Para
responder consultas, completar informaciones y señalar temas de investigación,
abordamos brevemente los siguientes asuntos:
El
Círculo Literario “Quillota” tuvo el
privilegio de contar con la amistad, especialmente su fundadora Lucía Lezaeta,
de destacados escritores porteños: Alfonso Larrahona, Luís Fuentealba, Modesto
Parera, Manuel Astica, entre otros. Respecto a Manuel Astica Fuentes (1906-1996), que vivió intensamente noventa
años del siglo XX, la revista “Punto Final” en octubre del año pasado, nos
sorprendió gratamente con un elogioso comentario, tanto para el autor como para
el biografiado, alusivo al libro “Manuel Astica. El revolucionario utópico.
Biografía político-intelectual” de Marcelo Alvarado Meléndez (Texto de la
Editorial Usach, 296 páginas) ¡Hay que leerlo!
* * *
“En 1906, fundó en Quillota el periódico “La República”, en el que su
pensamiento continuó la obra comenzada en Rancagua. La aparición de este
periódico fue saludada con entusiasmo y pronto la ciudad supo que la
publicación la dirigía una mujer tan laboriosa como conocedora de la función de
la prensa.
El terremoto de ese año, destruyó totalmente el taller
de “La República” (…)”. Ella volvió
a Rancagua.
Las
palabras citadas pertenecen al historiador rancagüino Félix Miranda Salas,
autor de una historia de su ciudad y se refieren a la destacada periodista
feminista rancagüina Eulogia Aravena
Zamorano.
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En
la nota en que recordamos al gobernador de Quillota del año 1891, Ambrosio Valdés Carrera, omitimos los
nombres de sus trabajos históricos, que son los siguientes: “Biografía del
Capitán General don Ramón Freire. Episodios de la Guerra de Independencia y
primeros pasos de nuestra organización política” (1887), “Historia general de
Chile: dedicada a las escuelas primarias” (1888), “Carrera: revolución chilena
y campañas de independencia; con un apéndice sobre la genealogía del general”
(1888), “El almirante don Manuel Blanco Encalada: rasgos biográficos” (1890) y
“Rasgos biográficos del ilustre patriota Manuel Rodríguez” (1895). (En “La
Historiografía Chilena (1842-1970)” de Cristián Gazmuri, 2009).
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Al
parecer, nuestros investigadores se han olvidado del Batallón Movilizado “Quillota” y su campaña a Lima durante la
Guerra del Pacífico. Por eso es interesante leer el párrafo del artículo de Paz
Larraín Mira titulado “Mujeres tras la huella de los soldados” (revista
“Historia”, 2000) donde cita una carta del quillotano Francisco Figueroa Brito,
fechada en El Callao, 20 de febrero de 1881, agradeciendo a las quillotanas.
“Otro ámbito en que la mujer desempeño un papel
importante fue en el de cuidar la salud de los soldados. Testimonios sobre este
tema son muy abundantes y se reprodujeron en la prensa y en otros
testimoniales. Francisco Figueroa, en una carta a su amigo Elías Roble, dejó un hermoso relato de la ayuda
humanitaria que cumplieron la gran mayoría de las mujeres que fueron con los
soldados a la guerra. “La organización de los hospitales es dirigida por
nuestro comandante Echeverría que a la postre cayó también enfermo de terciana
y de bastante gravedad. Durante la enfermedad fue cuidado con solícito esmero
por la esposa del cabo 1° Sixto Latorre, Petronila Zelada. Y a propósito de
enfermedades, todos en el Quillota solo tenemos palabras de gratitud por las
buenas camaradas que siguieron a este cuerpo sufriendo con paciencia y
abnegación las penurias porque pasaba nuestro batallón. Muy útiles han sido los
servicios prestados por estas buenas cantineras, principalmente en la costura y
aseo de la ropa; pero donde más han demostrado el amor y caridad por sus
semejantes, es cuando los quillotanos caían por centenares enfermos del
terrible mal, ya dicho; como buenas monjas de caridad atienden con solicitud a
los oficiales y tropas enfermos en el cuartel. Las que se han distinguido más
en este acto de angustioso sacrificio han sido: la señora Zelada, ya nombrada;
Isabel Gómez, esposa del cabo 1° Jesús Varas; Margarita Varas G. hija de estos;
Francisca González, mujer del cabo 1° Pedro Acuña; Carmen Briones, ídem del
soldado Adolfo López y Dolores Miranda, esposa del ídem Matías Ortega. Los
beneficiarios pueden contar mejor los buenos servicios prestados por las
camaradas del Quillota; por mi parte le viviré siempre agradecidos, pues me han
cuidado a mí y a mi hijo Francisco”.
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Al leer una descripción de la biografía
novelada “Charlando con Juan Bautista
Alberdi” de Rodolfo Sala, me
entero que el tucumano “embelesa a las mujeres con su música y su seducción
personal, pero ninguna logra que concrete su pedido de casamiento”. Siete son
las parejas o pololas, dos de ella chilenas: Matilde (un amor platónico) y Jesusa
Muñoz. Leo, en otro texto, que en 1849 Alberdi y la porteña se conocieron en
Quillota, lugar de veraneo, “No era muy
bella, pero tenía algo especial a los ojos del eterno seductor. Le gustaban las
plantas y tenía un espíritu sereno”. La amistad surgió en
Valparaíso.