domingo, 9 de diciembre de 2018

Balmaceda y El Ñato Quillotano



"Balmaceda en la Poesía Popular 1886-1896", 
Micaela Navarreta Araya, DIBAM.
(imagen Memoira Chilena"





Balmaceda se hizo reo
de ser un hombre formal,
verdadero liberal
y el más hábil, según creo,
siempre fueron sus deseos
dar al pueblo protección,
protegiendo la instrucción
y dando trabajo al pobre;
perdimos a este gran hombre
por culpa de Jorge Montt.

El Ñato Quillotano


Esta décima es uno de los dos epígrafes de la excelente novela histórica titulada “Balmaceda.  La guerra entre chilenos” (2016) del escritor porteño Carlos Tromben, autor también de “Huáscar” (2015). Estos versos nos condujeron al trabajo de Micaela Navarrete Araya, “Balmaceda en la poesía popular. 1886-1896)”, de 1993, para informarnos del Ñato Quillotano.

Nuestra autora; identificó a veintisiete poetas populares.  Algunos de los más conocidos: Bernardino Guajardo, Rómulo Larrañaga, Rosa Araneda, Juan Bautista Peralta y Juan Rafael Allende, entre otros.

Identificó también once seudónimos.  El Loro, El Ñato Quillotano, el Futre de las Tres Zetas, etc.

Guajardo (1812-1866) es quizás “el más antiguo y el más famoso de todos” y Peralta (1875-1933) “probablemente, el último”.

Los pliegos sueltos de poesía impresa de estos autores se conocen como Lira Popular.

Zorobabel Rodríguez, en un interesante artículo de 1873, nos presenta a uno de los poetas:

“Bernardino Guajardo es en la actualidad el mas aplaudido representante de la poesía popular en nuestro país.  Si quereis divisarlo, id cualquier mañana de Dios a la plaza de abastos (pues suponemos que en su calidad de discípulo de Apolo, a pesar de su poncho, tenga todavía franca entrada a ella) i buscadlo atentamente, que lo encontrareis entre las verduleras que venden i las fregonas que compran, ya sentado en nutrida plática con las chocolateras, ya en continuo movimiento desde los baratillos de afuera a la puerta, i desde la puerta a las callejuelas interiores de aquella animadísima feria.  Alto de cuerpo, enjuto de carnes, tuerto de un ojo i del otro no mui bueno, Guajardo debe tener allá como unos cincuenta i cinco años de edad.  Como el albañil-enjerto en sastre de Quevedo, que marchaba siempre con su casa a cuestas, Guajardo marcha siempre con la colección de sus obras debajo del brazo.

A diferencia de los demas vendedores ambulantes, nuestro poeta no pregona sus mercaderías; reserva que guarda, talvez por el decoro de las musas, talvez porque estima que la misma popularidad de que goza haría inútiles los pregones i encarecimientos de costumbre.  Lo cierto del caso es que Guajardo es invitado a cada instante a detenerse, a desabrochar el cuero mugriento i sobado por el contínuo frote en que lleva forradas sus copias, i a ofrecer al comprador las que desee, a razon de dos centavos cada una.  Se nos asegura que la venta que hace nuestro vate de sus poesías fluctúa entre 60 centavos i un peso diarios; modesta suma con que el pobre atiende al propio sustento i al de su familia.

Pero ¿en qué consisten las producciones de este singular romancero? –Materialmente consisten por regla jeneral en una cuarteta de versos de a ocho sílabas, ya asonantados, ya aconsonantados, picarescos o sentenciosos.  Vienen en pos cuatro décimas, cada una de las cuales termina ordenadamente por uno de los versos de la cuarteta, i concluye todo por una quinta décima en que el autor se esfuerza por resumir las idea(s)

de la pieza, i a veces también por dar algo que podría llamarse la moral del cuento.  Tales son las composiciones que Guajardo hace imprimir en tiras de diversos colores i que espende por sí mismo a dos centavos cada una.

En cuanto al fondo, son de una variedad que resiste a toda tentativa de clasificacion.  Las hai a lo divino i a lo humano, es decir relijiosas i profanas, históricas i científicas, políticas i de costumbres, morales, filosóficas, satíricas, etc.”

Estos párrafos nos permiten imaginarnos cómo sería la personalidad de El Ñato Quillotano, ya que, por ahora, carecemos de informaciones alusivas a nuestro poeta.  Finalizamos esta nota con la transcripción de uno de sus poemas en que alude al gobierno del marino Jorge Montt (1891-1896), uno de los responsables individuales de la guerra civil del 91.




CUARTETA
Pobres chilenos, qué haremos
con tanta calamidá,
nuestro bendito Gobierno
hoy nos mira sin piedá.

GLOSA

Dios mío, ¿por qué razón
permites que en lo presente
perezca toda la gente
en la mayor aflicción?
La nueva contribución
es bueno que reclamemos,
tal cosa no soportemos
porque pende nuestra vida,
la Patria se halla abatida,
pobres chilenos, qué haremos.

El pueblo hoy día comienza
a pedir socorro a gritos,
porque ya se encuentra frito
por el rico sinvergüenza
que en La Moneda no piensa
salir de la oscuridá
viendo que está la ciudá
en la miseria indigente.
¿y qué hará la pobre gente
con tanta calamidá?
Se ocupan esos sayones
en la ley de las patentes
de negocios diferentes
y en distintas condiciones;
con las multas y  prisiones
han de pasar el invierno,
el anciano y el moderno
opinan ya sin cautela
que se han vuelto sanguijuela

nuestro bendito Gobierno.

A los pobres comerciantes
les han impuesto esos cachos
diciéndoles: son borrachos
o mejor dicho, tunantes;
disparates semejantes
no se han visto en realidad,
se acabó la libertad
en nuestra fatal nación,
porque ya don Jorge Montt
hoy nos mira sin piedad.

DESPEDIDA

Al fin, hasta yo diré
tendré que sacar patente
y si no, yo diariamente
vender versos no podré;
jamás tranquilo estaré,
lector, por este motivo
sacándole verso activo
al agiotista usurero
que al pueblo le saca el cuero
y así se queda pasivo.

El importante estudio de Micaela Navarrete, 123 páginas, merece una nota aparte.