Gabriel Lafond de Lurcy, grabado de Gustave Levy,
1845, sobre un retrato de Demoussy.
Continuando con la entrega de fragmentos
documentales que contengan referencias a Quillota y su valle, recurrimos hoy al
explorador francés Gabriel Lafond De
Lurcy (Allier, 1802 - París, 1876); quien, luego de ver truncados sus
estudios, ingresó como aprendiz de grumete a la Marina Mercante en
1818, y al cabo de cuatro años ya ocupaba el cargo de comandante; llegando a
ser, en su madurez, director de la
Compañía de Seguros Marítimos de Francia y de la Unión de Puertos. Viajó por
aguas y territorios bañados por el Atlántico, Indico y el Pacífico. En su paso
por ambas Américas, en 1822(1) a bordo del "Aurora" recaló en las
costas de Perú y Chile, visitó Lima, Callao, Valparaíso y por supuesto nuestras
tierras.
De su novelesca biografía, sólo señalaremos dos
episodios: la controvertida “Carta Lafond” que contiene los datos que inquirió
del propio San Martín, en Grand Bourg 1839, sobre la entrevista secreta del
prócer con Bolívar, acontecida en Guayaquil 1823; y su fallida concesión para
la construcción del Canal de los dos Océanos pasando por Costa Rica, país donde fue
cónsul y ministro plenipotenciario de Francia.
En 1851 fue electo miembro de la la Sociedad Geográfica
de París y miembro correspondiente de la American Geographical
Society en 1857.
Sus crónicas y correspondencia de viaje dieron
fruto desde 1837 a
una bibliografía de más de 18 volúmenes entre los cuales se cuentan: "Des
Iles Marquises et des colonies de la
France darts l'Amerique et l'Oceanie" (Paris, 1842) .
"Voyages autour du monde et naufrages celebres" (8 vols., 1843)"
"De l'emancipation de l'esclavage darts les colonies Francaises de l'Amerique"
(1844) . "Etudes sur l'Amerique Espagnole" (1848); "Quinze ans
de voyage autour du monde" (2 vols., 1849); and "Cartes de l'Amerique
Central " (1853).
El fragmento que reproducimos a continuación
corresponde a la traducción hecha por Federico Gana de la edición francesa de
1853, titulada “Viaje a Chile” y publicada en Santiago por la Imprenta Universitaria
en el año de 1911.
“Voi ahora a conducir al lector a QUILLOTA, que he
visitado varias veces durante
mi estadía en Chile. Esta ciudad, situada en el
valle de este
nombre, a doce leguas de Valparaíso, es un verdadero jardin; de ella vienen todos los frutos i legumbres que surten
al puerto.
Para ir a Quillota es necesario salir de Valparaiso por
el Almendral, tomar despues a la izquierda i franquear los montes del Baron donde los españoles habían
construido un fuerte para defender la
rada. Los cerros que se
atraviesan son de formacion
calcárea i encierran una
gran cantidad de mica, venas
de cuarzo i de hierro
en el estado de oxido los cruzan
verticalmente, i a menudo la
superficie del suelo está
cubierta de una arcilla
de un vivo color rojo, sobre
todo en estío
cuando el sol ha quemado las
plantas que lo cubrían.
Las primeras montañas que se
ven saliendo del puerto, son las
Siete Hermanas; de ahí se
desciende al valle de Viña del
Mar, poblado de
innumerables tórtolas, de
torcazas, de infinitos loros verdes de cola roja i
de preciosos colibries de brillante plumaje, que
vuelan como mariposas sobre las
flores.
Hice mi
primer viaje a Quillota acompañado de varios capitanes,
sobre cargos i negociantes que como yo deseaban visitar la ciudad.
Nos habíamos dado cita en el
valle de Viña. Cuando todos estuvimos reunidos, pusimos al galope nuestros esplendidos caballos chilenos i
llegamos rápidamente a la cima
de la montaña opuesta Teníamos todavía muchas gargantas i
matorrales que atravesar antes de llegar a Concon, aldea situada en
la embocadura del rio, donde Miers (2), que ha escrito sobre Chile, habia construido un
molino de igual
forma que los
molinos ingleses. Esperaba tambien establecer una gran fábrica para la laminacion del cobre; esta
fábrica debía constituirse con
capitales ingleses teniendo
al almirante Cochrane a la cabeza.
A pesar
de las dificultades del terreno, nuestros infatigables caballos
atravesaron rápidamente los cerros que
nos separaban del valle de
Aconcagua. Este valle principia al
pié de la cordillera, i lo
riega, en una estension de
mas de cuarenta leguas, un rio que lleva su
nombre. En lugar
de continuar nuestro camino
por la vega,
que en ese
lugar es un
pantano muí difícil de atravesar, costeamos el lado izquierdo de la ribera del río, i al
medio dia nos detuvimos en un
molino que pertenecía a un hacendado
amigo mio. Don Nicolás Isarnótegui, hombre de unos cincuenta
años, grande, fuerte, huesudo, tipo perfecto de los hacendados chilenos,
nos recibió mui
bien.
Nos
esperaba debajo de una ramada construida detras del
molino i ahí nos ofreció melones,
sandías, leche, chacolí i aguardiente
anisado fabricado por él.
Despues
de reposar un rato, nos fue necesario partir. Atravesamos el río i
entramos al valle acompañados i dirijidos por
don Nicolás, quien
montado en un hermosísimo caballo, parecia un verdadero
centauro. El valle
nos parecía un
verdadero jardín sin cierros; las
frutas i las legumbres de Europa crecian allí en tal abundancia, que
uno habría creído encontrarse en
una de nuestras provincias mas
fértiles, si las palmeras, los cactus, los abundantes aloes
i sobre todo la vista de las Cordilleras, no nos
hubiesen recordado que estábamos en America. Al
ponerse el sol, hicimos
nuestra entrada a la ciudad de Quillota
acompañados por una
banda de jóvenes i señoritas a
caballo que, saludando nuestra llegada, habían salido a recibirnos.
Quillota
es una
hermosa ciudad, algo triste, pero
donde las mujeres son verdaderamente encantadoras. Se compone de una
larga calle, ancha, bordeada a cada lado de
casas de campo
o chácaras. Nada es mas
fácil en Quillota que
organizar una fiesta
o un baile. A la noticia de una
partida de placer, todas las muchachas suben a caballo i llegan al lugar
de reunion tan frescas como si viniesen en un coche.
¡Cuántas
veces me ha ocurrido
bajarme del caballo a las seis de la tarde, organizar un baile,
i ver tres horas mas tarde,
cuarenta encantadoras jovencitas bailando llenas de entusiasmo
i felicidad!
¡Cuántas
veces hemos partido cinco, seis i diez jóvenes de Valparaiso para venir
a pasar
días inolvidables a Quillota!
Durante
la noche bailábamos; en el dia
recorríamos las chácaras embalsamadas con el perfume de las flores i de las frutas, i despues íbamos a refrescarnos en las cristalinas i torrenciales aguas del río.
¡Momentos
encantadores pasados en Quillota jamas os
borrareis de mi recuerdo!
Quillota
está llamado a ser el valle
industrial de este hermoso país, porque el rio Quillota que desciende de
la cordillera sera una fuente
inagotable de riquezas, moviendo poderosas máquinas hidráulicas.
He recorrido
todo este inmenso valle hasta el Aconcagua,
donde me aloje en casa de una hija de
don Nícolás Isarnótegui. Atravesé la
famosa montaña la Dormida i me
vi en mi camino acojido como
un hermano por todos los buenos hacendados a los cuales quise hacer el
honor de
pedir hospitalidad. Recibid todos mis
agradecimientos, hombres
sencillos i buenos í que
vuestras virtudes no se
pierdan tan luego
bajo la influencia funesta de la civilizacion europea”.
Notas
1 Su descripción del terremoto de aquel año, es
un interesante aporte testimonial para la historia telúrica nacional.
2 Sobre este multifacético personaje y sus
impresiones sobre Chile y los chilenos, que en parte coinciden con las expresadas
por Mathison –y que reproducimos anteriormente-, nos referiremos en una nota
aparte.