Hace
50 años, en 1966, se publicó por primera vez la “Crónica y relación copiosa y
verdadera de los reynos de Chile” de Gerónimo de Bibar (o Jerónimo de Vivar),
una fuente indispensable. Lo hizo el Fondo Histórico y Bibliográfico José
Toribio Medina de Santiago de Chile, utilizando el original, propiedad de la
Hewberry Library de Chicago. “La obra es
de un enorme valor, superior por muchos conceptos a la crónica de Pedro Mariño
de Lobera y Alonso de Góngora Marmolejo, hasta entonces los relatos más
orgánicos surgidos durante la Conquista de Chile”, según Sergio Villalobos
R. Esta excelente obra contiene gran cantidad de información nueva, Bibar la
escribió en homenaje a Pedro de Valdivia.
¿Quién
fue Gerónimo de Bibar? La respuesta está contenida en el primero de los siete
capítulos del libro “La Crónica de Gerónimo de Bibar y la Conquista de Chile”
(1988), del antropólogo quillotano, Premio Nacional de Historia, Mario Orellana
Rodríguez, de enjundiosas 186 páginas.
El
cronista nació aproximadamente en 1525, o en 1524, en la ciudad de Burgos, o
sea, era burgalés, llegando a Santiago de Chile a comienzos de 1549. “No es un caballero, es decir, no posee un
caballo; es solo un soldado de a pie, un arcabucero que participa de las
expediciones”… Acompaño al gobernador Valdivia y luego al general Villagra.
Después de 1558 desaparece, dando término a su crónica el 14 de diciembre del
mismo año.
Orellana
constata: “Su obra es su gran legado
cultural, un libro escrito con dificultades en un lenguaje generalmente sobrio,
casi tosco, con pocas metáforas y con expresiones propias del siglo XVI.”
A
continuación, transcribimos párrafos del capítulo XXVI del texto, alusivos a
nuestro Valle de Aconcagua, modernizado por Ángel Barra Gómez (Madrid, 1955),
Licenciado en Historia de América. Libro de mayo del 2001:
“Este Valle de Aconcagua es mejor y más abundoso
que todos los pasados. Tiene tres leguas de ancho por las más partes y por
otras partes poco menos. Tiene la sierra a la mar veinte leguas. Tiene ovejas y
mucho maíz y algarrobales. Corre por este valle un río caudaloso. Tienen sacado
los naturales veinte y dos acequias grandes para regar todas las tierras que
cultivan y siembran. Tiene pocos indios que no pasan de mil quinientos. Solía
haber mucha gente.
Residió en este valle siete meses el adelantado don
Diego de Almagro con cuatrocientos hombres y seiscientos caballos y gran copia
de gastadores. Y fue en el tiempo de invierno cuando allí estuvieron, y aquel
año fue furioso y tempestuoso. Y de aquí se volvieron don Diego de Almagro con
toda su gente que no quiso conquistar ni poblar este reino.
Decíanle los indios a don Diego de Almagro, que
eran unos indios que habían traído del Pirú, que hacía en este valle ‘ancha
chire’, que quiere decir gran frío, quedóle al valle el nombre de Chire.
Corrompido el vocablo le llaman Chile, y de este apellido tomó la gobernación y
reino el nombre que hoy tiene que se dice Chile.
Los señores de este valle son dos. Sus nombres son
éstos: el uno Tanjalongo, éste manda de la mitad del valle a la mar; el otro
cacique se dice Michimalongo, éste manda y señorea la mitad del valle hasta la
sierra. Este ha sido el más tenido señor que en todos los valles se ha
hallado”.
Llama
la atención, entre otros asuntos, lo relativo a la población indígena
¿Disminuyó después de la estadía de Diego de Almagro?