz alude a la grave crisis de
1873-1878.
“Caracterización de los contingentes
movilizados a la Guerra
del Pacífico en Bolivia, Chile y Perú” es el título de la ponencia, publicada
en 2007, del doctor en Historia Carlos Méndez Notari.
Del contingente chileno copiamos los porcentajes que nos parecieron
más relevantes de los cinco aspectos investigados.
Procedencia
El 48,81%
procedía de la zona sur (desde Rancagua a Punta Arenas).
Promedio edad
El porcentaje más
alto (33,14%) entre 22 y 25 años.
Estado civil
El 63,95% era soltero.
Alfabetización
Lee y escribe:
61,05%.
Situación laboral
Profesionales y
Militares 6,51%
Comerciantes
6,51%
Campesinos 5,81%
Artesanos y
obreros 65,10%
Empleados 2,90%
Gañanes 9,88%
Estudiantes 2,32%
(Cada lector deberá sacar sus conclusiones).
1)
NE: Referente de este discurso nacionalista y racista que inmortaliza la figura
del roto chileno –asumido por el
gobierno liberal y la ciudadanía en general- es la voz conservadora de El
Independiente, cuyo redactor Zorobabel Rodríguez glorificaba las acciones de
Pisagua (02 noviembre de 1879) afirmando que “Chile tiene por qué estar
orgulloso de sus hijos” subrayando un mítico origen histórico de la raza
chilena compuesto por los “Los hijos del indómito Arauco […] los descendientes
de los héroes legendarios, cantados por Ercilla”, dando cuenta de una mezcla –
la raza – que además ha sido disciplinada, por el carácter europeo y por la
ciencia moderna (El Independiente, Santiago, 13 de noviembre de 1879, p. 1). Rodríguez
agrega argumentos que exacerban la “superioridad moral” de los chilenos, siendo
una cualidad transversal al encontrarse anidada en “ricos y pobres, hombres de
letras y hombres de negocios, los chilenos vivimos enamorados de la patria”.
Plantea además que esta característica nos diferencia de los pueblos enemigos:
“El infeliz indígena, – continua ‘El Independiente’ – que es la base del
ejército aliado, no conoce a la patria más que de nombre, ni conoce más que los
aspectos sombríos y odiosos de la vida civilizada”. La falta de progreso e ilustración
de estos habitantes, a diferencias de los ‘rotos chilenos’, explicarían la
incapacidad de estos pueblos de acercarse a sentimientos tales como el amor a
la patria. Y el soldado chileno “no es más que el roto chileno con uniforme
militar, he ahí nuestro héroe eterno y nuestro invencible generalísimo” (Ibíd). Extractado de Discursos racistas en Chile y Perú
durante la Guerra
del Pacífico (1879-1884) Juan Carlos
Arellano G. Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 38, n. 2, p. 239-264,
jul./dez. 2012.