La nota
“Michimalonco, quillotano”, que se refiere al ensayo de Juan Gustavo León (1), registra más de
tres mil visitas y ha suscitado algunos intercambios de opiniones. Por eso en la primera parte de este texto
citamos a autores que nos
ayudan a comprender a nuestro personaje en su contexto histórico.
Las siguientes
líneas de Mario Orellana Rodríguez, historiador y antropólogo nacido en
Quillota, de su ensayo “La crónica de Gerónimo de Bibar y la conquista de Chile” (1988) nos presenta el complejo escenario bélico.
“Tanto
Almagro como Valdivia encontraron en los
territorios que exploraban, la
presencia política y administrativa del imperio
inca…
La
presencia del imperio inca, el sistema de mitades (o dual)
que tenían los
aborígenes, provocaron luchas
entre los diferentes grupos de
aborígenes. A la llegada de los españoles al valle de Aconcagua, los señores del valle (Michimalongo y Tanjalongo)
estaban en la lucha
contra el representante inca (Quilicanta) y Michimalongo, a su vez,
tenía disputas con otro
importante señor, Atepudo. Son
Quilicanta y Atepudo los que ayudarán a Pedro de Valdivia a construir
las primeras casas del recién fundado Santiago.
En
cambio Michimalongo encabezó la lucha, una
y otra vez, en
contra de los extranjeros, destruyendo
parte de la aldea de Santiago
el 11
de septiembre de 1541. Reunió en
esa ocasión el mayor
contingente de guerreros que se
enfrentó a los conquistadores en
Chile central (16.000 guerreros).
Incluso logro la complicidad de los jefes aborígenes que colaboraban con los españoles (Quilicanta).
Sin
embargo cuando el
gran guerrero Michimalongo fue
vencido, se puso al
servicio de Pedro de Valdivia y
ayudó al conquistador a avanzar hacia
el sur. Según nos cuenta
el cronista Mariño de Lobera, Pedro de Valdivia en 1549 dispuso de “buen número de indios que llevaba consigo de
los pueblos conquistados, cuyo capitán
era el
famoso Michimalongo…”.
Hubo
por lo tanto una colaboración importante de los aborígenes “amigos”, de “paz”, que hicieron
posible los triunfos
guerreros de los españoles
sobre los araucanos. Primero serían los “yanaconas”,
los aborígenes vinculados al imperio inca, luego los aborígenes del Aconcagua y del Mapocho.
Sergio
Villalobos, en “Historia del pueblo chileno”
(1980), anota:
“Michimalonco,
cacique de la mitad superior del valle de Aconcagua, que gozaba
de gran prestigio entre los
naturales, fue el más obstinado
enemigo de los españoles. Valdivia debió concurrir
con la mayor parte de sus
fuerzas y atacarlo en una fortificación de troncos donde
tenía reunido algunos miles de guerreros. La lucha
fue difícil, pero finalmente
los castellanos se impusieron y Michimalonco, semidesnudo, con el cuerpo pintado de rojo y con rayas negras, se rindió. (En Curtuma, San Esteban).
Para obtener
su libertad, el astuto
cacique prometió mantenerse sumiso y señalar el
lugar de unos lavaderos de oro de
donde se sacaba
el metal que se remitía al inca.
Aceptada
su proposición, se reconocieron los lavaderos del estero Margamarga, curso superior
del estero de Viña del Mar, y se
puso a trabajar en ellos a
seiscientos indios bajo la
dirección de unos pocos españoles.
La
extracción de oro significaba el éxito
de la conquista”.
Pero, después,
los mapuches atacaron a los españoles en Margamarga, Concón y Santiago.
Aquí Inés Suárez asesinó a Quilicanta y a otros
seis caciques prisioneros.
Sobre
la muerte de Michimalonco en
1550, Carlos Keller (1898 – 1974) en “El Laja: un río creador “ (1971) informa que
“En Aconcagua, Valdivia pudo imponerse ante la resistencia de Michimalonco, quién
finalmente lo acompañó como aliado
al sur. El cronista Diego de Rosales informa que mantuvo
relaciones secretas con el
cacique Ainavillo y que pensó coordinar un levantamiento en el
norte y en el sur, por lo
cual Jerónimo de Alderete, en su primer avance al
sur del Bío Bío , lo mandó
asesinar. No es improbable que tal información- no confirmada por otras
fuentes- sea efectiva, pues es un
hecho que en 1553 los indios de la encomienda del Lavquén Butan
Mapu se sublevaron, destruyendo la casa
fuerte de Tucapel.”
En el
libro citado, Keller afirma que
Michimalonco y Lautaro eran coterráneos, o sea oriundos del
valle de Aconcagua, y que Lautaro,
caballerizo de Valdivia, “resuelto quizás a
vengar la muerte de su coterráneo Michimalonco” se pasó al bando mapuche en el
combate de Tucapel (1553), donde
murió Valdivia.
En 1976, dos
años después de la muerte de Keller, se publicó en San Felipe
su obra “Michimalonco, Pedro de Valdivia y el nacimiento del pueblo
chileno”. En este trabajo Keller expone que: "En contradicción con Mariño de Lovera, quien afirma enfáticamente que éste guardó a Valdivia la más absoluta lealtad, (...) lo señalado por Rosales acerca de la traición de Michimalonco y su muerte por Alderete, (...) noticia, que no se encuentra en otras fuentes contemporáneas, explica, sin embargo, por qué motivos ni Vivar, ni Mariño de Lovera, ni Góngora Marmolejo mencionan a Michimalonco después de su actuación en la batalla librada en el terreno de la actual ciudad de Concepción (...) Por otra parte, la circunstancia de que ni Vivar ni Góngora lo califiquen como traidor y que Mariño de Lovera, por el contrario, destaque su absoluta lealtad para con Valdivia, comprueba de que los contemporáneos no aprobaron el asesinato del caudillo araucano, por no considerarlo justificado.
Es, naturalmente, inoficioso calificar intenciones. Desde un punto de vista general, de acuerdo con lo ocurrido anteriormente, muchos españoles estaban sin duda en lo cierto al desconfiar del caudillo araucano. Se había sometido después de haber conquistado don Pedro de Valdivia su fortaleza en Custuma, prometiéndole guardar la paz, no obstante lo cual había atacado y destruido Santiago, y encarnaba en su persona la resistencia contra los españoles en la región central del país. Muchos de los compañeros del conquistador habían sufrido en carne propia los efectos de las guerras desencadenadas por aquel toqui. Observando, ellos ahora en Concepción, la formidable resistencia presentada por los araucanos, dominada —según los españoles— sólo gracias a la cooperación divina, a igual que en la defensa de Santiago, es explicable que muchos de ellos argumentaran que Michimalonco y Ainavillo representaban un evidente peligro, pues si se unían y continuaban la sublevación simultáneamente en todo el territorio desde el río Aconcagua hasta la Araucanía, les parecía muy dudoso que se pudiera conservar el dominio español. En verdad tal opinión no carecía de fundamento, y sería irreal negar ese peligro.De estos antecedentes fluye que la eliminación de Michimalonco obedeció a tales consideraciones. Fue obra del odio que le tenían ciertos españoles por sus actos y del peligro que otros atribuían a su supervivencia. Difícil será establecer si don Pedro de Valdivia estaba de acuerdo con esos razonamientos, pero es posible que lo haya aprobado, como parece desprenderse de su advertencia acerca de las “recaídas”.Por otra parte, sin embargo, es también un hecho irrefutable que el asesinato de Michimalonco careció totalmente de fundamento.
Nuevamente debe rechazarse el error de querer calificar intenciones, pues se carece de documentos para poder hacerlo: Es preciso atenerse a los acontecimientos. Y ellos hablan un lenguaje absolutamente inequívoco a favor y no en contra de Michimalonco: desde su convenio de convivencia con don Pedro de Valdivia no hubo ni siquiera el más leve conato de alzamiento en toda la región central del país, ni dejaron de cumplir las tropas de Michimalonco su deber durante toda la campaña aún posteriormente a su asesinato".
Es, naturalmente, inoficioso calificar intenciones. Desde un punto de vista general, de acuerdo con lo ocurrido anteriormente, muchos españoles estaban sin duda en lo cierto al desconfiar del caudillo araucano. Se había sometido después de haber conquistado don Pedro de Valdivia su fortaleza en Custuma, prometiéndole guardar la paz, no obstante lo cual había atacado y destruido Santiago, y encarnaba en su persona la resistencia contra los españoles en la región central del país. Muchos de los compañeros del conquistador habían sufrido en carne propia los efectos de las guerras desencadenadas por aquel toqui. Observando, ellos ahora en Concepción, la formidable resistencia presentada por los araucanos, dominada —según los españoles— sólo gracias a la cooperación divina, a igual que en la defensa de Santiago, es explicable que muchos de ellos argumentaran que Michimalonco y Ainavillo representaban un evidente peligro, pues si se unían y continuaban la sublevación simultáneamente en todo el territorio desde el río Aconcagua hasta la Araucanía, les parecía muy dudoso que se pudiera conservar el dominio español. En verdad tal opinión no carecía de fundamento, y sería irreal negar ese peligro.De estos antecedentes fluye que la eliminación de Michimalonco obedeció a tales consideraciones. Fue obra del odio que le tenían ciertos españoles por sus actos y del peligro que otros atribuían a su supervivencia. Difícil será establecer si don Pedro de Valdivia estaba de acuerdo con esos razonamientos, pero es posible que lo haya aprobado, como parece desprenderse de su advertencia acerca de las “recaídas”.Por otra parte, sin embargo, es también un hecho irrefutable que el asesinato de Michimalonco careció totalmente de fundamento.
Nuevamente debe rechazarse el error de querer calificar intenciones, pues se carece de documentos para poder hacerlo: Es preciso atenerse a los acontecimientos. Y ellos hablan un lenguaje absolutamente inequívoco a favor y no en contra de Michimalonco: desde su convenio de convivencia con don Pedro de Valdivia no hubo ni siquiera el más leve conato de alzamiento en toda la región central del país, ni dejaron de cumplir las tropas de Michimalonco su deber durante toda la campaña aún posteriormente a su asesinato".
En el ámbito literario, el genio y figura de
Michimalonco ha sido fuente de inspiración para creaciones tanto de los géneros lírico como narrativo, en donde se resaltan, de acuerdo a la libre y particular visión de
los autores, unos u otros aspectos de su compleja vida. Del primero, hoy compartimos las estrofas escritas en su nombre
y que son parte de “Armaduras”, poemario,
publicado en 1982, del connotado
abogado, docente y escritor linarense, miembro
de la Academia Chilena
de la Lengua , Manuel
Francisco Mesa Seco (1925-1991), dedicado a personajes del
Descubrimiento, Conquista y Colonia, entre ellos a Lautaro, Caupolicán, Fresia,
Galvarino, Janequeo y Michimalonco.
Michimalonco
Michimalonco fue
la primera muralla
el primer grito contra las murallas de Santiago,
el primer
fuego para que sucumbiera el
nuevo fuego.
Saltó el
toqui desde las entrañas de la
noche,
repicó
sus tambores y sus lanzas subieron más altas
que
los coigües. Sus lanzas eran
el techo
del día.
Nubes de gritos. Manos que señalaban
el regreso y Santiago del Nuevo Extremo echando
sus anclas al Mapocho. El Huelén
era ahora
su peñascal más
duro.
Pero la
espada de Toledo se hundió en la
cordillera
y al
fin la semilla y los animales crecieron
y propagaron
su misión de estrellas.
Hasta que
las calles se dieron la mano
y los acampos
espigaron sus panales.
Michimalonco se
escondió detrás de las colinas.
Miró
las armas nuevas. Sus fulgores
atistaba
la fiera al
domador. Hasta que atraído
por la
luz, y la pálida hermosura de lo
nuevo,
por la paja con sus cabellos al viento y el
milagro de la teja,
por el estornudo de los arcabuces y por lo
invisible
que predicaban tan cercano a sus dioses,
abandonó sus hondonadas y subió a los umbrales
de la palabra brava.
Al abrazar
la espalda fuerte del Conquistador
tuvo su
más grande victoria. Amistad de
contraluz
que comenzaba a recorrer siglos de
inviernos y campanas.
Michimalonco
fue entonces la primera muralla
de piedra levantada en el aprendizaje
de Chile.
Finalmente, para cerrar esta primera entrega de
Michimalonco en el contexto literario, haremos referencia al más reciente
trabajo de Juan Gustavo León: “Inche Michimalonco”, novela publicada
recientemente por Zig-Zag, que en sus 368 páginas nos narra la vida del joven
Michimalonco (Michi), hijo de un lonco mapuche, que es enviado al Cuzco, a
educarse bajo la tutela del Inca con el objetivo de convertirse en el conductor
de la expansión imperial más allá del río Maipo. Durante su estadía es testigo
de la corrupción e intrigas reinantes. Se interioriza en las artes de la guerra
y a su regreso al valle de Quillota, ahora convertido en lonco, unirá a los
mapuches para combatir y expulsar a los incas, pues sabe que el Imperio se está
extinguiendo. Entretanto, los conquistadores españoles han llegado al Cuzco y
avanzan hacia el sur con inaudita crueldad y codicia.
Para el autor, este conflicto tripartito: incas,
mapuches y españoles, es el eje central de los acontecimientos de “Yo soy Michimalonco”. En la entrevista realizada
por la periodista de La Segunda ,
Rebeca Araya, el psiquiatra sostiene que la cultura mapuche no conoce el
concepto de estado-nación con poder centralizado y limitado por fronteras: “Incas
españoles tenían estructuras sociales jerarquizadas y formas de
administrar y gestionar el poder en función del poder territorial (…). Para
los mapuches en cambio, “la familia
ampliada en la comunidad o clan al que pertenecen es su todo. Los une a otras
familias de su misma etnia el lenguaje y la representación del mundo
trascendente, pero el eje de sus vidas es la propia comunidad y la tierra como
sistema por y para el cual tienen sentido sus existencias (…) En este sistema llamado tierra, el guerrero
lucha sabiéndose observado por sus ancestros (…) y asume como un honor morir en combate por protegerla (…) Para los mapuches, defenderla es como la
obligación de un hijo hacia la madre…” (2). Éste sería el plano valórico,
existencial y trascendental, que rige, tanto en las letras como en la historia,
al personaje llamado Michimalonco.
Notas
1 El autor tras egresar
en 1969 de la Facultad
de Medicina de la
Universidad de Chile, ejerció hasta 1973 como médico general de zona y docente en las
universidades de Chile y del Norte en Arica. Después de ello viajó a México,
donde se desempeñó como profesor en la Escuela de Medicina del Politécnico Nacional. En
1974 se trasladó a la
República Democrática de Alemania, país en el que estuvo
becado hasta 1977. Posteriormente se estableció en Noruega hasta 1988, donde se
especializó como médico psiquiatra. Ya en Chile, en 1999 publicó la novela
histórica “Las puertas perdidas”, obra que fue traducida al francés y editada
en Francia por Editorial La
Bruguère (2001). En 2010 publicó el ensayo sobre Michimalonco,
que es fuente de nuestra nota “Michimalonco, quillotano”. Esta acuciosa
investigación sirvió como antecedente para escribir su actual novela histórica.
N.E.
2 Extractado de La Segunda , edición del 18 de
julio de 2015.N.E.