domingo, 30 de diciembre de 2018

¿Por qué escribir?... ¿Para quién escribir?



Portada de la novela del escritor quillitano
Aldo Zúñiga Alfaro

Soy buen lector y hace muchos años leí “Papillon”, novela del francés Henri Charriere, que fue éxito de ventas en su tiempo y que muy luego se transformó en una taquillera película protagonizada por excelentes actores.
Charriere nunca fue escritor… fue un recluso francés condenado de por vida por un crimen que no cometió a trabajos forzados en las colonias que Francia tenía en América del sur. Lo que hace Charriere en su novela, es narrar su experiencia en un sistema carcelario deshumanizado y cruel, donde suceden las cosas más sorprendentes y que este aprendiz de escritor narra con increíble maestría. Se las ingenia y consigue huir de una cárcel donde no era fácil hacerlo y sobrevive en medio de las penurias más increíbles.
Después de muchas peripecias llega a la civilización, escribe sus aventuras y las presenta a una editorial.  Sus editores estaban asombrados y confesaron que las correcciones que debieron realizar a los borradores de “Papillon” fueron mínimas.
Francia nunca reconoció las atrocidades que Charriere narra en su novela, pero después del éxito mundial que tuvo su aventura literaria, cerró las cárceles que tenía en  colonias sudamericanas. De hecho en la película, se muestran las celdas vacías de su colonia penal que si existieron.
¿Qué pretendo afirmar con este comentario?...
De ninguna manera sostener que para escribir sólo basta con disponer de una historia y ganas de traspasarla a un papel… no, con eso no bastaría, pero si, son condiciones que se precisan para la narrativa y mejor aún si la historia es entretenida, creíble y el narrador dispone de un buen uso del lenguaje para que llegue a todos en forma clara.
Hay otros elementos que son necesarios también para el éxito de un libro de poemas, de una novela o un ensayo y que muchos escritores dominan: la genialidad de Gabriela Mistral, por ejemplo, el humor que incorpora Rivera Letelier, la forma de elegir los temas de Pablo Huneeus y la valentía y buena información de Patricia Verdugo, por mencionar algunos de nuestros buenos escritores y de sus características más destacadas.
No sé si un poco envalentonado por la experiencia de Charriere, más de una vez me dije: y ¿por qué no yo?... Además, me sentía respaldado por el hecho que en el colegio, uno de mis fuertes era la composición, en esos años se usaba hacer trabajar la imaginación de los alumnos, siempre fui buen lector y mi imaginación era fértil. Podría agregar también, que algo tienen que ver los genes… Mi abuelo materno, a quien no conocí, fue un excelente escritor y mi madre heredó de él, unas cartas preciosas que le escribió poco antes de morir.
Con todos estos antecedentes me lancé, pero como todo buen principiante cometí errores, elegí mal los temas y de partida comencé tomando como ejemplo a un destacado escritor español que se llenó de gloria con una trilogía que gustó mucho en su época y que encantó a uno de mis hermanos, por esos años, estudiante de pedagogía en historia.
José María Gironella, escribió tres novelas sobre la convulsionada España de los años treinta y cuarenta del siglo veinte. Su primer libro “Los cipreses creen en Dios”, trata sobre el gobierno de izquierda, anterior al enfrentamiento armado entre connacionales. Su segunda obra, “Un millón de muertos”, narra la sangrienta guerra civil española y su tercer trabajo “Ha estallado la paz”, los años pos enfrentamiento, que coincide con la segunda guerra mundial. Veinte años después, Gironella añadió un cuarto libro: “Los hombres lloran solos”, obra que no ha llegado a mis manos.
Después de vivir la experiencia chilena con los gobiernos de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y la dictadura de Pinochet, comencé a comparar y descubrir cierta similitud entre ambos períodos históricos y se me ocurrió, encandilado por el tema y una vanidad que no sé de donde me nació, imitar a este escritor español, con tres obras que titulé: “Brilla el sol”, que muestra aspectos del gobierno de Frei, con la reforma agraria como telón de fondo, “Venceremos”, basado en la socialista experiencia de Allende y por último “Pronunciamiento militar”, en base a la dictadura que sufrimos por diez y siete años. Toda esta narrativa, mirada desde la perspectiva del hombre común, sin entrar en elucubraciones doctrinarias o filosóficas y usando los típicos recursos de la novela, como el amor, el engaño, el odio, la esperanza, el humor, las buenas y malas intenciones y con personajes reales, de esos que uno topa en la calle todos los días.
Por último, ambiente estos trabajos fundamentalmente en Quillota, La Calera, San Felipe, Santiago y algo también en Buenos Aires, ciudades donde he vivido, porque estas historias tienen mucho de mi, que soy un chileno típico, pero no el protagonistas de todo esto.
Cuando ya tenía terminada toda esta ambiciosa producción literaria, comencé con la otra etapa, que debo confesar, absolutamente desconocida para mi: ¡cómo editar estos libros… que costo tendría la edición de cada uno… que pasos hay que dar!…
Y al comenzar a indagar, me di cuenta que me había metido en una camisa de once varas. Editar uno de estos trabajos, no es caro… es carísimo, además sumémosle los gastos colaterales que supone la edición de un libro: viajes, organización de su lanzamiento, crear una red de apoyo con gente destacada del mundo de la literatura y comenzar a rogar para que todo saliera bien.
Entonces me di cuenta que tendría que cambiar de estrategia… comenzar con más humildad y no aspirar al Nobel de literatura tan rápidamente… que habían buenos temas locales que podrían tratarse bien, gustar al común de la gente y de manera más breve. Mis tres primeros trabajos, si bien no tienen las dimensiones del Quijote, son extensos. Por eso dije: elegí mal los temas.
Así fue entonces como nació “Diario de vida de un profe”, en el año 2013. Una novela de doscientas sesenta páginas, que intenta mostrar como se fue deteriorando la educación pública en nuestro país. No quise ambientarla en esta zona para darle un carácter más general y elegí Temuco,  una ciudad interesante y donde la educación ha tenido los mismos problemas que en todas partes.
Quienes la han leído, me comentan que es entretenida, que les ha gustado y que debería continuar escribiendo. Les he creído a estos generosos comentarios y ya tengo una recopilación de historias reales recogidas aquí en Quillota, en La Calera, Nogales, Llay-Llay, en fin, en diferentes partes de nuestra región de Valparaíso e incluso agregué una historia que conocí en la populosa ciudad de Buenos Aires y que valía la pena incluirla. A esta recopilación la titulé: “Historias insólitas” y ahí están, durmiendo en mi notebook, esperando salir al mundo de la literatura.
Y por último, acabo de terminar otra novela, que después de finalizarla y releerla muchas veces, me he preguntado muchas veces también: ¿quién me mandó a meterme en este tema?
Es que se trata de la prostitución.
Quiero dejar muy en claro que no soy especialista en la materia y que la motivación para adentrarme en esta temática, tiene unos veinte años y proviene de un profesor de Santiago, que conoció algo sobre el tema gracias a un amigo de mucho dinero y que un día lo llevó a conocer a un prostíbulo ABC uno, donde las prestaciones de estas jóvenes no valen menos de mil dólares y la idea del amigo ricachón, era más bien reencontrarse con una amiga común que ambos habían conocido en su pueblo de origen allá en el sur. La niña era protagonista de una historia interesante y que cuando la conocí, me quedó flotando en los recuerdos, pero que no alcanzó a motivarme para escribirla. Andando el tiempo y en una entrevista de televisión, supe de una organización que promovía prostitutas al más alto nivel, pero que no disponían de una casa establecida, sino que las mujeres concurrían donde el cliente las necesitaban: un hotel, un departamento, una cabaña, en fin, donde fuera y la organización las trasportaba en limusina y las recogía de la misma forma. Obviamente que el costo de este servicio también era muy elevado.
Y por la TV también, supe de un reportaje que le hicieron a una famosa scort chilena, que lucía en su currículo, el haber participado en las eróticas y cinematográficas fiestas que organizaba Silvio Berlusconi. Entonces, con todos estos sabrosos antecedentes, me atreví a escribir “Un sillón de terciopelo rojo” una novela que intenta mostrar el mundo de la prostitución, pero sin penetrar en el morbo ni la pornografía del tema, buscando más bien, humanizar la vida de estas mujeres, que en general, cargan con historias tristes desde su adolescencia.
Me gustaría que “Un sillón de terciopelo rojo” fuera mi segunda novela y pienso que me podría ayudar a darme a conocer en el mundo de las letras, podría cooperar también a promover la venta de “Diario de vida de un profe” y hacerme un nombre para tirar esos tres trabajos que tengo, que podrían dar que hablar porque estos temas son parte de nuestra historia y pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetir sus errores.
Y aquí voy entrando a la segunda pregunta que me hago en el encabezado de estas reflexiones: ¿Para quién escribir?... porque asumo que la primera pregunta ya estaría respondida: ¿Por qué escribir?... Escribo porque me gusta hacerlo; porque dispongo de alguna habilidad para distinguir entre una historia interesante y otra que no lo es y porque más de alguien me ha dicho: sigue haciéndolo… sabes comunicar emociones.
Ahora, ¿para quién escribo?... Debería responder: para toda persona que le gusta leer y se interesa por los temas que enfoco, pero tengo un grupo preferido: los jóvenes y las razones son muy simples… siempre han sido fáciles de manipular, de encandilar con fantasías increíbles, de seducir con verdades a medias, con cantos de sirenas, o por último, de entusiasmar con el brillo del dinero y mis trabajos pretenden hacerlos pensar.
Por eso que mis tres obras más trascendentes y que aún duermen en mi notebook, están particularmente dirigidos a ellos, para que se informen de lo que sucedió en este país y estén advertidos que si no tomamos las cosas en serio, la historia se puede volver a repetir.   
Que lo sepan las nuevas generaciones.   


                                       Aldo Zúñiga Alfaro, novelista quillotano.