Manuel Xavier Rodríguez y Erdoíza (1785-1818) es uno de los personajes más
interesantes de nuestra historia nacional. Pocos próceres de la patria poseen
esta mística aureola de misterio que tanto lo caracteriza.
Los historiadores chilenos han emitido una variedad de
juicios en torno su figura. Diego Barros
Arana, en su Historia General de Chile Tomo XI, dice acerca del
guerrillero: “espíritu refractario a toda
disciplina, siempre inclinado a disturbios y revueltas”. Por su parte, Alejandro Chelén Rojas, en su trabajo Manuel
Rodríguez y su hermano Carlos: precursores de la Democracia y Libertad,
pondera en él: “un valor mucho más
importante que lo que nos muestra la limitada aureola del guerrillero”.
Si bien dentro de la historiografía chilena las
opiniones sobre Rodríguez no son unívocas, este personaje ha pasado a ser parte
imborrable del imaginario colectivo por dos razones muy claras: por su peculiar
forma de luchar contra los realistas y por su trágica y prematura muerte.
Las cosas que Rodríguez hizo en vida son bastante conocidas: el
impetuoso abogado, que llegó al cargo de Director Supremo Interino de Chile, organizó
a los Húsares de la Muerte, fue Ministro de Hacienda y Defensa durante el
gobierno de José Miguel Carrera y realizó trabajos de espionaje y sabotaje en
beneficio del Ejército Patriota. Probablemente esto último fue lo que lo
convirtió en un mito y una leyenda popular. Probablemente la anécdota más
conocida sea aquella en la que el guerrillero, caracterizado, recibió una
moneda de Marcó del Pont, quien le había puesto precio a su cabeza.
Sin embargo, su muerte sigue siendo un misterio y causa de
controversia. Hoy, a casi doscientos años de los hechos, se siguen elaborando
hipótesis y es que los hechos de ese 26 de mayo de 1818 nunca fueron del todo
esclarecidos. La versión “oficial” dice que el teniente español Antonio Navarro
le disparó al guerrillero luego de un intento de fuga, mientras éste era
trasladado de Santiago a la cárcel de Quillota. Sin embargo, esta explicación
es, al menos, poco satisfactoria. Para muchos se trató de un asesinato
político, instigado por Bernardo O’Higgins quien veía en el guerrillero una
amenaza para el orden de la emergente Nación.
El
académico universitario Luís Corvalán
Marquéz en su libro Manuel Rodríguez: más allá del mito (Editorial
USACH), agrega un tercer actor a los hechos de ese día, la controversial y poco
conocida Logia Lautarina: “La influencia
de la Logia será relevante en la derrota de los Carrera y, muy probablemente,
en la suerte final de Manuel Rodríguez.” Agrega además, a partir de un
análisis del contexto de la época, que la independencia de la Nación se vio
contextualizada por conflictos multifacéticos y que no se reduce a un
enfrentamiento entre chilenos y españoles.
Acorde
a éstas aseveraciones, el asesinato de Manuel Rodríguez se explica por motivos
netamente políticos, pero habría sido gestado bajo la mirada silenciosa de la
Logia. Esta cuasi-conspiración se explica en que la misma Logia consideraba que
O’Higgins era el mejor candidato para asumir las riendas del país en
comparación con José Miguel Carrera, a quien Rodríguez apoyaba. El profesor
Corvalán resume esta situación en una frase bastante esclarecedora: “Como se recordará, la Logia estaba empeñada
no sólo en lograr la emancipación americana, sino también en impedir que la
misma diera lugar a situaciones caóticas y de ingobernabilidad”. Bajo este precepto, Rodríguez no era un buen
elemento para construir una Nación.
Un
segundo acercamiento a la muerte de Rodríguez lo ofrece el fiscal de la Unidad
de Robos de la Fiscalía del Sur, Juan
Pablo Buono-Core, quien además es el autor del libro Manuel Rodríguez, Mártir de la Democracia. Tras una investigación
personal de tres años, plantea que la causa de la muerte fue una golpiza a
culatazos, la cual le produjo un traumatismo encéfalo craneal y culpa de ser el
autor material al argentino Rudecindo Alvarado. Aunque, según el mismo
admite, los resultados no son cien por ciento concluyentes, ya que al ser el
crimen perpetrado hace casi dos siglos, la investigación es a lo menos,
dificultosa.
El
fiscal Buono-Core también involucra a la Logia a la hora de explicar las
razones del homicidio y coincide con que Rodríguez representaba un elemento
disociador a juicio ésta.
En
conclusión el crimen perpetrado contra Manuel Rodríguez, ocurrido en mayo de
1818 (y por lo tanto, ya expirado, según aclara el fiscal) en Til-Til, sector
llamado la Cancha del Gato, a orillas del río Lampa, mientras éste era
conducido a la cárcel de Quillota (en donde estaría retenido hasta el momento
de su exilio), se explica en el contexto tanto de los conflictos nacionales de
la época causados por los intereses en pugna de la oligarquía chilena como en
los intereses de la Logia Lautarina, la cual vio en él un obstáculo a la
gobernabilidad de las insipientes naciones americanas.
Bárbara
Riquelme Jiménez
Licenciada en Historia y Educación
Universidad de Valparaíso
Licenciada en Historia y Educación
Universidad de Valparaíso