sábado, 6 de octubre de 2018

Leyendo el tercer libro de Montero




Pablo Montero 



Indudablemente, las tres obras de Pablo Montero (Santiago, 1972) constituyen un valioso acercamiento al Quillota de los siglos XVIII, XIX y XX. El primero a la sociabilidad quillotana; el segundo a las familias y propiedad rural; y el tercero, como su título lo señala, a la "Historia administrativa y urbana de Quillota.  1810-1996" (2018).

Confieso que avanzar en la lectura de las 411 páginas de la última obra, para quien escribe esta nota, no ha sido una tarea fácil, subrayando la importancia de las informaciones. Hay citas de algunos documentos que podrían haberse resumido y algunos datos de no mucha importancia. En varias páginas, al referirse al orden de los alcaldes y regidores, se consigna orden de procedencia en lugar de orden de precedencia.

Tendré que releer las páginas alusivas al breve, pero importante, periodo, llamado por los historiadores conservadores Anarquía (1823 a 1830), ya que es difícil entender las polémicas políticas sin aclarar los puntos de vista de los pipiolos, pelucones, federalistas y o’higginistas (páginas 51 a 70).

El trabajo en cuestión debería ser leído, principalmente, por los vecinos querendones de sus poblaciones o barrios, ya que se enterarían del origen y evolución de su sector. También es recomendable para los militantes o simpatizantes de los partidos políticos de derecha, centro e izquierda viendo en acción a sus correligionarios más destacados en el ámbito municipal. Como antiguo quillotano me fue grato recordar, entre varios otros, a Alfredo Rebolar, Fortunato Mendoza, Tulio Aillón, Omer Zúñiga, Vasco Valdebenito, Pablo Gac, Ramón Valencia (mi profesor), Patricio Rojas, el doctor Hiriart, por diversos motivos. (Don Tulio no era abogado, como se consigna).

En cuanto a celebraciones y conmemoraciones, destacan las varias páginas dedicadas al 250° aniversario de Quillota (1967), pero quedan al debe el tricentenario de la parroquia San Martín de Tours (1942) y el bicentenario de nuestra ciudad (1917). Belarmino Torres dedica una página de su trabajo al programa de la celebración. En la página 229, Montero señala que “La sesión (municipal) del 4 de octubre de 1939 tuvo por motivo el rendir homenaje al centenario de Zorobabel Rodríguez”. En esa ocasión el regidor Rafael Valenzuela propuso que la Municipalidad auspiciara una nueva edición de la novela “La Cueva del Loco Eustaquio”. Tarea pendiente.

Durante nuestros años de estudiante los textos de historia de Chile nombraban a Quillota solamente cuando se referían al médico Enrique Fulner y al motín contra Portales de junio de 1837. Acertadamente, nuestro autor, en las páginas 72 y 73 reproduce el acta con los fundamentos políticos del motín que encabezó el satanizado, injustamente, coronel José Antonio Vidaurre. El escrito afirma, refiriéndose al ministro y su gobierno “… persiguiendo cruelmente a los hombres más beneméritos que se han sacrificado por la independencia política” de Chile, “… unos pocos, que no habiendo prestado ninguno de los servicios en la guerra de la independencia, se complacían en vejar y reprimir a los que se sacrificaron heroicamente por ella.”

Desde mi punto de vista de profesor, otro de los varios aciertos del autor, en las páginas 334 y 335, en el contexto de la municipalización de la educación estatal y de la exoneración de docentes de principios del año 1987, es citar a “El Observador” del 30 de enero de 1987: “No ha habido absolutamente ningún criterio político; si han resultado afectadas las personas que Ud. Indica, ha sido pura coincidencia no más.” Las “convincentes” palabras pertenecen al alcalde designado por la dictadura J.A. Rebolar, actual concejal.

El “Ateneo de Quillota”, grupo cultural y revista, al cual pertenecieron, entre otros, el periodista Orlando Arancibia y el abogado Mario Contreras Rojas es mencionado con motivo de una subvención municipal del año 1943. Ojalá se estudie la historia cultural quillotana. Así, para finalizar esta primera nota alusiva al estudio de Montero.