jueves, 3 de noviembre de 2016

La Crónica de Gerónimo de Bibar


Hace 50 años, en 1966, se publicó por primera vez la “Crónica y relación copiosa y verdadera de los reynos de Chile” de Gerónimo de Bibar (o Jerónimo de Vivar), una fuente indispensable. Lo hizo el Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina de Santiago de Chile, utilizando el original, propiedad de la Hewberry Library de Chicago. “La obra es de un enorme valor, superior por muchos conceptos a la crónica de Pedro Mariño de Lobera y Alonso de Góngora Marmolejo, hasta entonces los relatos más orgánicos surgidos durante la Conquista de Chile”, según Sergio Villalobos R. Esta excelente obra contiene gran cantidad de información nueva, Bibar la escribió en homenaje a Pedro de Valdivia.

¿Quién fue Gerónimo de Bibar? La respuesta está contenida en el primero de los siete capítulos del libro “La Crónica de Gerónimo de Bibar y la Conquista de Chile” (1988), del antropólogo quillotano, Premio Nacional de Historia, Mario Orellana Rodríguez, de enjundiosas 186 páginas.

El cronista nació aproximadamente en 1525, o en 1524, en la ciudad de Burgos, o sea, era burgalés, llegando a Santiago de Chile a comienzos de 1549. “No es un caballero, es decir, no posee un caballo; es solo un soldado de a pie, un arcabucero que participa de las expediciones”… Acompaño al gobernador Valdivia y luego al general Villagra. Después de 1558 desaparece, dando término a su crónica el 14 de diciembre del mismo año.

Orellana constata: “Su obra es su gran legado cultural, un libro escrito con dificultades en un lenguaje generalmente sobrio, casi tosco, con pocas metáforas y con expresiones propias del siglo XVI.”

A continuación, transcribimos párrafos del capítulo XXVI del texto, alusivos a nuestro Valle de Aconcagua, modernizado por Ángel Barra Gómez (Madrid, 1955), Licenciado en Historia de América. Libro de mayo del 2001:

“Este Valle de Aconcagua es mejor y más abundoso que todos los pasados. Tiene tres leguas de ancho por las más partes y por otras partes poco menos. Tiene la sierra a la mar veinte leguas. Tiene ovejas y mucho maíz y algarrobales. Corre por este valle un río caudaloso. Tienen sacado los naturales veinte y dos acequias grandes para regar todas las tierras que cultivan y siembran. Tiene pocos indios que no pasan de mil quinientos. Solía haber mucha gente.

Residió en este valle siete meses el adelantado don Diego de Almagro con cuatrocientos hombres y seiscientos caballos y gran copia de gastadores. Y fue en el tiempo de invierno cuando allí estuvieron, y aquel año fue furioso y tempestuoso. Y de aquí se volvieron don Diego de Almagro con toda su gente que no quiso conquistar ni poblar este reino.

Decíanle los indios a don Diego de Almagro, que eran unos indios que habían traído del Pirú, que hacía en este valle ‘ancha chire’, que quiere decir gran frío, quedóle al valle el nombre de Chire. Corrompido el vocablo le llaman Chile, y de este apellido tomó la gobernación y reino el nombre que hoy tiene que se dice Chile.

Los señores de este valle son dos. Sus nombres son éstos: el uno Tanjalongo, éste manda de la mitad del valle a la mar; el otro cacique se dice Michimalongo, éste manda y señorea la mitad del valle hasta la sierra. Este ha sido el más tenido señor que en todos los valles se ha hallado”.

Llama la atención, entre otros asuntos, lo relativo a la población indígena ¿Disminuyó después de la estadía de Diego de Almagro?

(Leer nuestras notas anteriores sobre la población indígena y Mario Orellana).