Cuando iniciamos la lectura
de la excelente y voluminosa biografía sentimental de Salvador Allende
G. (primera edición del 2007) no esperábamos encontrar en ella un personaje relacionado con
Quillota, pero el autor, Eduardo Labarca
(1938), escritor, periodista y abogado, profundo conocedor del personaje y su
entorno humano, nos sorprendió con la
Leo o Leíto Benavides “uno de los pilares femeninos
fundamentales de Allende”.
A continuación le cedemos
la palabra a Labarca: “Muy pocos conocen
en 1952 la relación de Salvador Allende con Leonor Benavides Bruce. El
candidato presidencial del Frente del Pueblo lleva el asunto con discreción. Leonor era
íntima amiga de Inés y Laura, hermanas
de Chicho, desde los tiempos que
estudiaban en la Monjas Francesas de Viña
del Mar. Las hermanas Allende y Leonor habían crecido prácticamente juntas y
frecuentado desde la adolescencia los mismos círculos de la aristocracia de Viña, las fiestas juveniles,
los paseos de la plaza o la avenida Perú. Dondequiera
que fueran, las tres llamaban la atención por su belleza y elegancia, Leonor y Laurita
especialmente por su
esbeltez y elevada estatura. Leonor Benavides había nacido en febrero de 1912 en el
seno del una
familia tradicionalista y ultracatólica. Al momento del
duelo era una bellísima
mujer de 40 años, garbosa y distinguida. Salvador Allende tenía 44. La
madre de Leonor, Blanca Bruce,
también muy hermosa, era de origen escocés. Algunos antepasados
de Leonor, por el lado paterno, habían luchado
por la independencia y otros, desde
el seno de las fuerzas realistas. Arturo Benavides Santos,
padre de Leonor, fue un personaje
excepcional y polivalente.
Se había
enrolado en el ejercito a los 14
años y había combatido durante toda la Guerra del Pacífico. Después de la
guerra se convirtió, sin estudios universitarios, en arquitecto autodidacta.
Ferviente católico y
conservador en política, durante la Guerra Civil de 1891 Arturo Benavides volvió a vestir uniforme, esta vez
para luchar al mando de un batallón contra Balmaceda. En
la batalla de Concón perdió
la pierna izquierda. Vuelto a la vida
civil, don Arturo Benavides se desplazaba con muletas
y a partir de 1903 fue elegido
alcalde de Valparaíso en representación
del Partido Conservador por
tres periodos consecutivos. Don Arturo Benavides enviudó
de sus dos primeras mujeres – la segunda era la madre de
Leonor – y se casó por
tercera vez. Un tiempo en que
sus negocios anduvieron mal, dejó a Leonor y tres
hijas del segundo matrimonio prácticamente encerradas en una casa en Santiago, mientras él
se iba a la Argentina. A la
vuelta se desempeñó
como director de “La Unión ”, el diario conservador de Valparaíso. Don Arturo
Benavides publicó unas apasionantes memorias de campaña titulada “Seis años de vacaciones”
y otros dos libros sobre la
Guerra del Pacífico. Leonor también estaba emparentada con María del Carmen Benavides Mujica; la “Beatita
Benavides”, a la que se rendía y
se seguirá rindiendo culto en
Quillota a la espera de que
el Vaticano se
decida a reconocer sus milagros.
Salvador y Leonor habían protagonizado
un romance juvenil en Viña y
cuando él partió a Santiago dedicado a la política, Leonor se
casó”.
El duelo mencionado
por Labarca enfrentó en 1952 a los
amigos Salvador Allende y Raúl Rettig. La reconciliación entre ambos
senadores no tarda en llegar. Eran amigos de Leonor. Para entender las
amistades y rupturas narradas
en el libro, obviamente, no basta con las
citas, hay que leerlo.
Después del golpe
de estado de 1973 la vida
de Leonor Benavides será de soledad. “Para
el plebiscito de 1988 revive”.
Falleció en una casa de reposo en un
año que ignoramos.
El tronco
de los Benavides porteños y quillotanos nombrados en
esta nota fue
don Francisco Benavides y
Gómez Verdugo, gaditano casado en la Ligua en
1769 con doña Francisca Javiera Mujica Tapia. Son los padres
de la “Beatita Benavides”, bisabuelos
de Arturo Benavides Santos, padre de
Leonor Benavides Bruce. El matrimonio
se radicó en Quillota. (Ver
nuestra nota “Lautaro, valiente perro quillotano”, mascota del regimiento de
Arturo Benavides).
Este año
salió la segunda edición del texto
de Labarca, con modificaciones.
Otras obras
de nuestro autor son: Tres libros periodísticos; “El turco Abdala y
otras historias” (1988) y las novelas
“Acullá” (1990), “Butamalón” (1994) y “Cadáver tuerto” (2005), premiada por
el Consejo Nacional del Libro
y la Lectura.