“Santiago Escuti Orrego: nació en 1855, en
Rancagua. Este viejo cantor, romántico por sus ideas y sentimientos y clásico y
tradicionalista por la forma de sus poemas, fue también un gran educador.
Murió en 1930 en Quillota, de cuyo liceo
fue rector durante muchos años.
Para honrar su memoria, el Supremo Gobierno
le ha dado su nombre a ese Instituto de segunda enseñanza”
Con estas breves palabras, Samuel
A. Lillo, en su “Literatura chilena”
(1941), presenta al poeta, reproduciendo además su bella obra “A Constitución” que comienza de la
siguiente manera: “Constitución hermosa,
privilegiado suelo/ yo vengo a tus florestas de encanto singular/ soñando en
hospedarme bajo tu puro cielo,/ a la dichosa lumbre de tu feliz hogar”.
Lamentablemente, en las conocidas obras de Livacic y Roa (1955), Montes
y Orlandi (1977) y Szmulewicz
(1977), no figura Escuti Orrego. Por fortuna, gracias a Jaime Brito Orrego, pude leer en la revista “Renacer”, dedicada al centenario del liceo (1890-1990), publicada
por los exalumnos y la comunidad liceana, el importante artículo titulado “LA OBRA POÉTICA DE DON
SANTIAGO ESCUTI ORREGO EN EL CONTEXTO DE LAS CORRIENTES LITERARIAS NACIONALES
(1855-1930)”, cuyo autor es Jorge
Santiago Escuti Vergara, bisnieto de don Santiago. A continuación,
transcribimos párrafos escogidos de
dicho trabajo:
“Pese a que mi bisabuelo se educa y crece
en un ambiente cultural impregnado de liberalismo (recuérdese que termina de
cursar sus estudios medios en el Instituto Nacional) y anticlericalismo, no
fueron sin embargo estas corrientes o tendencias las que lo identificaron
mayormente, ni a las que debe su inspiración poética. Por el contrario, su
temperamento sensible lo llevó a identificarse muy tempranamente con el
romanticismo y frente al positivismo, propio del siglo XIX, antepone una sólida
filosofía cristiana, que será también fuente importante de muchos poemas suyos.
En consecuencia, su obra poética debe ser
interpretada como una reacción del espíritu romántico, de raíz española, frente
al influjo de la literatura de corte realista y costumbrista promovida por el
liberalismo. Así, frente a la tendencia liberal, positivista y anticlerical,
que reniega de la matriz española y que impone claramente su hegemonía durante
la segunda mitad del siglo XIX, mi bisabuelo se identificará crecientemente con
la corriente espiritualista, hispanófila, cristiana y mística, propia del
romanticismo español de la primera y segunda mitad del siglo XIX.
Romántico, por temperamento y formación, encontró
sus paradigmas o modelos de composición poética en los clásicos del
romanticismo español: Espronceda, Zorrilla, Campoamor y Gustavo Adolfo Bécquer.
A modo de ejemplo puedo citar algunos versos dedicados
por él a José Zorrilla, con motivo de su coronación, los que fueron leídos
personalmente en el Ateneo de Santiago, el año 1889.
No excede otra poesía
a la tuya en ornamento
¡que lujo de sentimiento!
¡que brillo de fantasía!
¡que opulencia de armonía
en tu verso musical!...
¡a ti de mi alma el saludo
MI VENERADO MAESTRO!
¡Príncipe ungido del estro,
acepta mi verso rudo!
Con el pensamiento acudo,
veloz salvo el ancho mar;
entre el ruido popular
me uno a los pechos que estimas,
y dejo estas pobres rimas
sobre tu glorioso altar!
Como no se ignora, la vida de Santiago Escuti
Orrego se desenvolvió en dos grandes vocaciones: la literatura y la pedagogía,
en cuyo contexto asumió la rectoría del Liceo que hoy lleva su nombre, el año
1893, sirviendo en la cátedra de Castellano. Por lo mismo, gran parte de su obra
poética se orienta a subrayar la nobleza y abnegación que caracteriza la obra
del educador, convicción íntima que se expresa en numerosos poemas suyos.
“Austeros sacerdotes del progreso,
a quienes nunca el oropel engaña,
algo en el corazón lleváis impreso
del Sermón de Jesús en la Montaña…
“¡Oh, Maestro de frente venerable
que educáis la niñez, la adolescencia,
con afán incansable,
¡qué
digna y ejemplar vuestra existencia!”.
***
Frente al espíritu positivista que anima la
cultura nacional en las postrimerías del siglo XIX mi bisabuelo nutre su alma y
su inspiración poética en el espiritualismo místico de algunos románticos
españoles, como Gustavo Adolfo Bécquer. Un reflejo de las temáticas abordadas
tanto en prosa como en poesía, por este último autor español, lo podemos
apreciar claramente en uno de sus más célebres y conocidos poemas: “Mis dos
maestros”.
“Tengo en mi hogar dos maestros:
no hay grandes educadores
de más valor que estos dos.
¡Oh, mis dos maestros sabios,
Ellos, sin mover los labios
elevan mi mente a Dios!
Perfectos, morales guías,
desnudos de fantasía,
estos dos maestros son:
¡Un Cristo de faz serena,
Y una inerte calavera
con su inmutable expresión!”
El mártir de faz divina
incúlcame su doctrina
sacrificio, amor, virtud;
y el cráneo seco y sin nombre,
señálame el fin del hombre,
el fin de tanta inquietud”!
La obra poética de mi bisabuelo contribuyó
también –y este es quizás su principal mérito- a una revalorización de la
poesía lírica en el ambiente literario de fines de siglo anterior. Sería
injusto decir que fue el único poeta que cultivó este género, pero no creo
faltar a la verdad si afirmo que fue uno de los pilares del renacimiento
poético que Chile experimentaba en las últimas décadas del siglo XIX. Prueba de
ello fue su activo concurso a la revista “Artes y Letras”, “El Imparcial”, “Los
Debates”, “El Taller Ilustrado”, y a la “Revista Chilena”, así como los
numerosos premios que obtuvo en este periodo en diversos concursos y certámenes
literarios.”