viernes, 24 de julio de 2015

Michimalonco: contexto histórico y literario




La nota  Michimalonco, quillotano”, que se refiere al ensayo de Juan Gustavo León (1), registra más de tres mil visitas y ha suscitado algunos intercambios  de opiniones. Por eso en  la primera parte de este  texto  citamos a  autores que  nos  ayudan a comprender a nuestro personaje en su contexto histórico.

Las siguientes  líneas  de Mario Orellana Rodríguez, historiador y antropólogo nacido en Quillota, de su  ensayo “La crónica de Gerónimo de Bibar y la conquista  de Chile” (1988) nos  presenta el complejo  escenario bélico.

Tanto Almagro como Valdivia encontraron  en los territorios que  exploraban, la presencia  política y administrativa del  imperio  inca…

La presencia  del  imperio inca, el sistema de mitades (o dual) que  tenían  los  aborígenes, provocaron luchas  entre los diferentes  grupos de aborígenes. A la  llegada de los  españoles al valle de Aconcagua, los  señores del valle (Michimalongo y Tanjalongo) estaban  en la  lucha  contra el representante inca (Quilicanta)  y Michimalongo, a su  vez,  tenía  disputas  con otro  importante   señor, Atepudo. Son Quilicanta y Atepudo los que  ayudarán  a Pedro de Valdivia  a construir  las  primeras casas del  recién fundado Santiago.

En cambio Michimalongo encabezó  la  lucha, una  y  otra  vez, en  contra de los extranjeros, destruyendo  parte de la aldea  de Santiago el  11  de septiembre de 1541. Reunió en  esa  ocasión  el mayor  contingente de guerreros que  se enfrentó a los  conquistadores en Chile  central (16.000 guerreros). Incluso logro  la  complicidad de los  jefes aborígenes que  colaboraban con los  españoles (Quilicanta).

Sin embargo   cuando  el  gran  guerrero Michimalongo  fue  vencido, se  puso  al  servicio de Pedro de Valdivia y  ayudó  al  conquistador a avanzar  hacia  el  sur. Según nos  cuenta  el  cronista Mariño  de Lobera, Pedro  de Valdivia en 1549 dispuso de  “buen número de indios que llevaba consigo de los  pueblos conquistados, cuyo capitán era  el  famoso Michimalongo…”.

Hubo  por  lo tanto  una colaboración importante de los  aborígenes “amigos”, de “paz”, que  hicieron  posible  los  triunfos  guerreros de los  españoles sobre  los  araucanos. Primero serían los “yanaconas”, los aborígenes  vinculados  al imperio inca, luego los  aborígenes del Aconcagua y del Mapocho.

Sergio Villalobos, en “Historia del pueblo  chileno” (1980), anota:

Michimalonco, cacique de la mitad  superior  del valle de Aconcagua, que  gozaba  de gran prestigio entre los  naturales, fue  el más  obstinado  enemigo  de los  españoles. Valdivia debió   concurrir  con la  mayor  parte de sus  fuerzas  y  atacarlo en una fortificación de troncos  donde  tenía  reunido  algunos miles de guerreros. La  lucha  fue  difícil, pero  finalmente  los  castellanos  se impusieron y  Michimalonco, semidesnudo, con el  cuerpo pintado de  rojo y con rayas negras, se  rindió. (En Curtuma, San Esteban).

Para  obtener  su  libertad, el  astuto  cacique prometió  mantenerse  sumiso y señalar  el  lugar de unos  lavaderos de  oro de  donde  se  sacaba  el  metal que se  remitía al inca.

Aceptada su proposición, se  reconocieron los  lavaderos del estero Margamarga, curso  superior  del estero de Viña del Mar, y se  puso  a trabajar  en ellos a  seiscientos  indios bajo la dirección de unos  pocos  españoles.

La extracción de oro significaba el  éxito de la conquista”.

Pero, después,  los mapuches atacaron a  los  españoles en Margamarga, Concón y Santiago. Aquí Inés Suárez asesinó a Quilicanta y a otros  seis caciques prisioneros.

Sobre  la  muerte de Michimalonco en 1550, Carlos  Keller (1898 – 1974) en  “El Laja: un río creador “ (1971) informa que “En Aconcagua, Valdivia pudo  imponerse ante  la resistencia de Michimalonco, quién finalmente lo acompañó  como  aliado  al sur. El  cronista  Diego de Rosales informa  que mantuvo  relaciones secretas  con el cacique Ainavillo y  que  pensó coordinar un levantamiento en  el  norte  y en el sur, por lo cual  Jerónimo de Alderete, en su primer  avance al  sur  del Bío Bío , lo mandó asesinar. No es  improbable que  tal información-  no confirmada por  otras  fuentes- sea  efectiva, pues  es  un hecho  que en 1553 los  indios de la encomienda del Lavquén Butan Mapu se sublevaron, destruyendo la  casa fuerte de Tucapel.”

En el  libro  citado, Keller  afirma que  Michimalonco y Lautaro eran coterráneos, o sea  oriundos del  valle de Aconcagua, y  que Lautaro, caballerizo de Valdivia, “resuelto  quizás a  vengar la  muerte de su  coterráneo Michimalonco” se pasó  al bando mapuche en  el  combate de  Tucapel (1553), donde murió Valdivia.

En 1976, dos  años  después  de la muerte de Keller, se publicó  en San Felipe  su obra “Michimalonco, Pedro de Valdivia y el nacimiento del  pueblo  chileno”. En este trabajo Keller expone que: "En contradicción con Mariño de Lovera, quien afirma enfáticamente que éste guardó a Valdivia la más absoluta lealtad, (...) lo señalado por Rosales acerca de la traición de Michimalonco y su muerte por Alderete, (...) noticia, que no se encuentra en otras fuentes contemporáneas, explica, sin embargo, por qué motivos ni Vivar, ni Mariño de Lovera, ni Góngora Marmolejo mencionan a Michimalonco después de su actuación en la batalla librada en el terreno de la actual ciudad de Concepción (...) Por otra parte, la circunstancia de que ni Vivar ni Góngora lo califiquen como traidor y que Mariño de Lovera, por el contrario, destaque su absoluta lealtad para con Valdivia, comprueba de que los contemporáneos no aprobaron el asesinato del caudillo araucano, por no considerarlo justificado.

Es, naturalmente, inoficioso calificar intenciones. Desde un punto de vista general, de acuerdo con lo ocurrido anteriormente, muchos españoles estaban sin duda en lo cierto al desconfiar del caudillo araucano. Se había sometido después de haber conquistado don Pedro de Valdivia su fortaleza en Custuma, prometiéndole guardar la paz, no obstante lo cual había atacado y destruido Santiago, y encarnaba en su persona la resistencia contra los españoles en la región central del país. Muchos de los compañeros del conquistador habían sufrido en carne propia los efectos de las guerras desencadenadas por aquel toqui. Observando, ellos ahora en Concepción, la formidable resistencia presentada por los araucanos, dominada —según los españoles— sólo gracias a la cooperación divina, a igual que en la defensa de Santiago, es explicable que muchos de ellos argumentaran que Michimalonco y Ainavillo representaban un evidente peligro, pues si se unían y continuaban la sublevación simultáneamente en todo el territorio desde el río Aconcagua hasta la Araucanía, les parecía muy dudoso que se pudiera conservar el dominio español. En verdad tal opinión no carecía de fundamento, y sería irreal negar ese peligro.De estos antecedentes fluye que la eliminación de Michimalonco obedeció a tales consideraciones. Fue obra del odio que le tenían ciertos españoles por sus actos y del peligro que otros atribuían a su supervivencia. Difícil será establecer si don Pedro de Valdivia estaba de acuerdo con esos razonamientos, pero es posible que lo haya aprobado, como parece desprenderse de su advertencia acerca de las “recaídas”.Por otra parte, sin embargo, es también un hecho irrefutable que el asesinato de Michimalonco careció totalmente de fundamento.

Nuevamente debe rechazarse el error de querer calificar intenciones, pues se carece de documentos para poder hacerlo: Es preciso atenerse a los acontecimientos. Y ellos hablan un lenguaje absolutamente inequívoco a favor y no en contra de Michimalonco: desde su convenio de convivencia con don Pedro de Valdivia no hubo ni siquiera el más leve conato de alzamiento en toda la región central del país, ni dejaron de cumplir las tropas de Michimalonco su deber durante toda la campaña aún posteriormente a su asesinato".





En el ámbito literario, el genio y figura de Michimalonco ha sido fuente de inspiración para creaciones tanto de los géneros lírico como narrativo, en donde se resaltan, de acuerdo a la libre y particular visión de los autores, unos u otros aspectos de su compleja vida. Del primero, hoy  compartimos las estrofas escritas en su nombre y que son parte de “Armaduras”, poemario, publicado en 1982, del  connotado abogado, docente y escritor  linarense, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Manuel  Francisco Mesa Seco (1925-1991), dedicado a personajes del Descubrimiento, Conquista y Colonia, entre ellos a Lautaro, Caupolicán, Fresia, Galvarino, Janequeo y Michimalonco.


Michimalonco

Michimalonco fue  la primera muralla
el primer grito contra las  murallas de Santiago,
el primer  fuego para  que  sucumbiera el  nuevo  fuego.

Saltó el  toqui desde  las entrañas de la noche,
repicó  sus  tambores y sus  lanzas subieron más  altas
que  los  coigües. Sus lanzas eran el  techo
del  día. Nubes de gritos. Manos que señalaban
el regreso y Santiago del  Nuevo Extremo echando
sus anclas al Mapocho. El  Huelén  era ahora
su peñascal más  duro.

Pero la  espada de Toledo se hundió en la  cordillera
y  al fin  la semilla y los  animales crecieron
y propagaron  su misión de estrellas.
Hasta que  las calles  se  dieron la mano
y los acampos  espigaron sus panales.

Michimalonco se  escondió detrás de las colinas.
Miró  las  armas nuevas. Sus fulgores atistaba
la fiera al  domador. Hasta que atraído
por la  luz, y la pálida  hermosura de lo nuevo,
por la paja con sus cabellos al viento y el milagro de la teja,
por el estornudo de los arcabuces y por lo invisible
que predicaban tan cercano a sus dioses,
abandonó sus hondonadas y  subió a los umbrales
de la palabra brava.

Al  abrazar la espalda fuerte del Conquistador
tuvo  su más  grande victoria. Amistad de contraluz
que comenzaba a recorrer  siglos de  inviernos y campanas.
Michimalonco  fue  entonces la primera muralla
de piedra levantada en el  aprendizaje  de Chile.



Finalmente, para cerrar esta primera entrega de Michimalonco en el contexto literario, haremos referencia al más reciente trabajo de Juan Gustavo León: “Inche Michimalonco”, novela publicada recientemente por Zig-Zag, que en sus 368 páginas nos narra la vida del joven Michimalonco (Michi), hijo de un lonco mapuche, que es enviado al Cuzco, a educarse bajo la tutela del Inca con el objetivo de convertirse en el conductor de la expansión imperial más allá del río Maipo. Durante su estadía es testigo de la corrupción e intrigas reinantes. Se interioriza en las artes de la guerra y a su regreso al valle de Quillota, ahora convertido en lonco, unirá a los mapuches para combatir y expulsar a los incas, pues sabe que el Imperio se está extinguiendo. Entretanto, los conquistadores españoles han llegado al Cuzco y avanzan hacia el sur con inaudita crueldad y codicia.

Para el autor, este conflicto tripartito: incas, mapuches y españoles, es el eje central de los acontecimientos de “Yo soy Michimalonco”. En la entrevista realizada por la periodista de La Segunda, Rebeca Araya, el psiquiatra sostiene que la cultura mapuche no conoce el concepto de estado-nación con poder centralizado y limitado por fronteras: “Incas  españoles tenían estructuras sociales jerarquizadas y formas de administrar y gestionar el poder en función del poder territorial (…). Para los mapuches en cambio, “la familia ampliada en la comunidad o clan al que pertenecen es su todo. Los une a otras familias de su misma etnia el lenguaje y la representación del mundo trascendente, pero el eje de sus vidas es la propia comunidad y la tierra como sistema por y para el cual tienen sentido sus existencias (…) En este sistema llamado tierra, el guerrero lucha sabiéndose observado por sus ancestros (…) y asume como un honor morir en combate por protegerla (…) Para los mapuches, defenderla es como la obligación de un hijo hacia la madre…” (2). Éste sería el plano valórico, existencial y trascendental, que rige, tanto en las letras como en la historia, al personaje llamado Michimalonco.





Notas

1 El autor tras egresar en 1969 de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, ejerció hasta 1973 como  médico general de zona y docente en las universidades de Chile y del Norte en Arica. Después de ello viajó a México, donde se desempeñó como profesor en la Escuela de Medicina del Politécnico Nacional. En 1974 se trasladó a la República Democrática de Alemania, país en el que estuvo becado hasta 1977. Posteriormente se estableció en Noruega hasta 1988, donde se especializó como médico psiquiatra. Ya en Chile, en 1999 publicó la novela histórica “Las puertas perdidas”, obra que fue traducida al francés y editada en Francia por Editorial La Bruguère (2001). En 2010 publicó el ensayo sobre Michimalonco, que es fuente de nuestra nota “Michimalonco, quillotano”. Esta acuciosa investigación sirvió como antecedente para escribir su actual novela histórica. N.E.


2 Extractado de La Segunda, edición del 18 de julio de 2015.N.E.