miércoles, 22 de abril de 2015

Un presidente desterrado en Quillota


Francisco García Calderón Landa (1834 - 1905), presidente peruano cautivo en tierras chilena, tuvo a Quillota por residencia temporal obligada.

La persona aludida  en el título es el jurista peruano Francisco García Calderón Landa (1834 – 1905), considerado  en su  país un héroe civil de la Guerra del Pacífico. Fue senador, académico de la lengua, rector universitario, hombre de letras, ministro. Su obra “Memorias del cautiverio”, publicada en 1949, narra su  estadía en Quillota y Rancagua con su  esposa  Carmen Rey, quien arribó embaraza y dio a luz a su primogénito en Valparaíso (1). Nuestro  personaje recuperó su  libertad en mayo de 1884 y después de vivir en Buenos Aires y Europa regresó a Lima  en 1886.

Veamos, ahora, algunos datos  sobre otras  autoridades peruanas: Cuando en 1879  estalló la guerra, el presidente del Perú era  el general Mariano Ignacio Prado, quien  después  de la  derrota peruana  en la  campaña de Tarapacá viajó  al  extranjero (¿huyó?), lo sucedió el vicepresidente general La Puerta que, sin apoyo, fue  desplazado por  el  abogado, periodista, ministro Nicolás de Piérola, dictador desde 1879 a 1881. Después de la  entrada  en Lima del ejército  chileno (17 de enero de 1881), Piérola encabeza  la resistencia desde Ayacucho. Desde el 4 de mayo del mismo  año, el  contraalmirante Patricio Lynch asume  el mando  político  y militar del Perú por más de 3 años.

Sin Piérola  y  antes de asumir Lynch, Francisco García Calderón, el 22 de febrero de 1881, fue  elegido por  los “vecinos notables” de Lima  como  Presidente provisional del Perú con sede en Chorrillos.

Casi  nueve meses después, el presidente fue apresado junto a su Ministro  de Relaciones Exteriores y deportados a Chile (6 de noviembre  de 1881) ¿Motivos? García Calderón  no  aceptó las  exigencias chilenas para firmar  la  paz, en especial la cesión de Tarapacá.

El 11 de febrero de 1882 se suscribió  el acuerdo de Viña del Mar entre el canciller chileno José Manuel Balmaceda y William Henry Trescot, enviado en misión  especial por  el secretario de estado norteamericano  James G. Blaine. Las condiciones de Chile fueron, entre otras,: la entrega de Tarapacá a Chile, la ocupación de Tacna y Arica por un lapso de diez  años, al término de los cuales Perú debería pagar a Chile  veinte millones  de pesos o ceder ambas provincias (2).

La ingerencia de  EE.UU., a favor de Perú, que se agudizó con Blaine, no era desinteresada, ya que, por ejemplo, el Ministro (embajador) Hurlbut “llegó a un  acuerdo con  el Perú, en virtud del  cual este  país  cedía a los  Estados Unidos el puerto de Chimbote para que allí se estableciera una base  naval norteamericana” (3).


Tras terminado el conflicto armado, la paz establecida modificaría dramáticamente la distribución territorial de las naciones involucradas. García Calderón no pudo evitar la cesión de territorios peruanos. (Mapa editado por Colton 1855).

Lamentablemente,  sobre el libro de Calderón “Memorias del cautiverio” sólo tenemos las referencias que  el Dr. peruano Miguel de Althaus hace en su ensayo “Apuntes para un estudio sobre la legalidad organización jurídica y sociedad en Chile hasta la Guerra del Pacifico” (4). En la página 12 cita al autor:

“Se practicaron a fines de 1881 y principios de 1882, elecciones populares de senadores, diputados y municipalidades. Me encontraba entonces prisionero en Quillota, y tuve ocasión de ver que  aún  cuando  había  candidatos apoyados por el Gobierno y otros que sostenían la oposición, que según  se me  dijo, contaban con la  voluntad de la mayoría de los  electores, la elección  favoreció a los  candidatos oficiales; y no  hubo esa lucha o siquiera esa  agitación que es natural, y que existe donde quiera que hay elecciones populares. La explicación de  este hecho se me dio por algunos  vecinos. La autoridad política, me dijeron, tiene como deber principal el  triunfo del Gobierno en las elecciones. Si lo consigue, permanece en su  puesto; y si es lo contrario, se le reemplaza inmediatamente”.

Gobernaba Chile Domingo Santa María González.

En la página 22 nos  informa  que  en el capítulo VIII  de las memorias hay un análisis sobre las  clases sociales chilenas y en la  24 el  articulista consigna que  el memorialista en el capítulo IX vuelve sobre el tema  de la pena de azotes. Althaus  señala que el texto de García Calderón fue escrito en 1883.

Notas

1 “De doscientas seis páginas, escritas de puño y letra, constan las memorias que escribió al salir del duro cautiverio en Chile el Presidente mártir, el Presidente del Gobierno de la Magdalena Don Francisco García Calderón. A fin de no enturbiar la atmósfera política de entonces y deseando no agravar con acedos comentarios la dolorosa postración en que se hallaba el Perú después de la guerra con Chile, mi padre conservó inédita hasta su muerte esta obra fundamental para la historia patria (…) Quiso intitular su obra Las Repúblicas hispanoamericanas y una buena mitad de este libro puede justificar ese título. Con fervor quijotesco, García Calderón predicaba la confraternidad de nuestras repúblicas y panamericanismo antes de que ello se tomase moda corriente. Genial acierto y osada actitud fue la de afirmar esa hermandad efectiva cuando él acababa de sufrir en Chile el más ominoso cautiverio”.

Así reseña Ventura García Calderón Rey, en la Nota Preliminar, las “Memorias  del Cautiverio” escritas por su padre. Este “panamericanismo” sería también la motivación del trabajo intelectual de su hermano Francisco (el nacido en Valparaíso), cuyas impresiones sobre la historia y futuro de las naciones americanas serían  contenidas en sus dos obras fundamentales, escritas en Francia: “Las democracias latinas de América” (1912) y “La creación de un continente” (1913). N.E.

2 Trescot tuvo intenciones de visitar a García Calderón en Quillota para darle a conocer en forma personal la decisión norteamericana de no intervenir a favor de Perú con perjuicio de los intereses chilenos y que no veía la manera de evitar la cesión a Chile de la Provincia de Tarapacá. Finalmente este encuentro fue impedido por el gobierno chileno, al conminarlo Balmaceda, entonces Canciller, para que el objetivo de su visita se hiciera público. El plenipotenciario desistió enviándole una carta de excusa al cautivo.

3 “Historia del Imperialismo en Chile” (1960): Hernán Ramírez Necochea.

4 El Dr. Althaus estudia la configuración del Estado y la sociedad chilenas en la época de la Guerra del Pacífico y postula la hipótesis:"En Chile existía un abismo social y sobre ese abismo se erguía un Estado moderno para la época” para concluir en una apreciación sobre la importancia y los límites que tal situación tuvo en las contingencias de la Guerra del Pacífico. Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, no.38, 1984.- N.E.

Otros autores consultados:

“Chile y Perú en tiempos de la Guerra del Pacífico” (1992): Albert Davin.

“Pax castrense en la frontera norte” (2004): Sergio González Miranda, revista “Universum”.

“La intervención norteamericana durante la Guerra del Pacífico” (1970): William F. Sater, Boletín de la Academia Chilena de la Historia.

“Los Juristas de la República del Perú en el Siglo XIX: Francisco García Calderón Landa” (2001): Jorge Basadre Ayulo, Revista de Estudios Históricos-Jurídicos