miércoles, 29 de junio de 2016

Algo más sobre Manuel Astica Fuentes




        En una nota anterior, nos referimos brevemente al comentario de Antonio J. Salgado el cual se titula “Manuel Astica y sus vidas”, en “Punto Final”, edición del 9 de octubre del año 2015. En esta ocasión, hemos transcrito los párrafos medulares.

        Subrayamos que Astica fue un gran amigo del Círculo Literario “Quillota”.

        Fuera de Valparaíso, poco (o casi nada) se sabe de Manuel Astica Fuentes, auténtico líder popular e intelectual autodidacta. Murió en 1996, con noventa años, y una vida plena de experiencias y luchas. En su adolescencia -como estudiante técnico en electricidad- y en su juventud, fue dirigente estudiantil y de trabajadores católicos. (…).

        “Astica completó estudios de contabilidad y se incorporó a la armada. A los pocos meses a bordo del acorazado Almirante Latorre, con apenas 25 años, participó en la sublevación de la marinería de 1931. En la representación de la tripulación del Latorre fue parte del Estado Mayor de las Tripulaciones de la Escuadra y los Apostaderos. Estuvo inicialmente condenado a muerte, sustituida por presidio perpetuo por el Consejo de Guerra. Fue amnistiado por la República Socialista en 1932. Comenzó a militar en el Partido Comunista sin abandonar sus creencias religiosas. En la cárcel escribió un libro, –Thimor- de anticipación utópica que tuvo éxito. Apoyó a fondo el Frente Popular, triunfante en las elecciones presidenciales de 1938. Llegó a ser jefe de crónica del vespertino Frente Popular y se radicó en Valparaíso, donde se concentró en la organización de los escritores y artistas, en la actividad cultural, en la poesía y el ensayo.

        “Durante la dictadura pinochetista fue activo opositor, lo que le costó la cárcel. En 1984 escribió un interesante ensayo sobre Cervantes, Metáforas en los tiempos de oprobio y después Libro de Horas y Agujas de Marear. Comunista y cristiano, en sus últimos años se acercó a la Teología de la Liberación. En 1992 se le otorgó el Premio Municipal de Literatura y fue distinguido con homenajes del Círculo de Periodistas y la Sociedad de Escritores de Valparaíso. Cuatro años después murió en ese puerto.

        “Su vida es el tema del libro titulado Manuel Astica. El revolucionario utópico. Biografía político-intelectual, de Marcelo Alvarado Meléndez (Editorial Usach, 296 págs.). Escrito con soltura y amplio respaldo bibliográfico por el autor -licenciado en filosofía y profesor de la disciplina. Como historiador, trabajó junto a Luís Vitale en el Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”.- Alvarado Meléndez es también coautor de los libros Tortura en Poblaciones del Gran Santiago (1973-1990) y Releyendo a Antonio Labriola.

        “El trabajo de Alvarado es destacable por su seriedad y equilibrio. No solo entrega conocimientos difíciles de alcanzar en la actualidad y destaca el ejemplo humano de Astica en la lucha por una sociedad mejor; también aporta al pensamiento crítico con experiencias como el entendimiento entre visiones marxistas y católicas, o el papel de la utopía en el pensamiento y sensibilidad revolucionarios, o la discusión sobre el papel de los intelectuales en el cambio social partiendo de lo que Manuel Astica decía con sencillez: ‘Subamos al pueblo. No bajamos a él, porque somos pueblo, somos parte integrante de él, de sus angustias, de sus luchas y sus esperanzas. Junto al pueblo de que formamos parte; junto a todos los pueblos de la Tierra luchamos por salir del subdesarrollo y conquistar la paz, el bienestar, la felicidad para todos los hombres’.

        “Astica fue un hombre realista y audaz. En parte, seguramente utópico, pero ¿quién está libre de esa ilusión? Lo demuestra su paso del catolicismo social al comunismo, convencido que desde éste podía contribuir mejor a la causa de los trabajadores. Y que podría hacerlo más adelante desde el Frente Popular o incluso, desde la cultura asumiendo que sin ella, en sentido amplio, es prácticamente imposible el cambio social duradero.

        Ya antes de 1939, Manuel Astica reclamaba un cambio cultural que atendiera las realidades de América Latina y diera cuenta de la invasión genocida que había significado el descubrimiento y la conquista a partir del siglo XVI. Escribió: ‘Una cultura cristiana española fue importada a América con un sentido impositivo y de fuerza, adulterado muchas veces, e impuesta por la convicción de las picas y los arcabuces y sobre regueros de pobres sangres indias (…). Las culturas indígenas en vez de ser enriquecidas por el aporte de las civilizaciones europeas fueron, pues,aniquiladas (…). Una segunda parte de este proceso de pulverización de los vestigios de la civilización americana que quedaban en el continente, la encontramos durante la etapa de opresión imperialista, en la época de la ilusoria libertad política de los pueblos españoles de América’.

        “Astica tenía 67 años cuando se produjo el golpe militar de 1973. A pesar de que corría riesgos serios, Manuel Astica intensificó su accionar como opositor. Sufrió directamente la represión. Su hija Sara, destacada actriz, fue detenida y torturada y estuvo nueve meses en Villa Grimaldi. Debió salir exiliada a Costa Rica junto a su marido, el actor Marcelo Gaete. También fue detenida su otra hija, Galaxia, junto con su marido. Otros amigos sufrieron persecución, y especialmente doloroso fue el asesinato de Manuel Guerrero Ceballos, junto a José Manuel Parada y Santiago Natino. Manuel Astica conocía a Guerrero desde niño, ya que era íntimo amigo de su padre.


        “Es ilustrativa de su libertad de juicio su amistad y admiración hacia Pablo de Rokha, a quien consideraba en el plano poético más importante que Neruda (de quien también era amigo): ‘Creaba grandes polémicas con sus aparentes exabruptos, con su lenguaje renovado y directo’ como ‘verdadero precursor del valor social de la poesía’.”