domingo, 4 de octubre de 2015

El legado de Joyce según Sergio Meier



Retrato de James Joyce de manos de Sergio Meier

Sergio Meier Frei (1), recordado escritor quillotano, fallecido en agosto del 2009  a los 43 años de edad, publicó en la “Revista del Círculo” (año 1988), órgano oficial del Círculo Literario “Quillota”, filial de la Sociedad de Escritores de Valparaíso (SEV), el siguiente artículo, titulado “El legado de Joyce”,sobre el escritor irlandés James Joyce (1882-1941):


Hablar de la obra transcendental de James Joyce, específicamente de su novela “Ulises”, conlleva el asumir una gran responsabilidad: la de interpretar de la manera más correcta y clara, uno de los más complejos e imprescindibles pilares de la literatura universal.

El hecho de que Joyce fuera considerado un monstruo de intelectualidad e innovación literaria a niveles universitarios, permitió que tanto su persona como su obra magna se viera reverenciada y aclamada por la crítica mundial, mucho antes aún de que el lector común pudiera entenderle siquiera en parte.

“Ulises”, su indiscutible obra maestra, resumen de todos sus afanes estilísticos (en los que agotó todas las técnicas literarias conocidas e inventó de paso otras nuevas), provocó, al ser publicada en Francia en 1922, un inmenso escándalo, una revolución que desequilibró la ya exhausta realidad literaria de la época, posibilitando la búsqueda de nuevas y diversas formas de plasmar las angustias, alegrías y psicologías del hombre del siglo XX.

Famoso sobre todo por el desarrollo pleno del “Monólogo Interior”, Joyce anhela (a través de dicho monólogo) “entrar” en la cabeza de los protagonistas, de tal manera que el lector conozca la acción a través de las asociaciones de ideas, impresiones varias, etc.  Es decir, que se ha puesto por vez primera sobre el papel, toda la objetiva realidad de lo que ocurre en nuestro cerebro al desenvolverse el pensamiento cotidiano, desde nuestros problemas de atención, nuestras angustias secretas, los recuerdos que constantemente nos asaltan, nuestros inconclusos encadenamientos mentales y los eternos arquetipos que persiguen a nuestra raza, hasta el mundo onírico y el artificial “mundo exterior” en que todos nos aferramos.

“Ulises”: El título de la obra ya es por cierto bastante augural de lo que nos espera, al internarnos por el tormentoso mar de ideas y enajenaciones lingüísticas que pretenden abordarnos por sorpresa. ¿Por qué “Ulises”?; porque al igual que el personaje de la “Odisea” de Homero; Leopold Bloom, el personaje central de la novela de Joyce, nos llevará a vivir junto a él, 24 horas plagadas de símbolos, que aluden a las aventuras de toda la vida del Ulises de Homero, aventuras similares (aunque por supuesto en un diverso plano) a las que acontecen en un día de vida cotidiana. En el “Ulises” de Joyce asistimos a una odisea de sólo 24 horas, pero efervescente de situaciones tangenciales a hechos pasados y presentes, no tan sólo de la historia de un hombre, de su psicología, sino también de toda la historia de la humanidad y de los conflictos mentales y espirituales comunes a todo el género humano.

Nacido en 1882, en Irlanda, James Joyce debe en gran parte su estilo antisubjetivo y riguroso a sus años de escuela en un colegio jesuita de Dublin.  En toda su obra se mantiene cierto dejo de la forma del pensamiento escolástico (aunque él buscara la anulación de su significación religiosa).

Luego de cursar estudios de letras y una vez establecido en Trieste en 1904, Joyce se vio obligado a subsistir haciendo clases de idiomas durante el día, mientras se dedicaba a la literatura durante las noches.  Su trabajo no vio la luz hasta 10 años después, en que apareciera “Dublineses”; reunión de 15 relatos, en los que el tema central fueran sus llamadas “epifanías” (coleccionadas desde su juventud, y de las cuales llegara a reunir 70 en una libreta de apuntes, ocupando algunas de ellas en el núcleo de sus narraciones).  En su primera e inconclusa novela, “Stephen Hero”, aparece claramente expuesto el significado que Joyce le daba a la “epifanía”: “Una súbita manifestación espiritual, ya fuese en la vulgaridad del habla o el gesto, o en una fase memorable de la mente misma.  Consideraba que el hombre de letras debía registrar estas epifanías con extrema sutileza, puesto que eran el más delicado y evanescente de los momentos”.

Si bien es cierto de que muchos escritores juegan buscando recursos artificiosos, a propósito complejos, sólo por mera petulancia y sin encerrar el mínimo de interés verdadero, también es cierto que existen textos que no son inextricables por mero capricho del autor, sino que son necesariamente herméticos, porque así (como lo define el crítico y lingüista francés Georges Mounin) “es la naturaleza de las cosas”.  A esto último recordemos que los trabajos de Einstein no fueron herméticos por el afán de ocultar sus investigaciones, sino que el objeto de sus estudios era por sí, difícil de ser interpretado matemáticamente.

Según la opinión del crítico estadounidense George Steiner, el “Ulises” sería como el último intento coherente de una obra total, completa en todos los sentidos, en resumen una “Summa Mundi”.

Para un trabajo tan ambicioso, Joyce, a pesar de estudiar el griego, el latín, noruego, y muchos otros idiomas, se vio en la necesidad de inventar uno nuevo, poderoso, provisto de extrañas resonancias musicales, al servicio de su brillante plan.

Una máquina fotográfica actúa solamente en el espacio, y por esto puede retratar a un grupo de personas simultáneamente con todos sus detalles, en cambio el cerebro humano funciona en dos dimensiones, espacio y tiempo, por lo que el ojo sólo puede percibir con claridad a las personas retratadas o puestas delante de sí de a una por una.  A pesar de que en el rango de visión estén incorporados otros objetos que rodeen el centro de atención, éstos no son factibles de ser definidos con precisión; se presentan borrosas debido a la imposibilidad de distinguir con nitidez todo al mismo tiempo.  Asimismo las ideas se presentan en nuestro cerebro, estando algunas más definidas que otras.  Siempre existe esta aglomeración, aumentando a mayor medida con respecto a la velocidad mental de cada individuo.  Por veloz que sea nuestra mente, nunca alcanzaremos la plena simultaneidad, nos vemos obligado a elegir e ir de una idea a otra, posponiendo u olvidando mucha de las que constantemente rodean a la que finalmente intentamos traducir con signos lingüísticos.

¿Sería posible alcanzar en la literatura, esta velocidad más o menos vertiginosa?, ¿entrar en la psiquis del hombre y plasmar todo ese torrente de ideas soberbias y absurdas, más o menos formadas, lógicas e ilógicas?

Sí, con extrema rigurosidad y objetividad forzosa en esta difícil empresa, Joyce ha conseguido esto, increíblemente, en muchas de las páginas de su “Ulises”.  Veamos como ejemplo una frase cualquiera: “Closetclutched swifter with glareblareflare scudding they scotlootshoot lumbering by.  Baraabum”; lo que aproximadamente traducido al castellano sería: “Apritatrabados veloz velozmente fijosojosviajando deslizándose se lanzadisparazumban quebrantapesando. Baraabum”.

“Ulises” no es un libro para la mayoría, para las masas, ya que si el lector desea entenderle, se hace imprescindible una amplia cultura.  La sabiduría entonces se convierte en la Piedra Rosetta para una lectura, que sólo siendo correcta, se vuelve inmensamente provechosa y verdadera.  Las palabras y frases han sido cuidadosa y trabajosamente deformadas, en forma gramaticalmente estudiadas, llegando a niveles ulteriores al mero simbolismo, efecto de atmósfera o refinación, “aritmética” del estilo.  Joyce quizo estar más allá de todo eso, y lo logró.

“Ulises” cumple ya 65 años desde su publicación, que causara tanto escándalo.  Ha influido en forma decisiva las nuevas generaciones de escritores, ha abierto los ojos a nuevas posibilidades, sumamente ricas, aparentemente inacabables, en la búsqueda de modernos y más profundos estilos.  Julio Cortázar ha sido quizás el escritor en lengua castellana, más influido por el “Monólogo interior” de Joyce; pero aún ahora, el releer el “Ulises” todavía se puede descubrir terreno inexplorado, ya que el subconsciente es un universo muy grande, lleno de los más diversos planos en que se despliega nuestro pensamiento.

Joyce, rompió con todos los esquemas, y después de su “Ulises” la literatura ya nunca podrá volver a ser la misma”.

Notas