Casi
medio siglo después del relato de Estrada, las Vendedoras de frutas en la Estación Quillota ,
siguen siendo parte del álbum de personajes típicos chilenos. Así lo atestigua
la fotografía de autor desconocido, del año 1911, contenida con esa rúbrica en la Biblioteca Digital
“Trapalanda”, República Argentina.
A don Santiago
Estrada (1841-1891), periodista, literato y diplomático argentino -personaje
de vocación conservadora, prolífica actividad intelectual y una irrenunciable
vocación de viajero-, debemos el relato sobre su paso en ferrocarril por
nuestros valles rumbo a Valparaíso; crónica publicada en el número 3 de “El Americano”, París, abril 7 de 1873,
como parte de sus “APUNTES DE VIAJE: DEL PLATA Á LOS ANDES — DEL MAR PACÍFICO AL MAR
ATLÁNTICO” (1), la que hoy podemos compartir gracias a la monumental tarea
de digitalización realizada por la Biblioteca Nacional
de España:
“Nuestros
antepasados habrían conceptuado visionario al que les hubiera dicho que la voz
de las locomotoras perturbaría en el porvenir el silencio imponente de los
Andes.
En
efecto, parece fabuloso que un convoy de carros movidos por el vapor atraviese
los desfiladeros de la cordillera(2). La fábula antigua no ha creado imagen mas
fantástica. La locomotora que llega á la cumbre de la montaña respirando penosamente,
empañando la atmósfera con su aliento entrecortado por la fatiga, es el gigante
vencedor de la agreste naturaleza.
Al
llegar á la estación do Montenegro se presenta una escena muy animada. En su
plataforma están agrupados, esperando al tren, mujeres, niños, viejos y
mendigos. Estos piden limosna, aquellos venden biscochuelos, unos ofrecen agua
en botellas, otros presentan por las ventanillas de los carros pan y quesos de
cabra.
La curva
vecina á Montenegro es una obra atrevida. Tiene la forma de un arco armado: es
el semicírculo de hierro por el cual pasa volando la locomotora.
Mirado
el tren desde las ventanillas del centro, parece una serpiente que intenta morderse
la cola.
El
puente de los Maquis, suspendido sobre los abismos, da la idea de una gran
hamaca amarrada á las montañas.
La
locomotora sale de los abismos para penetrar en el corazón de los cerros. El
túnel del Tabón sigue al puente de los Maquis. Un momento después que el
pasajero vuelve á contemplar la luz, aparece ante sus ojos el precioso y
cultivado valle de Llaillai. En este sitio se cambian los trenes, se recibe á los viajeros de los Andes y almuerzan los
transeúntes.
Calera
es célebre por su cal, blanca como el alabastro y por sus uvas que recuerdan
las de Canaan. Apenas se pasa la
Calera , se encuentra el canal Waddington por medio de este
acueducto se trataba de proveer de agua potable á la ciudad de Valparaíso. El
rio Aconcagua estaba llamado á apagar la sed de aquella vecina de la mar
salada.
La estación de Quillota es el mercado donde se
proveen los pasajeros de flores y frutas. En ella se espenden las mejores
peras, las mas dulces naranjas, las mas exquisitas chirimoyas y lúcumas.
Los chiquillos mercan diarios viejos que hacen
pasar por nuevos, las muchachas venden flores y los hombres frutas de dudosa
propiedad.
Los gritos de los vendedores y el clamoreo de los
niños que rodean á los que bajan en la estación, la convierten en una verdadera
Babel (3).
Quillota está á cuatro horas y veinte minutos de
Santiago. Cinco mil personas habitan la que debió ser capital de la República de Chile, por
su vecindad al puerto y la abundancia de minerales de plata.
La población está rodeada de cerros cultivados y
de magníficos sembrados. A su derecha se eleva majestuoso el cerro de la Campana , desde cuya cumbre
se ve la ciudad de Valparaiso en los días despejados.
El valle de Quillota, monótono y triste para
algunos, tiene para mi cierto encanto que me obliga á pensar en las delicias campestres
cantadas por los poetas latinos.
Aquel pedazo de tierra revela la actividad de una
población honesta y laboriosa.
Una arboleda frondosa y variada sombrea el lugar,
que parece ser la tierra primitiva del peral, del lúcumo, del chirimoyo y del
manzano.
Pasada la estación de Quillota los huertos se
suceden: al pié de los cerros se elevan numerosos plantíos de pinos, nogales y
parras.
El túnel
de San Pedro, que mide novecientos metros, es una de las obras mas difíciles de
este camino.
El
pasajero contempla en Limache un lindo paisaje, formado por las fábricas allí
establecidas y los árboles que sombrean los edificios adyacentes.
En este
pedazo de tierra, al parecer trasportado de Inglaterra, se encuentran los talleres
de la fundición de máquinas y cañones conocida con el nombre de Maestranza de
Limache.
Hay,
además, una gran fábrica de tejidos de cáñamo: aquella pertenece al gobierno y
esta á una sociedad particular.
El pozo
artesiano de Quilpué se encuentra á pocos quilómetros de Limache. Entre Guilpué
y el Salto acaba de construirse un nuevo túnel para evitar el paso de cinco
puentes de madera que no están en buen estado. El nuevo túnel mide ciento diez
metros de largo.
Viña del
Mar es la penúltima estación del camino.
Esta
pequeña estación presenta un aspecto muy pintoresco. Un marco de álamos
encierra el paisaje formado por las casas, los huertos y los jardines del pueblecito.
Al llegar á este lugar, el dia en que lo conocí, experimenté un movimiento de
placer.
El hijo
de la tierra, rodeada por la pampa y los grandes horizontes del Plata, volvía á
contemplar una extensión cuyos límites no podía medir con la mirada.
Mi
espíritu, reconcentrado por el espectáculo de las montañas, se deleitó en
presencia de la inmensidad, al escuchar el canto del pescador que surcaba las
aguas, al oir el ruido atronador de las olas que azotaban la costa y las
murallas de Valparaiso.
Al
aproximarse á la ciudad pude comprender que sus enemigos no podrán acercárselo
en adelante impunemente. Valparaiso se ha armado. Una doble fila de cañones
corona la entrada del puerto, defendida por magníficas fortificaciones de
piedra.
Los
pobladores de Valparaiso pueden dormir tranquilos. El soldado chileno vela por
su propiedad y su vida desde las almenas de aquellos castillos”.
Notas
1 Se trata de la publicación por capítulos de la
obra originalmente editada en Buenos Aires, por la Imprenta Americana ,
en el año 1872. El relato surge con motivo de su nombramiento como “Secretario
de la Legación Arjentina
en Chile”, el 15 de enero de 1869; hecho que permitió materializar, en parte, su
gran aspiración de infancia: ser un viajero por territorios desconocidos. N.E.
2 Se refiere al cruce de la línea férrea Santiago
– Valparaíso por parte del cordón transversal de Chacabuco, que une las
cordilleras de Los Andes y de la Costa. N.E .
3 Sobre esta algarabía de voces, Guillermo Puelma Tupper (1851-1895), médico, político y escritor, coincide:
3
“Llegamos á
Quillota: una colmena:
mil
manos alzan á la vez canastas
y
ofrecen frutas, bizcochuelos, pastas con
suave, peregrina cantilena.
‘Le
paso la
uva blanca bien fresquita, la lúcuma le paso
bien madura,’
quién a
brindar las paltas se apresura,
quién
las fragantes chirimoyas grita.
Otras los ramos de
aromosas flores, ésta el dorado pejerrey caliente,
esa la chicha, aquella la aguardiente
y
fiambres, empanadas y licores.
Van,
vienen; un segundo vale el día,
más
baratas, más, más venden las
frutas,
y el
tren marcha y áun se oyen las disputas
y el
clamor de la extraña algarabía”.
Publicado en “Fragmentos de un poema”, Imprenta
Cervantes, Santiago de Chile 1898. N.E.