Retrato de James Joyce
de manos de Sergio Meier
Sergio Meier Frei (1), recordado escritor quillotano, fallecido
en agosto del 2009 a los 43 años de
edad, publicó en la “Revista del Círculo”
(año 1988), órgano oficial del Círculo
Literario “Quillota”, filial de la Sociedad de Escritores de Valparaíso (SEV), el
siguiente artículo, titulado “El legado de Joyce”,sobre el escritor irlandés
James Joyce (1882-1941):
“Hablar de la obra transcendental de James Joyce, específicamente de su
novela “Ulises”, conlleva el asumir una gran responsabilidad: la de interpretar
de la manera más correcta y clara, uno de los más complejos e imprescindibles
pilares de la literatura universal.
El hecho de que Joyce fuera considerado un monstruo de intelectualidad e
innovación literaria a niveles universitarios, permitió que tanto su persona
como su obra magna se viera reverenciada y aclamada por la crítica mundial,
mucho antes aún de que el lector común pudiera entenderle siquiera en parte.
“Ulises”, su indiscutible obra maestra, resumen de todos sus afanes
estilísticos (en los que agotó todas las técnicas literarias conocidas e
inventó de paso otras nuevas), provocó, al ser publicada en Francia en 1922, un
inmenso escándalo, una revolución que desequilibró la ya exhausta realidad
literaria de la época, posibilitando la búsqueda de nuevas y diversas formas de
plasmar las angustias, alegrías y psicologías del hombre del siglo XX.
Famoso sobre todo por el desarrollo pleno del “Monólogo Interior”, Joyce
anhela (a través de dicho monólogo) “entrar” en la cabeza de los protagonistas,
de tal manera que el lector conozca la acción a través de las asociaciones de
ideas, impresiones varias, etc. Es
decir, que se ha puesto por vez primera sobre el papel, toda la objetiva
realidad de lo que ocurre en nuestro cerebro al desenvolverse el pensamiento
cotidiano, desde nuestros problemas de atención, nuestras angustias secretas,
los recuerdos que constantemente nos asaltan, nuestros inconclusos
encadenamientos mentales y los eternos arquetipos que persiguen a nuestra raza,
hasta el mundo onírico y el artificial “mundo exterior” en que todos nos
aferramos.
“Ulises”: El título de la obra ya es por cierto bastante augural de lo
que nos espera, al internarnos por el tormentoso mar de ideas y enajenaciones
lingüísticas que pretenden abordarnos por sorpresa. ¿Por qué “Ulises”?; porque
al igual que el personaje de la “Odisea” de Homero; Leopold Bloom, el personaje
central de la novela de Joyce, nos llevará a vivir junto a él, 24 horas
plagadas de símbolos, que aluden a las aventuras de toda la vida del Ulises de
Homero, aventuras similares (aunque por supuesto en un diverso plano) a las que
acontecen en un día de vida cotidiana. En el “Ulises” de Joyce asistimos a una odisea
de sólo 24 horas, pero efervescente de situaciones tangenciales a hechos
pasados y presentes, no tan sólo de la historia de un hombre, de su psicología,
sino también de toda la historia de la humanidad y de los conflictos mentales y
espirituales comunes a todo el género humano.
Nacido en 1882, en Irlanda, James Joyce debe en gran parte su estilo
antisubjetivo y riguroso a sus años de escuela en un colegio jesuita de
Dublin. En toda su obra se mantiene
cierto dejo de la forma del pensamiento escolástico (aunque él buscara la
anulación de su significación religiosa).
Luego de cursar estudios de letras y una vez establecido en Trieste en
1904, Joyce se vio obligado a subsistir haciendo clases de idiomas durante el
día, mientras se dedicaba a la literatura durante las noches. Su trabajo no vio la luz hasta 10 años
después, en que apareciera “Dublineses”; reunión de 15 relatos, en los que el
tema central fueran sus llamadas “epifanías” (coleccionadas desde su juventud,
y de las cuales llegara a reunir 70 en una libreta de apuntes, ocupando algunas
de ellas en el núcleo de sus narraciones).
En su primera e inconclusa novela, “Stephen Hero”, aparece claramente
expuesto el significado que Joyce le daba a la “epifanía”: “Una súbita
manifestación espiritual, ya fuese en la vulgaridad del habla o el gesto, o en
una fase memorable de la mente misma.
Consideraba que el hombre de letras debía registrar estas epifanías con
extrema sutileza, puesto que eran el más delicado y evanescente de los
momentos”.
Si bien es cierto de que muchos escritores juegan buscando recursos
artificiosos, a propósito complejos, sólo por mera petulancia y sin encerrar el
mínimo de interés verdadero, también es cierto que existen textos que no son
inextricables por mero capricho del autor, sino que son necesariamente
herméticos, porque así (como lo define el crítico y lingüista francés Georges
Mounin) “es la naturaleza de las cosas”.
A esto último recordemos que los trabajos de Einstein no fueron herméticos
por el afán de ocultar sus investigaciones, sino que el objeto de sus estudios
era por sí, difícil de ser interpretado matemáticamente.
Según la opinión del crítico estadounidense George Steiner, el “Ulises”
sería como el último intento coherente de una obra total, completa en todos los
sentidos, en resumen una “Summa Mundi”.
Para un trabajo tan ambicioso, Joyce, a pesar de estudiar el griego, el
latín, noruego, y muchos otros idiomas, se vio en la necesidad de inventar uno
nuevo, poderoso, provisto de extrañas resonancias musicales, al servicio de su
brillante plan.
Una máquina fotográfica actúa solamente en el espacio, y por esto puede
retratar a un grupo de personas simultáneamente con todos sus detalles, en
cambio el cerebro humano funciona en dos dimensiones, espacio y tiempo, por lo
que el ojo sólo puede percibir con claridad a las personas retratadas o puestas
delante de sí de a una por una. A pesar
de que en el rango de visión estén incorporados otros objetos que rodeen el
centro de atención, éstos no son factibles de ser definidos con precisión; se
presentan borrosas debido a la imposibilidad de distinguir con nitidez todo al
mismo tiempo. Asimismo las ideas se
presentan en nuestro cerebro, estando algunas más definidas que otras. Siempre existe esta aglomeración, aumentando
a mayor medida con respecto a la velocidad mental de cada individuo. Por veloz que sea nuestra mente, nunca
alcanzaremos la plena simultaneidad, nos vemos obligado a elegir e ir de una
idea a otra, posponiendo u olvidando mucha de las que constantemente rodean a
la que finalmente intentamos traducir con signos lingüísticos.
¿Sería posible alcanzar en la literatura, esta velocidad más o menos
vertiginosa?, ¿entrar en la psiquis del hombre y plasmar todo ese torrente de
ideas soberbias y absurdas, más o menos formadas, lógicas e ilógicas?
Sí, con extrema rigurosidad y objetividad forzosa en esta difícil
empresa, Joyce ha conseguido esto, increíblemente, en muchas de las páginas de
su “Ulises”. Veamos como ejemplo una
frase cualquiera: “Closetclutched swifter with glareblareflare scudding they
scotlootshoot lumbering by. Baraabum”;
lo que aproximadamente traducido al castellano sería: “Apritatrabados veloz
velozmente fijosojosviajando deslizándose se lanzadisparazumban
quebrantapesando. Baraabum”.
“Ulises” no es un libro para la mayoría, para las masas, ya que si el
lector desea entenderle, se hace imprescindible una amplia cultura. La sabiduría entonces se convierte en la Piedra Rosetta para
una lectura, que sólo siendo correcta, se vuelve inmensamente provechosa y
verdadera. Las palabras y frases han
sido cuidadosa y trabajosamente deformadas, en forma gramaticalmente
estudiadas, llegando a niveles ulteriores al mero simbolismo, efecto de
atmósfera o refinación, “aritmética” del estilo. Joyce quizo estar más allá de todo eso, y lo
logró.
“Ulises” cumple ya 65 años desde su publicación, que causara tanto
escándalo. Ha influido en forma decisiva
las nuevas generaciones de escritores, ha abierto los ojos a nuevas
posibilidades, sumamente ricas, aparentemente inacabables, en la búsqueda de
modernos y más profundos estilos. Julio
Cortázar ha sido quizás el escritor en lengua castellana, más influido por el
“Monólogo interior” de Joyce; pero aún ahora, el releer el “Ulises” todavía se
puede descubrir terreno inexplorado, ya que el subconsciente es un universo muy
grande, lleno de los más diversos planos en que se despliega nuestro
pensamiento.
Joyce, rompió con todos los esquemas, y después de su “Ulises” la
literatura ya nunca podrá volver a ser la misma”.
Notas
1 Leer “Recordando a Sergio Meier”