Pablo Montero
Indudablemente, las tres obras de Pablo Montero (Santiago, 1972) constituyen un valioso acercamiento al Quillota de los siglos XVIII, XIX y XX. El primero a la sociabilidad quillotana; el segundo a las familias y propiedad rural; y el tercero, como su título lo señala, a la "Historia administrativa y urbana de Quillota. 1810-1996" (2018).
Confieso
que avanzar en la lectura de las 411 páginas de la última obra, para quien
escribe esta nota, no ha sido una tarea fácil, subrayando la importancia de las
informaciones. Hay citas de algunos documentos que podrían haberse resumido y
algunos datos de no mucha importancia. En varias páginas, al referirse al orden
de los alcaldes y regidores, se consigna orden de procedencia en lugar de orden
de precedencia.
Tendré
que releer las páginas alusivas al breve, pero importante, periodo, llamado por
los historiadores conservadores Anarquía (1823 a 1830), ya que es
difícil entender las polémicas políticas sin aclarar los puntos de vista de los
pipiolos, pelucones, federalistas y o’higginistas (páginas 51 a 70).
El
trabajo en cuestión debería ser leído, principalmente, por los vecinos
querendones de sus poblaciones o barrios, ya que se enterarían del origen y
evolución de su sector. También es recomendable para los militantes o
simpatizantes de los partidos políticos de derecha, centro e izquierda viendo
en acción a sus correligionarios más destacados en el ámbito municipal. Como
antiguo quillotano me fue grato recordar, entre varios otros, a Alfredo
Rebolar, Fortunato Mendoza, Tulio Aillón, Omer Zúñiga, Vasco Valdebenito, Pablo
Gac, Ramón Valencia (mi profesor), Patricio Rojas, el doctor Hiriart, por
diversos motivos. (Don Tulio no era abogado, como se consigna).
En
cuanto a celebraciones y conmemoraciones, destacan las varias páginas dedicadas
al 250° aniversario de Quillota (1967), pero quedan al debe el tricentenario de
la parroquia San Martín de Tours (1942) y el bicentenario de nuestra ciudad
(1917). Belarmino Torres dedica una página de su trabajo al programa de la
celebración. En la página 229, Montero señala que “La sesión (municipal) del 4
de octubre de 1939 tuvo por motivo el rendir homenaje al centenario de
Zorobabel Rodríguez”. En esa ocasión el regidor Rafael Valenzuela propuso que la Municipalidad
auspiciara una nueva edición de la novela “La Cueva del Loco Eustaquio”. Tarea pendiente.
Durante
nuestros años de estudiante los textos de historia de Chile nombraban a
Quillota solamente cuando se referían al médico Enrique Fulner y al motín
contra Portales de junio de 1837. Acertadamente, nuestro autor, en las páginas
72 y 73 reproduce el acta con los fundamentos políticos del motín que encabezó
el satanizado, injustamente, coronel José Antonio Vidaurre. El escrito afirma,
refiriéndose al ministro y su gobierno “… persiguiendo cruelmente a los hombres
más beneméritos que se han sacrificado por la independencia política” de Chile,
“… unos pocos, que no habiendo prestado ninguno de los servicios en la guerra
de la independencia, se complacían en vejar y reprimir a los que se
sacrificaron heroicamente por ella.”
Desde
mi punto de vista de profesor, otro de los varios aciertos del autor, en las
páginas 334 y 335, en el contexto de la municipalización de la educación
estatal y de la exoneración de docentes de principios del año 1987, es citar a
“El Observador” del 30 de enero de 1987: “No ha habido absolutamente ningún
criterio político; si han resultado afectadas las personas que Ud. Indica, ha
sido pura coincidencia no más.” Las “convincentes” palabras pertenecen al
alcalde designado por la dictadura J.A. Rebolar, actual concejal.
El
“Ateneo de Quillota”, grupo cultural y revista, al cual pertenecieron, entre
otros, el periodista Orlando Arancibia y el abogado Mario Contreras Rojas es
mencionado con motivo de una subvención municipal del año 1943. Ojalá se
estudie la historia cultural quillotana. Así, para finalizar esta primera nota
alusiva al estudio de Montero.