viernes, 2 de enero de 2015

La fantasía y los vampiros ¿el fin justifica los medios?



Siempre se está mencionando, en forma casi majadera, que los jóvenes no muestran interés en la lectura, algo que los datos enfatizan, sin embargo éstos también amplían este déficit a los adultos. Según una encuesta realizada por Fundación de la Fuente, arroja que un 53% de los encuestados es no lector, o sea lee nunca o casi nunca. Por lo que, esto de no leer se está haciendo un hábito, una marca país como suelen decir los publicistas. Por eso mismo, antes que esta profecía se cumpla debemos poner freno a esta inacción en donde todos los componentes fallan quizás no intencionalmente pero si al unísono. Y quizás también, deberíamos plantearnos si algunas temáticas pueden destrabar un poco este círculo vicioso, como puede ser lo fantástico en todas sus variantes.

Ya que la magia, lo fantástico, la literatura infantil y juvenil, hoy por hoy están de la mano.  Son innumerables los libros que nos llevan a estos tópicos, el ya famosísimo “Harry Potter” que se transformó en una saga, de 7 tomos, transformando a su autora J.K. Rowling, de una desempleada que sólo se podía dar el lujo de ir a una cafetería y escribir, según cuenta  el casi mito urbano que es su biografía oficial, en las servilletas, mientras mantenía sola con un paupérrimo bono asistencial  a su hija de pocos meses.  En tanto en la literatura juvenil, la historia no es muy distinta, Stephenie Meyer, una recepcionista, de religión mormona, un día se despierta y no puede olvidar un sueño que termina convirtiéndose en el origen de “Crepúsculo”, una novela en donde los vampiros, por lo menos los protagonistas, son irresistiblemente apuestos, inteligentes como nadie a pesar que tienen centenares de años y aún están en educación media y derrochan poderes sobrenaturales, todo en un manto de romanticismo como los de antaño. Después, han sido muchísimas las novelas de magia, de vampiros o seres sobrenaturales las que han colmado, no solo las estanterías sino también la pantalla con series de televisión que giran en torno a la misma temática y obviamente el cine, con las películas basadas en todos estos éxitos multimillonarios que hoy nos entrega cada vez más seguido la industria editora.

Junto con estas cifras estratosféricas en ganancias, consideremos que la autora de Harry Potter ha amasado una fortuna de  más 500 millones de libras haciéndola merecedora de ser mencionada en la lista Forbes y Meyer ha vendido la friolera de 100 millones ejemplares de su novela rosa-vampírica.  Con estas cifras queda claro que los no lectores han comenzado a comprar, consumir o simplemente leer, como prefiera usted denominarlo.

Con todo esta avalancha de promociones, películas, actores guapísimos y tramas fáciles de leer, que se acomodan como guante al público objetivo, o sea los niños y jóvenes, éstos se han fanatizado a tal punto, que es muy común no sólo en el extranjero sino también en Chile, que existan clubes, en donde sus miembros leen cada libro una y mil veces, recitan párrafos, se visten como sus personajes predilectos, y logran lo que jamás ningún profesor con toda la vocación del mundo, ni ningún plan lector estatal pudo: lograr que ellos, leyeran voluntariamente.

Pero, la pregunta es: ¿Es esta la forma de crear hábito lector?,  produciendo no sólo libros en serie, ambos tienen un esquema que ha sido repetido hasta el cansancio, sino también consumidores de tales productos.

¿Qué podemos hacer frente a este fenómeno?, ¿impedirlo?, imposible a esta altura; ¿incluirnos?, tampoco, las edades están fieramente delimitadas en tales grupos. Y lo peor del caso, cual paradoja, ¿qué se puede hacer frente a estos jóvenes que leen?, y lo hacen con una pasión que ya quisieran los que promovemos la lectura.

Sólo me queda pensar que quizás, a veces, el fin justifica los medios.
Porque, las cifras no dan tregua, porque sólo el 26% de los chilenos lee habitualmente.  ¿Cómo revertir esto?, ¿cómo acercar a los jóvenes y a los no tanto?, a la aventura que es leer, ¿de esta forma? ¿Inventando y reinventando, sagas, monstruos bien parecidos  que prometen amor eterno?
¿Es la fantasía el medio o el fin?,  aunque ya sabemos que lo económico tiene un rol relevante, no queda del todo claro.

Pero, dejemos esta pregunta en el tintero y acerquémonos un poco más a nuestra realidad provinciana. 

¿Es la novela fantástica juvenil algo lejano?, si la respuesta que dará es un no, déjeme contarle que está equivocado. Porque acá en Quillota, sí, en Quillota, una joven de sólo 18 años (en el 2012) escribió y logró publicar una novela de esas, que hablan de magia.  En este caso de Neomagia, para los que no saben, el poder que tendrían algunos para controlar la energía que liberan. La editorial elegida por ella para concretizar su proyecto, fue Puerto de Escape.

¿Quién es ella, la autora y cuál es su novela?

Bueno, se las presento, su nombre es Camila Trabucco, egresada del Colegio Valle del Aconcagua y su novela primigenia lleva por título “Candragar”, que es como se denomina el juego, en donde sus protagonistas deben y pueden, viajar en el tiempo en busca de un amuleto. Claro que nada es perfecto,  al igual que en la realidad,  algo no sale como lo esperado, y con estos viajes del futuro al presente y viceversa, el curso de la historia de la humanidad cambia.

De dónde surgió esta historia, a parte de su imaginación y el trabajo arduo, del  sueño de Camila de niña en el cual deseaba  viajar en el tiempo. Y pudo concretarlo en esta narración y con creces, ya que en la novela, su protagonista, que en un comienzo eran simplemente ella misma y una amiga, viajan por las pirámides de Egipto, la Isla Juan Fernández, una antigua cárcel de patriotas chilenos, entre otros casi imposibles y envidiables escenarios.


Pero retomemos nuestra pregunta, ¿es válida cualquier temática, para lograr atraer a la lectura a los jóvenes y no tanto?  Los puristas me dirán un no rotundo, pero yo creo que se debe comenzar a leer, a sentirse atraído por la acción de tomar un libro e imbuirse en él y si la fantasía desbordada o no,  logra dar ese empujón, entonces por qué no atreverse a comenzar así. Después, veremos cómo afinar el pulso, cómo separar las aguas, pero mientras tanto impulsemos los pocos y loables proyectos literarios, llenos no sólo de fantasía sino también plenos de ilusión.


Marcela Poblete Cruz
Diplomada en Fomento de la Lectura y Literatura
 Infantil y Juvenil 
Pontificia Univ. Católica de Chile