En nuestra segunda nota sobre Michimalonco citamos el
libro alusivo a la crónica de
Jerónimo de Vivar y la conquista de
Chile (1988) de Mario Orellana Rodríguez
(Quillota, 1930), académico y antropólogo, premio Nacional de Historia 1994, autor, entre otras obras,
de “Historia de la Arqueología de Chile”
(1996),”Historia y Antropología de la Isla de La Laja ” (1992) y de
dos estudios que
citaremos en este texto.
Orellana en “Chile
en el siglo XVI: aborígenes y españoles” (2005) alude a nuestro
valle y al fuerte
construido por Pedro de Valdivia,
basado en informaciones de Bibar o Vivar
(1):
“…el
levantamiento de la casa-fuerte
muy cerca del mar, en el valle
de Chile, llamado por los
españoles valle de Quillota, en
los primeros meses
de 1542, no tuvo como finalidad construir una ciudad sino proteger el trabajo minero y
controlar el sector marítimo del
valle de Aconcagua” (2).
Sobre esta
casa-fuerte escribimos una nota
en que nos referíamos al polémico artículo de Jaime Vera titulado “La casa fuerte de Pedro de Valdivia.
Mito y
realidad” (1988-89).
Cuando se
ha hecho referencia a los
indígenas de nuestra comuna o
provincia se usan
las palabras araucanos, mapuches,
picunches. En la edición de 1974 de “Los orígenes de Quillota” de
Carlos
Keller, de la cual reproducimos la lámina que encabeza esta nota, se
recomienda cambiar araucano por
mapuche en toda la obra.
Nuestro
autor, en “Prehistoria y
etnología de Chile” (1994), aclara:
“En arqueología y antropología, desde
hace años, no se duda de que los
araucanos son un pueblo y
una cultura bien definidos. No ocurre lo mismo cuando
el tema es tratado por los lingüistas y por algunos
historiadores, quienes tienden a mezclar a los aborígenes de Chile central con los araucanos, sobre todo
cuando se usa el
concepto “mapuche” o “pueblos mapuches”.
Mario
Orellana distingue cuatro provincias
culturales entre los ríos
Choapa y Cautín con el uso de una misma lengua.
Entre los
valles del Aconcagua y del
Cachapoal tenemos la “cultura Aconcagua” o “complejo cultural Aconcagua”, cuyos límites
cronológicos son: entre 800 d.C. y la ocupación inca, durante la década de 1470 con
el inca Túpac Inca Yupanqui, según Leonardo León. Orellana nombra a los “aconcaguas” y “mapochinos”.
Los “promaucaes” vivían al sur de Angostura de Paine hasta el
norte del río Maule. Era su provincia. Según Vivar, “Los indios son de la lengua y traje de
los del Mapocho. Adoran el sol y
a las nieves porque les da
el agua para
regar sus sementeras, aunque
no son muy grandes labradores…”.
El territorio de
“pormocaes” (así los llama Vivar) “Es
tierra de muy lindos valles y fértil”.
El
cronista relata la
rebelión de los promocaes en
1555, después de la muerte de Valdivia, subrayando las relaciones de
éstos con los indígenas del
Mapocho y Aconcagua.
Más allá
del río Maule y hasta el
río Itata vivían indígenas
diferentes, no descritos por
Vivar. Su provincia era tierra de
transición o “tierra de nadie”.
Al sur del
río Itata hasta el río
Cautín hay nuevas tierras y nuevos aborígenes. Es la provincia de la “cultura Araucana”.
Los
araucanos, según el antropólogo,
“están bien descritos por Bibar y, sobre todo,
están bien expuestas sus
características guerreras”… “el
cronista nos relata la batalla
de Andalién, la belicosidad de los aborígenes, de su jefe
Aynavillo,…”.
Con respecto a las culturas Aconcagua y Araucana, Orellana
Rodríguez afirma:”… Bibar, hacia 1550,
veía dos
provincias culturales relacionadas, con
rasgos comunes, pero también con
diferencias importantes. Estas diferencias son las que
explicarían los rasgos distintos del
proceso histórico de
transculturación que se vivió
en Chile del centro y del sur.”
Notas
1 La obra de Gerónimo
de Bibar se titula: “Crónica y
relación copiosa y verdadera
hecha de lo que yo vi por mi ojos y por mis pies anduve
y con la voluntad seguí en la conquista de los Reynos de Chile en los años que van desde 1539 hasta 1558” y que siendo uno
de los primeros relatos de la conquista de Chile y fuente de trabajos
posteriores similares, como el del sacerdote jesuita Diego de Rosales; sólo fue
encontrada a mediados del siglo XX y publicada por el Fondo Histórico y
Bibliográfico José Toribio Medina en 1966.
Para el Doctor en Filología Hispánica, Manuel
Contreras Seitz, una Crónica a pesar que “el vocabulario renacentista es inexacto para
atribuir las características tipológicas precisas a las obras, [se trata de un texto]
de clara referencia medieval cuya terminología aplicada en el ámbito americano
permitió una ampliación del sentido original, que por la época del
descubrimiento y conquista se relacionaba ampliamente con las descripciones de
tipo etnográfico”. Lo de Relación
se refiere a un “texto que ha sido
escrito por un testigo directo de los acontecimientos, ya sea 'de vista' o
participando de ellos, lo que también implica que se relata una expedición o
una aventura armada donde hubiese participado quien escribe”. Certezas que
se contradicen con la desconocida e incierta figura del autor. No obstante, si bien la obra carece de un valor relevante
como fuente historiográfica, “filológicamente
hablando, es una buena muestra, por una parte, de la construcción
discursiva del mundo colonial y cómo se pretende influir en determinados
círculos de opinión a los cuales estaba dirigida la obra (…) y, por otra parte,
el texto también da cuenta de la etapa lingüística que se está viviendo en
estos nuevos reinos, donde convergen diversas realidades dialectales para luego
conformar la variedad de habla americana”. Extractado de ”Escritura en los inicios del Reino de Chile. La Crónica de Vivar” publicada
en Estudios filológicos, (47), pp 45-57. Universidad Austral de Chile, Facultad
de Filosofía y Humanidades, Instituto de Lingüística y Literatura (2011). NE.
2 Sergio Villalobos en
un mapa lo fecha en 1541.