Siempre se está
mencionando, en forma casi majadera, que los jóvenes no muestran interés en la
lectura, algo que los datos enfatizan, sin embargo éstos también amplían este
déficit a los adultos. Según una encuesta realizada por Fundación de la Fuente,
arroja que un 53% de los encuestados es no lector, o sea lee nunca o casi nunca.
Por lo que, esto de no leer se está haciendo un hábito, una marca país como
suelen decir los publicistas. Por eso mismo, antes que esta profecía se cumpla
debemos poner freno a esta inacción en donde todos los componentes fallan
quizás no intencionalmente pero si al unísono. Y quizás también, deberíamos
plantearnos si algunas temáticas pueden destrabar un poco este círculo vicioso,
como puede ser lo fantástico en todas sus variantes.
Ya que la magia,
lo fantástico, la literatura infantil y juvenil, hoy por hoy están de la
mano. Son innumerables los libros que
nos llevan a estos tópicos, el ya famosísimo “Harry Potter” que se transformó
en una saga, de 7 tomos, transformando a su autora J.K. Rowling, de una
desempleada que sólo se podía dar el lujo de ir a una cafetería y escribir,
según cuenta el casi mito urbano que es
su biografía oficial, en las servilletas, mientras mantenía sola con un
paupérrimo bono asistencial a su hija de
pocos meses. En tanto en la literatura
juvenil, la historia no es muy distinta, Stephenie Meyer, una recepcionista, de
religión mormona, un día se despierta y no puede olvidar un sueño que termina
convirtiéndose en el origen de “Crepúsculo”, una novela en donde los vampiros,
por lo menos los protagonistas, son irresistiblemente apuestos, inteligentes
como nadie a pesar que tienen centenares de años y aún están en educación media
y derrochan poderes sobrenaturales, todo en un manto de romanticismo como los
de antaño. Después, han sido muchísimas las novelas de magia, de vampiros o
seres sobrenaturales las que han colmado, no solo las estanterías sino también
la pantalla con series de televisión que giran en torno a la misma temática y
obviamente el cine, con las películas basadas en todos estos éxitos
multimillonarios que hoy nos entrega cada vez más seguido la industria editora.
Junto con estas
cifras estratosféricas en ganancias, consideremos que la autora de Harry Potter
ha amasado una fortuna de más 500
millones de libras haciéndola merecedora de ser mencionada en la lista Forbes y
Meyer ha vendido la friolera de 100 millones ejemplares de su novela
rosa-vampírica. Con estas cifras queda
claro que los no lectores han comenzado a comprar, consumir o simplemente leer,
como prefiera usted denominarlo.
Con todo esta
avalancha de promociones, películas, actores guapísimos y tramas fáciles de
leer, que se acomodan como guante al público objetivo, o sea los niños y
jóvenes, éstos se han fanatizado a tal punto, que es muy común no sólo en el
extranjero sino también en Chile, que existan clubes, en donde sus miembros
leen cada libro una y mil veces, recitan párrafos, se visten como sus
personajes predilectos, y logran lo que jamás ningún profesor con toda la
vocación del mundo, ni ningún plan lector estatal pudo: lograr que ellos, leyeran
voluntariamente.
Pero, la pregunta
es: ¿Es esta la forma de crear hábito lector?,
produciendo no sólo libros en serie, ambos tienen un esquema que ha sido
repetido hasta el cansancio, sino también consumidores de tales productos.
¿Qué podemos
hacer frente a este fenómeno?, ¿impedirlo?, imposible a esta altura;
¿incluirnos?, tampoco, las edades están fieramente delimitadas en tales grupos.
Y lo peor del caso, cual paradoja, ¿qué se puede hacer frente a estos jóvenes
que leen?, y lo hacen con una pasión que ya quisieran los que promovemos la
lectura.
Sólo me queda
pensar que quizás, a veces, el fin justifica los medios.
Porque, las cifras no dan tregua, porque sólo el 26% de los chilenos lee habitualmente. ¿Cómo revertir esto?, ¿cómo acercar a los jóvenes y a los no tanto?, a la aventura que es leer, ¿de esta forma? ¿Inventando y reinventando, sagas, monstruos bien parecidos que prometen amor eterno?
Porque, las cifras no dan tregua, porque sólo el 26% de los chilenos lee habitualmente. ¿Cómo revertir esto?, ¿cómo acercar a los jóvenes y a los no tanto?, a la aventura que es leer, ¿de esta forma? ¿Inventando y reinventando, sagas, monstruos bien parecidos que prometen amor eterno?
¿Es la fantasía
el medio o el fin?, aunque ya sabemos
que lo económico tiene un rol relevante, no queda del todo claro.
Pero, dejemos
esta pregunta en el tintero y acerquémonos un poco más a nuestra realidad
provinciana.
¿Es la novela
fantástica juvenil algo lejano?, si la respuesta que dará es un no, déjeme
contarle que está equivocado. Porque acá en Quillota, sí, en Quillota, una
joven de sólo 18 años (en el 2012) escribió y logró publicar una novela de
esas, que hablan de magia. En este caso
de Neomagia, para los que no saben, el poder que tendrían algunos para controlar
la energía que liberan. La editorial elegida por ella para concretizar su
proyecto, fue Puerto de Escape.
¿Quién es ella,
la autora y cuál es su novela?
Bueno, se las
presento, su nombre es Camila Trabucco, egresada del Colegio Valle del
Aconcagua y su novela primigenia lleva por título “Candragar”, que es como se
denomina el juego, en donde sus protagonistas deben y pueden, viajar en el
tiempo en busca de un amuleto. Claro que nada es perfecto, al igual que en la realidad, algo no sale como lo esperado, y con estos
viajes del futuro al presente y viceversa, el curso de la historia de la
humanidad cambia.
De dónde surgió
esta historia, a parte de su imaginación y el trabajo arduo, del sueño de Camila de niña en el cual
deseaba viajar en el tiempo. Y pudo
concretarlo en esta narración y con creces, ya que en la novela, su
protagonista, que en un comienzo eran simplemente ella misma y una amiga,
viajan por las pirámides de Egipto, la Isla Juan Fernández, una antigua cárcel
de patriotas chilenos, entre otros casi imposibles y envidiables escenarios.
Pero retomemos
nuestra pregunta, ¿es válida cualquier temática, para lograr atraer a la
lectura a los jóvenes y no tanto? Los
puristas me dirán un no rotundo, pero yo creo que se debe comenzar a
leer, a sentirse atraído por la acción de tomar un libro e imbuirse en él y si
la fantasía desbordada o no, logra dar
ese empujón, entonces por qué no atreverse a comenzar así. Después, veremos
cómo afinar el pulso, cómo separar las aguas, pero mientras tanto impulsemos
los pocos y loables proyectos literarios, llenos no sólo de fantasía sino
también plenos de ilusión.
Marcela Poblete Cruz
Diplomada en Fomento de la Lectura y Literatura
Infantil y Juvenil
Pontificia Univ. Católica de Chile