viernes, 3 de octubre de 2014

Fiestas Patrias en el Quillota de 1852


"Una Chingana". Claudio Gay. Album d'un voyage dans la République de Chili, Paris 1854.



El fallecido y recordado investigador del Museo Histórico y Arqueológico de nuestra ciudad Eduardo Linqueo transcribió la siguiente crónica del periódico “El Diario” de Valparaíso, publicada el 5 de octubre de 1852, con el título “Las fiestas de Setiembre en Quillota”, escrita por C. de la C. el 27 de septiembre del año consignado.

NE: Nos permitimos no considerar los párrafos iniciales.


"La Ciudad marítima inició sus fiestas el 15, Quillota el 18 mismo. En el Sol cuyos rayos los chilenos atisban para descubrirle sus cabezas, para atisonar los aires con el imponente estruendo de las armas, para entonar himnos de gloria, a esa misma gloria, asomó para este pueblo entusiasta cuando un triple caso aguardaba en el anfiteatro de la plaza.

En el cerro denominado Mayaca, hiciéronse las salvas de artilleria por ordenanzas prescritas y esa fue la primera señal del placer no interrumpido hasta el 20 inclusive. Entonces el Himno patriótico de Chile por un coro de bellas señoritas primero, voluntario sacrificio de esas flores delicadas que no temieron sin embargo retar orgullosas las heladas brisas que soplaban de oriente, ni sospecharon siquiera que las gotas del relente de una mañana brumosa, podrian imprimir el malestar para el resto de esos días. Loor y gratitud para ellas.

Sucesivamente continuaron los alumnos del colejio municipal de niñas y las de hombres, aquellas vestidos de los colores nacionales, estos llevando a la cabeza el gorro de la libertad.

El anfiteatro por los cuatro puntos cardinales ofrecia a la distancia la lectura de nombres venerados para Chile, nombres que representan la Independencia Americana. Notamos con suma complacencia que figuraba el de uno de nuestros próceres mas populares y estimados, de una de nuestras glorias vivientes cuya dicha de queria sus destinos todavía posee la venturosa capital del comercio.

En el centro justamente se elevaba el pabellón nacional, y a su pie se divisaban las figuras notables y queridas de Dueñas y de Gac, ídolo el primero del Departamento todo, ídolo el segundo de los hombres de armas. Acompañaban a estos varios regidores y vecinos cuando de un lado el circulo la banda de música, y de otro la numerosa juventud de Valparaíso que ciertamente no negó su presencia a tan agradable principio de dia.

Algunas horas después tuvo lugar la misa de gracias concurrida por las corporaciones civiles y militares aunque extrañábase con razón la inasistencia de la mayor parte de las damas notables de la Ciudad, y un orador de la órden de los regulares franciscanos pronunció, aunque con excesiva modestia, una oración a la verdad bastante oportuna y adecuada. Refirió con fino y propiedad las consiguientes aflicciones de los Pueblos, en unos casos las indefinibles alegrias de los mismos, en otros hasta que quedó establecida la independencia nacional y terminó escitando el patriotismo chileno a la unión y al reconocimiento debido al Supremo Regulador del destino de las naciones, únicos e indispensables elementos para la felicidad de los Estados.

El Sol del gran dia, todos lo sabemos por experiencia es demasiado presuroso. Bien preciso pues en occidente ocultó sus resplandores, dando su adiós con promesa de vuelta, a los hijos de Chile que con tanto orgullo y placer celebran su aparición.

Para consolarnos de esta despedida del astro de las luces, las calles fueron iluminadas y la autoridad local tenia de antemano órdenes impartidas para que se prendiesen en la plaza castillos, volcanes y jardines de fuego. Aquellos simbolos de la fuerza en nuestras ciudades del litoral, los otros que recuerdan las que existían al pie de las altaneras montañas de los Andes y los últimos podría propiamente decirse que presentaban la prodigiosa fecundidad de nuestras provincias centrales, bajo cuyo aspecto por otra parte tiene ganado tan notorio lugar el Departamento de que tratamos.

Como este es un Pueblo que carece de coliseo la sociedad constituyendo reuniones en uno u otro de los hoteles principales, ya en casas particulares, se indemniza nos parece ventajosamente de aquella falta.

Tres reuniones por mas numerosas que sean ofrecen el dulce encanto que el aire suave de familia comunica a todas ella esa agradable jovialidad que proviene estar diremos asi, entre los suyos, y realmente es una especialidad tal vez propia solo de ese pueblo, porque todos los de la buena sociedad se hallan relacionados entre si, ya por los vinculos de sangre, ya por los menos fuertes lazos de la eterna amistad. La noche del 18 terminó con una de estas reuniones en el nuevo hotel del ferro-carril.

El 19 dia de parada militar y de la salida de las tropas a un hermoso e inmediato campo, formaron en la plaza como a las once. Se hallaban en ella a un costado el batallón de infanteria, con otros tres escuadrones de caballería, los que despues de algunas evoluciones desfilan hacia el lugar indicado.

El Gobernador mandaba en jefe la línea, circunstancia que no tiene muchos precedentes, y a causa según parece, de que ambos comandantes de infanteria y de caballería abrigaban la persuasión de no solo asistirles justos títulos a cada uno para ese mando, sino que cada uno de ellos lo consideraban como el cumplimiento de un deber inescusable, resultando que darle la preferencia al uno o al otro de los jefes podrían sobrevenir desagradables desidencias.

En tal emergencia halló medio prudente el señor Gobernador de hacerla desaparecer inspirado por esos principios de benevolencia y conciliación que tal general estima le ha grangeado. El arbitrio que produjo este exelente resultado, fue disponerse el mismo a la penosa molestia del comando, molestia amparada por las circunstancias de no pertenecer a la profesión de armas.

Al fin llegando al campo las divisiones de las dos armas, en sus marchas, contramarchas, ataques y demás evoluciones dieron prueba de que saben reunir la destreza y conocimiento de su carrera, el valor y decisión que en circunstancias dadas siempre mostraran.

No era dificil observar en la oficialidad, a la que distinguia la marcialidad de su porte, la notable complacencia de que se hallaba poseida porque exhibiendo a los extraños la pericia de sus soldados, era a la vez mostrar a sus jefes el testimonio vivo de sus afanes, aparte de la satisfacción que esperimenta siempre el que ve coronada sus obras.

Tan henchidos de orgulloso placer se han sentido a su vista algunos vecinos que han enviado con previo permiso sus obsequios a la tropa. Es sensible que un cuerpo al que no puede negarse moralidad, valor y aplicación, se halle forzado a presentar y formar menos que la mitad del número de plazas de que consta por la miserable falta de vestimentas.

Despues de tirar seis o siete mil cartuchos se les dio descanso. Repartiendose los soldados a refrescar de las fatigas del trabajo y de los ardorosos rayos del sol de verano que alumbró ese día.

Mientras todo lo mas selecto del pueblo incluida la entusiasta juventud porteña pasaron a la carpa que el comandante Gac tenia preparada con suma abundancia en obsequio a sus oficiales y a todos sus amigos. La franca cordialidad de la invitación a puerta abierta pusieron colmo a la alegría y despues de algunos brindis inspirados unos por los serios recuerdos de la patria, otros por la jovialidad; se dio la señal de reunión, y formadas las tropas volvieron con orden a sus lugares, no dando otros indicios  e exceder la estricta disciplina militar, que en los vivas incontenibles y frenéticos hacia su Gobernador y comandante.

En esta noche repitieronse los fuegos artificiales de la anterior despues de los que las jentes según su clase y condición, pasaron a las fondas formadas al efecto en varios puntos de la ciudad, y otrosa las Chinganas de la Cañada. Los elementos primordiales y constitutivos de las fiestas eran tres. El uno aquel dulce pero veleidoso licor americano que el cristal colora de rosa: El otro las pulsaciones alegres, caprichosas y alarmantes de ese instrumento que el buen gusto solo puede oir con delicias, cuando sus ricas armonias los acarrea la mano ejercitaba de algún ciudadano de la república vecina: y el último era aquel novilísimo e histórico instrumento que no sabemos porque en nuestros días a tan humilde espera ha bajado, aquel triangulo de madera de pateticos y quejumbrosas vibraciones que otro tiempo hiciera arrancar y concebir lágrimas y sublimes pensamientos; instrumento y memoria de los pasados siglos teñidos por las manos venerables de patriarcas y profetas.

La buena sociedad para esa noche, se tenia también preparado en el mas antiguo de los hoteles su ambigú y tertulia: esta fue sin disputa mas concurrida y animada, mas franca y placentera que la anterior.

Apurada pues la copa de los goces en dos días continuos, ya el 20 era notable el decaimiento físico en gran parte, ya fuera también que en la juventud se operase la reacción seria del espíritu sobre el encivamiento del placer, lo cierto es que advirtio algún movimiento de marchas individuales, especialmente en aquellos, que por lo apremiante de sus ocupaciones no les era dado prolongar tan agradables como fujitivos momentos.

Sin embargo allá a la caida de la tarde, la plaza volvió a ofrecer algunos motivos de vida, así por los paseantes, como por los entretenimientos llamados del anillo. Luego las indesisas luces del crepúsculo atrayeron a algunos de los mismas graciosas figuras que habían entonado el himno patrio en la aurora de Septiembre. Parece que los señores Dueñas, Gac, Cabrera, Echeverria y otros comprendieron lo valioso del instante y al minuto cantose por última vez.

Mas esta concluida la noche ya se insinuaba, y el señor Echeverria improvisó una reunión, que aunque en el número de los dados, fue mas viva y animada que las primeras, esta puso término a todo, dejándose gratos recuerdos de la fina amabilidad de la casa.

Y a propósito señor corresponsal del Mercurio en Quillota, los porteños nada os respondieron por escrito a la generosa invitación que por este Diario los hicisteis de pasar el 18 en vuestro pueblo; pero ellos guardando silencio unos días, respondieron puntuales al espíritu de vuestro llamado, presentandose en considerable número a vuestras puertas".