Imagen de la Pileta tomada a un año después de su inauguración
en la primavera del año de 1953
en la primavera del año de 1953
(Fuente: Fondo Archivo Fotográfico de Quillota)
(Imagen: "Historia Administrativa y Urbana de Quillota 1810 - 1996",
Pablo Montenro Valenzuela)
Pablo Montenro Valenzuela)
Con poco más de
trescientos años de existencia la
Plaza de Quillota –situada en el corazón de la traza colonial– es para el propio residente e
incluso para los afuerinos que la visitan, el principal lugar de atracción de
la ciudad. Pero eso no deja de ser motivo para ir un poco más allá y
suministrar cierta cuota de reflexión al preguntarse lo siguiente: ¿Qué
fundamenta dicha afirmación?; ¿cuál sería el interés de su examen?; o decir,
¿por qué adentrarse en ese espacio vacío?
En vista de tales interrogantes la respuesta
debe buscarse a partir de la cualidad que es objeto. La Plaza de Quillota ha ido atesorando cualidades que van desde la acumulación de actos vividos
por la propia comunidad (ceremonias, fiestas y procesiones) convirtiéndola en
el núcleo de la actividad cívica, religiosa y un ámbito tradicional de
sociabilidad, pasando por episodios de connotación histórica (apresamiento
del Ministro Portales y el
ajusticiamiento del coronel Vidaurre con su cabeza en exhibición), hasta su
gravitación en la organización del espacio circundante. Características que, en
consecuencia, revelan una verdadera concentración de hechos,
funciones, creencias, valores y simbolismo.
Pertinente sería entonces referirse
a este lugar como Plaza Mayor y así querer comunicar un acervo distinto y más
amplio a la Plaza
de Armas. Esta última acentúa el antiguo rol militar de las villas o ciudades
fundadas en el siglo XVI y, por lo tanto, agrupa significaciones más acotadas o
restringidas. De este modo, habría que distinguir en la
Plaza Mayor el atributo de instituir esa área
público-institucional arrancada desde la fundación de la ciudad de Quillota en
el siglo XVIII y, junto a ello, arbitrar el ámbito de lo privado representado
por edificios eclesiásticos, residenciales, establecimientos comerciales y
actividad bancaria. Entonces, no
es casualidad que la Plaza
Mayor de Quillota muestre al observador un rasgo de viejo
cuño –reflejo de las dimensiones civil y religiosa que verifican el acto
fundacional– al actuar como mediadora de la dualidad de poderes visto entre la Parroquia San Martín
de Tours y el edificio de la
Municipalidad o de centralizar el quehacer de las
instituciones, edificios y oficinas en rededor. Pero no sólo es demostración de
la jerarquía y distribución de los símbolos supremos, sino que detalla cierta
especificidad del contenido social de la ciudad, sobre todo, cuando el sitio acusa desde la memoria cierto
nivel de segregación socio espacial. Así, muchos podrían hacer el recuerdo del
denominado paseo de las nanas, en cuanto expresión de un transitar por éstas en
los espacios exteriores de la plaza y con ello quedaba severamente delimitado
el paseo central entre diferentes sectores sociales.
En consecuencia, hay algo significante en todo
esto, ya que por un lado amplía nuestra compresión sobre su incidencia en la
vida de la población, como asimismo la real importancia al entorno en su
conjunto y, por otro, devuelve a la ciudad su denominación y sentido original
por la cual fue ideada.
Con todo, este principal hito urbanizador de Quillota es
un núcleo idóneo para continuar redescubriéndolo.
Pablo Montero Valenzuela
Licenciado en Historia (PUC - V)