martes, 27 de noviembre de 2018

Una mirada acerca de la Plaza Mayor de Quillota




Imagen de la Pileta tomada a un año después de su inauguración 
en la primavera del año de 1953
(Fuente: Fondo Archivo Fotográfico de Quillota)
(Imagen: "Historia Administrativa y Urbana de Quillota 1810 - 1996",
 Pablo Montenro Valenzuela)




Con poco más de trescientos años de existencia la Plaza de Quillota –situada en el corazón de la traza colonial– es para el propio residente e incluso para los afuerinos que la visitan, el principal lugar de atracción de la ciudad. Pero eso no deja de ser motivo para ir un poco más allá y suministrar cierta cuota de reflexión al preguntarse lo siguiente: ¿Qué fundamenta dicha afirmación?; ¿cuál sería el interés de su examen?; o decir, ¿por qué adentrarse en ese espacio vacío? 

 En vista de tales interrogantes la respuesta debe buscarse a partir de la cualidad que es objeto. La Plaza de Quillota ha ido atesorando cualidades  que van desde la acumulación de actos vividos por la propia comunidad (ceremonias, fiestas y procesiones) convirtiéndola en el núcleo de la actividad cívica, religiosa y un ámbito tradicional de sociabilidad, pasando por episodios de connotación histórica (apresamiento del  Ministro Portales y el ajusticiamiento del coronel Vidaurre con su cabeza en exhibición), hasta su gravitación en la organización del espacio circundante. Características que, en consecuencia, revelan una verdadera concentración de hechos,  funciones, creencias, valores y simbolismo.

Pertinente sería entonces referirse a este lugar como Plaza Mayor y así querer comunicar un acervo distinto y más amplio a la Plaza de Armas. Esta última acentúa el antiguo rol militar de las villas o ciudades fundadas en el siglo XVI y, por lo tanto, agrupa significaciones más acotadas o restringidas. De este modo, habría que distinguir en la Plaza Mayor el atributo de instituir esa área público-institucional arrancada desde la fundación de la ciudad de Quillota en el siglo XVIII y, junto a ello, arbitrar el ámbito de lo privado representado por edificios eclesiásticos, residenciales, establecimientos comerciales y actividad bancaria. Entonces, no es casualidad que la Plaza Mayor de Quillota muestre al observador un rasgo de viejo cuño –reflejo de las dimensiones civil y religiosa que verifican el acto fundacional– al actuar como mediadora de la dualidad de poderes visto entre la Parroquia San Martín de Tours y el edificio de la Municipalidad o de centralizar el quehacer de las instituciones, edificios y oficinas en rededor. Pero no sólo es demostración de la jerarquía y distribución de los símbolos supremos, sino que detalla cierta especificidad del contenido social de la ciudad, sobre todo, cuando el sitio acusa desde la memoria cierto nivel de segregación socio espacial. Así, muchos podrían hacer el recuerdo del denominado paseo de las nanas, en cuanto expresión de un transitar por éstas en los espacios exteriores de la plaza y con ello quedaba severamente delimitado el paseo central entre diferentes sectores sociales.

 En consecuencia, hay algo significante en todo esto, ya que por un lado amplía nuestra compresión sobre su incidencia en la vida de la población, como asimismo la real importancia al entorno en su conjunto y, por otro, devuelve a la ciudad su denominación y sentido original por la cual fue ideada. 

Con todo, este principal hito urbanizador de Quillota es un núcleo idóneo para continuar redescubriéndolo.





Pablo Montero Valenzuela
Licenciado en Historia (PUC - V)