Carretero y capataz, Atlas de la historia física y política de Chile por Claudio Gay, 1854.
“No hay, en efecto, en esta vida placeres más nobles, más puros, más dignos de una criatura racional que los placeres que proporciona la contemplación de lo verdadero y de lo bello. Ellos no son propios ni de una edad, ni de una estación, ni de un estado, ni de un clima: no dependen de la buena o mala voluntad ajena: no dejan ni vacío en el corazón ni remordimiento en la conciencia: no se desdeñan de los campos ni de las chozas, y sobreviven a todos los desengaños y a todos los desastres”.
Estas palabras, con las cuales es muy difícil no estar de acuerdo, las consignó el intelectual quillotano Zorobabel Rodríguez Benavides, en un artículo de la revista “La Estrella de Chile” (1869).
Al parecer, al decimonónico conservador Rodríguez no le eran indiferentes las condiciones de vida y trabajo del inquilinaje de las haciendas, inquilinos que vivían y trabajaban al interior de ellas. Así lo demuestran las siguientes citas:
En su novela “La cueva del Loco Eustaquio” (1863), Manuel, el protagonista, pregunta y doña Mercedes Alderete, la “mala” del texto, responde:
“_¿Son esclavos? le pregunté.
_Son inquilinos, que es peor, me contestó. El esclavo de las ciudades tiene derecho a pedir su carta de venta y lograr cambiar de amo, y éstos ni siquiera ese recurso pueden tocar …
“_¡Miserable condición! le dije.
“Y sin remedio, porque bastaría una ley para dar libertad a los esclavos y no habrá ley ninguna que pueda cambiar la suerte del inquilino, porque ella nace de la naturaleza de las cosas”.
Don Zorobabel en 1871 escribió:
“Todos, más o menos, tenemos una idea de ese ser semi-salvaje, semi-civilizado, semi-libre, semi-esclavo, que sin ser propietario…, y que designamos con el nombre, no muy propio por cierto, de inquilino.”
¿Exageraba nuestro multifacético personaje? Otras opiniones lo respaldan.
El célebre estudioso francés - chileno Claudio Gay es lapidario en su “Historia física y política de Chile” (1862): “En ningún país el trabajo de los campos es más pesado, más duro, más fatigante y más mal pagado”. Consideraba que el campesino era un siervo.
Citado por Hernán Ramírez Necochea en su clásico estudio sobre el movimiento obrero chileno (1956). Podríamos copiar juicios, en el mismo sentido, del mismo texto, de Benjamín Vicuña Mackenna, F. X. Rosales y Augusto Orrego Luco.
Por supuesto, no todos los miembros de la élite tenían el mismo espíritu crítico o autocrítico. Como ejemplo, leamos las palabras de Eduardo Matte, perteneciente a una familia de banqueros, que fue diputado, senador y ministro:
“Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”.
(“El Pueblo”, 19 de marzo de 1892).
Citado por Ramírez Necochea en página 198.
En todo caso, se agradece la franqueza, que ojalá existiera en nuestros días.
Por último, el 6 de mayo de 1888, el diario conservador “La Unión” de Valparaíso, cuyo redactor era Zorobabel Rodríguez, publicó un editorial, “singularmente valioso” según Ramírez. Un párrafo expresa:
“En resumen y compendiando lo expuesto en este artículo: el movimiento socialista no es en Chile un fantasma… sino un peligro que surge y un problema muy grave que se impone al patriotismo de los hombres previsores…”
Por su parte Benjamín Vicuña Mackenna, hace referencia a la Horrible situación de los inquilinos en un manuscrito de fecha 23
de septiembre de 1852 (1)
“Hoy 23 de septiembre de 52
hemos tenido con mi papá una conversación en la que él ha desplegado una
calorosa emoción sobre la suerte de estos desgraciados. Meditando sobre esto he
creído que con el plan siguiente podría establecer una reforma importante. Todo
hacendado está obligado a dar una cuadra de tierra con riego a su inquilino,
donde no haya agua la cantidad de terreno será en proporción a su calidad. El
inquilino pagará el rédito de 5% sobre el valor del terreno. El hacendado que
no consienta en esta transacción es libre de despedir a sus inquilinos. En este
caso el Estado los adopta y dedica medio millón de pesos a este objeto además
de todas las haciendas de los conventos y obras pías que se compraría a su
justo precio por la nación.
Además se establecería el
precio de dos reales como el mínimum del salario. A concluir mi papá exclamó:
«¡Cómo no nos ha de dar
Dios poder para hacer tan grandes cosas, es imposible que tan noble ambición no
sea protegida por la
Providencia !»
En la hacienda del
Totoralillo, departamento de Illapel, no se permite por su dueño don Diego
Infante criar cabras (que es la única industria de los habitantes de costa al
norte hasta Copiapó) porque pisan el pasto.
En Catapilco, departamento
de La Ligua , se
paga el salario la cuota justa, o diez y seis parte en cuero recortado
figurando una moneda y el resto en plata. El objeto de este sistema es obligar
al inquilino a que compre con la suela los efectos del bodegón de la hacienda
en el que se vende todo en 200 ó 300% de ganancia.
En Rantu, departamento de
Quillota, el inquilino es obligado a trabajar a valor todo el año, se le
arrienda una cuadra de tierra por diez fanegas o frijoles que importan treinta
o cincuenta pesos en los bueyes con que se impongan arriendos de seis reales al
mes, el caballo en que el arrendatario se transporta en su arriendo paga seis
reales también y no puede comer los seragos de las sementeras que son propiedad
del dueño.
El que arrienda ahora esta hacienda es D.
Joaquín Bascuñán y su dueña doña Mica Errázuriz. En Colmo, en corta diferencia
pasa otro tanto.
En Catemu, departamento de
Quillota, los Huidobros echan a todo inquilino que se trata con decencia, es
decir, que viste de paño y tiene prendas de plata, etcétera.
En el Maule el salario de
un peón es un real a la semana”.
1 En Archivo Nacional, Archivo Benjamín Vicuña Mackenna, volumen 411, f . 3 y vta. Incluido en
La "cuestión social" en Chile. Ideas y debates precursores : (1804-1902)
/ recopilación y estudio crítico de Sergio Grez Toso.