En una nota anterior, nos referimos
brevemente al comentario de Antonio J.
Salgado el cual se titula “Manuel
Astica y sus vidas”, en “Punto Final”,
edición del 9 de octubre del año 2015. En esta ocasión, hemos transcrito los párrafos
medulares.
Subrayamos que Astica fue un gran amigo
del Círculo Literario “Quillota”.
“Fuera
de Valparaíso, poco (o casi nada) se sabe de Manuel Astica Fuentes, auténtico
líder popular e intelectual autodidacta. Murió en 1996, con noventa años, y una
vida plena de experiencias y luchas. En su adolescencia -como estudiante
técnico en electricidad- y en su juventud, fue dirigente estudiantil y de
trabajadores católicos. (…).
“Astica completó estudios de
contabilidad y se incorporó a la armada. A los pocos meses a bordo del
acorazado Almirante Latorre, con
apenas 25 años, participó en la sublevación de la marinería de 1931. En la
representación de la tripulación del Latorre
fue parte del Estado Mayor de las Tripulaciones de la Escuadra y los Apostaderos.
Estuvo inicialmente condenado a muerte, sustituida por presidio perpetuo por el
Consejo de Guerra. Fue amnistiado por la República Socialista en 1932. Comenzó
a militar en el Partido Comunista sin abandonar sus creencias religiosas. En la
cárcel escribió un libro, –Thimor- de
anticipación utópica que tuvo éxito. Apoyó a fondo el Frente Popular,
triunfante en las elecciones presidenciales de 1938. Llegó a ser jefe de
crónica del vespertino Frente Popular
y se radicó en Valparaíso, donde se concentró en la organización de los
escritores y artistas, en la actividad cultural, en la poesía y el ensayo.
“Durante la dictadura pinochetista fue activo
opositor, lo que le costó la cárcel. En 1984 escribió un interesante ensayo
sobre Cervantes, Metáforas en los tiempos
de oprobio y después Libro de Horas y
Agujas de Marear. Comunista y cristiano, en sus últimos años se acercó a la
Teología de la Liberación. En 1992 se le otorgó el Premio Municipal de
Literatura y fue distinguido con homenajes del Círculo de Periodistas y la
Sociedad de Escritores de Valparaíso. Cuatro años después murió en ese puerto.
“Su vida es el tema del libro titulado Manuel Astica. El revolucionario utópico.
Biografía político-intelectual, de Marcelo Alvarado Meléndez (Editorial
Usach, 296 págs.). Escrito con soltura y amplio respaldo bibliográfico por el
autor -licenciado en filosofía y profesor de la disciplina. Como historiador,
trabajó junto a Luís Vitale en el Instituto de Investigación de Movimientos
Sociales “Pedro Vuskovic”.- Alvarado Meléndez es también coautor de los libros Tortura en Poblaciones del Gran Santiago
(1973-1990) y Releyendo a Antonio Labriola.
“El trabajo de Alvarado es destacable por su
seriedad y equilibrio. No solo entrega conocimientos difíciles de alcanzar en
la actualidad y destaca el ejemplo humano de Astica en la lucha por una
sociedad mejor; también aporta al pensamiento crítico con experiencias como el
entendimiento entre visiones marxistas y católicas, o el papel de la utopía en
el pensamiento y sensibilidad revolucionarios, o la discusión sobre el papel de
los intelectuales en el cambio social partiendo de lo que Manuel Astica decía
con sencillez: ‘Subamos al pueblo. No
bajamos a él, porque somos pueblo, somos parte integrante de él, de sus
angustias, de sus luchas y sus esperanzas. Junto al pueblo de que formamos
parte; junto a todos los pueblos de la Tierra luchamos por salir del
subdesarrollo y conquistar la paz, el bienestar, la felicidad para todos los hombres’.
“Astica fue un hombre realista y audaz. En parte,
seguramente utópico, pero ¿quién está libre de esa ilusión? Lo demuestra su
paso del catolicismo social al comunismo, convencido que desde éste podía
contribuir mejor a la causa de los trabajadores. Y que podría hacerlo más
adelante desde el Frente Popular o incluso, desde la cultura asumiendo que sin
ella, en sentido amplio, es prácticamente imposible el cambio social duradero.
Ya antes de 1939, Manuel Astica reclamaba un cambio
cultural que atendiera las realidades de América Latina y diera cuenta de la
invasión genocida que había significado el descubrimiento y la conquista a
partir del siglo XVI. Escribió: ‘Una
cultura cristiana española fue importada a América con un sentido impositivo y
de fuerza, adulterado muchas veces, e impuesta por la convicción de las picas y
los arcabuces y sobre regueros de pobres sangres indias (…). Las culturas
indígenas en vez de ser enriquecidas por el aporte de las civilizaciones
europeas fueron, pues,aniquiladas (…). Una segunda parte de este proceso de
pulverización de los vestigios de la civilización americana que quedaban en el
continente, la encontramos durante la etapa de opresión imperialista, en la
época de la ilusoria libertad política de los pueblos españoles de América’.
“Astica tenía 67 años cuando se produjo el golpe
militar de 1973. A pesar de que corría riesgos serios,
Manuel Astica intensificó su accionar como opositor. Sufrió directamente la
represión. Su hija Sara, destacada actriz, fue detenida y torturada y estuvo
nueve meses en Villa Grimaldi. Debió salir exiliada a Costa Rica junto a su
marido, el actor Marcelo Gaete. También fue detenida su otra hija, Galaxia,
junto con su marido. Otros amigos sufrieron persecución, y especialmente
doloroso fue el asesinato de Manuel Guerrero Ceballos, junto a José Manuel
Parada y Santiago Natino. Manuel Astica conocía a Guerrero desde niño, ya que
era íntimo amigo de su padre.
“Es ilustrativa de su libertad de juicio su amistad
y admiración hacia Pablo de Rokha, a quien consideraba en el plano poético más
importante que Neruda (de quien también era amigo): ‘Creaba grandes polémicas con sus aparentes exabruptos, con su lenguaje
renovado y directo’ como ‘verdadero precursor del valor social de la
poesía’.”