Portada de la novela del escritor quillitano
Aldo Zúñiga Alfaro
Soy buen lector y hace muchos años leí
“Papillon”, novela del francés Henri Charriere, que fue éxito de ventas en su
tiempo y que muy luego se transformó en una taquillera película protagonizada
por excelentes actores.
Charriere nunca fue escritor… fue un
recluso francés condenado de por vida por un crimen que no cometió a trabajos
forzados en las colonias que Francia tenía en América del sur. Lo que hace
Charriere en su novela, es narrar su experiencia en un sistema carcelario
deshumanizado y cruel, donde suceden las cosas más sorprendentes y que este
aprendiz de escritor narra con increíble maestría. Se las ingenia y consigue
huir de una cárcel donde no era fácil hacerlo y sobrevive en medio de las
penurias más increíbles.
Después de muchas peripecias llega a la
civilización, escribe sus aventuras y las presenta a una editorial. Sus editores estaban asombrados y confesaron
que las correcciones que debieron realizar a los borradores de “Papillon”
fueron mínimas.
Francia nunca reconoció las atrocidades
que Charriere narra en su novela, pero después del éxito mundial que tuvo su
aventura literaria, cerró las cárceles que tenía en colonias sudamericanas. De hecho en la
película, se muestran las celdas vacías de su colonia penal que si existieron.
¿Qué pretendo afirmar con este
comentario?...
De ninguna manera sostener que para
escribir sólo basta con disponer de una historia y ganas de traspasarla a un
papel… no, con eso no bastaría, pero si, son condiciones que se precisan para
la narrativa y mejor aún si la historia es entretenida, creíble y el narrador
dispone de un buen uso del lenguaje para que llegue a todos en forma clara.
Hay otros elementos que son necesarios
también para el éxito de un libro de poemas, de una novela o un ensayo y que
muchos escritores dominan: la genialidad de Gabriela Mistral, por ejemplo, el
humor que incorpora Rivera Letelier, la forma de elegir los temas de Pablo
Huneeus y la valentía y buena información de Patricia Verdugo, por mencionar
algunos de nuestros buenos escritores y de sus características más destacadas.
No sé si un poco envalentonado por la
experiencia de Charriere, más de una vez me dije: y ¿por qué no yo?... Además,
me sentía respaldado por el hecho que en el colegio, uno de mis fuertes era la
composición, en esos años se usaba hacer trabajar la imaginación de los
alumnos, siempre fui buen lector y mi imaginación era fértil. Podría agregar
también, que algo tienen que ver los genes… Mi abuelo materno, a quien no
conocí, fue un excelente escritor y mi madre heredó de él, unas cartas
preciosas que le escribió poco antes de morir.
Con todos estos antecedentes me lancé,
pero como todo buen principiante cometí errores, elegí mal los temas y de
partida comencé tomando como ejemplo a un destacado escritor español que se llenó
de gloria con una trilogía que gustó mucho en su época y que encantó a uno de
mis hermanos, por esos años, estudiante de pedagogía en historia.
José María Gironella, escribió tres
novelas sobre la convulsionada España de los años treinta y cuarenta del siglo
veinte. Su primer libro “Los cipreses creen en Dios”, trata sobre el gobierno
de izquierda, anterior al enfrentamiento armado entre connacionales. Su segunda
obra, “Un millón de muertos”, narra la sangrienta guerra civil española y su
tercer trabajo “Ha estallado la paz”, los años pos enfrentamiento, que coincide
con la segunda guerra mundial. Veinte años después, Gironella añadió un cuarto
libro: “Los hombres lloran solos”, obra que no ha llegado a mis manos.
Después de vivir la experiencia chilena
con los gobiernos de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y la dictadura de
Pinochet, comencé a comparar y descubrir cierta similitud entre ambos períodos
históricos y se me ocurrió, encandilado por el tema y una vanidad que no sé de
donde me nació, imitar a este escritor español, con tres obras que titulé:
“Brilla el sol”, que muestra aspectos del gobierno de Frei, con la reforma
agraria como telón de fondo, “Venceremos”, basado en la socialista experiencia
de Allende y por último “Pronunciamiento militar”, en base a la dictadura que
sufrimos por diez y siete años. Toda esta narrativa, mirada desde la
perspectiva del hombre común, sin entrar en elucubraciones doctrinarias o
filosóficas y usando los típicos recursos de la novela, como el amor, el
engaño, el odio, la esperanza, el humor, las buenas y malas intenciones y con
personajes reales, de esos que uno topa en la calle todos los días.
Por último, ambiente estos trabajos
fundamentalmente en Quillota, La
Calera , San Felipe, Santiago y algo también en Buenos Aires,
ciudades donde he vivido, porque estas historias tienen mucho de mi, que soy un
chileno típico, pero no el protagonistas de todo esto.
Cuando ya tenía terminada toda esta
ambiciosa producción literaria, comencé con la otra etapa, que debo confesar,
absolutamente desconocida para mi: ¡cómo editar estos libros… que costo tendría
la edición de cada uno… que pasos hay que dar!…
Y al comenzar a indagar, me di cuenta
que me había metido en una camisa de once varas. Editar uno de estos trabajos,
no es caro… es carísimo, además sumémosle los gastos colaterales que supone la
edición de un libro: viajes, organización de su lanzamiento, crear una red de
apoyo con gente destacada del mundo de la literatura y comenzar a rogar para
que todo saliera bien.
Entonces me di cuenta que tendría que
cambiar de estrategia… comenzar con más humildad y no aspirar al Nobel de
literatura tan rápidamente… que habían buenos temas locales que podrían
tratarse bien, gustar al común de la gente y de manera más breve. Mis tres primeros
trabajos, si bien no tienen las dimensiones del Quijote, son extensos. Por eso
dije: elegí mal los temas.
Así fue entonces como nació “Diario de
vida de un profe”, en el año 2013. Una novela de doscientas sesenta páginas,
que intenta mostrar como se fue deteriorando la educación pública en nuestro
país. No quise ambientarla en esta zona para darle un carácter más general y
elegí Temuco, una ciudad interesante y
donde la educación ha tenido los mismos problemas que en todas partes.
Quienes la han leído, me comentan que es
entretenida, que les ha gustado y que debería continuar escribiendo. Les he
creído a estos generosos comentarios y ya tengo una recopilación de historias
reales recogidas aquí en Quillota, en La Calera , Nogales, Llay-Llay, en fin, en diferentes
partes de nuestra región de Valparaíso e incluso agregué una historia que
conocí en la populosa ciudad de Buenos Aires y que valía la pena incluirla. A
esta recopilación la titulé: “Historias insólitas” y ahí están, durmiendo en mi
notebook, esperando salir al mundo de la literatura.
Y por último, acabo de terminar otra
novela, que después de finalizarla y releerla muchas veces, me he preguntado
muchas veces también: ¿quién me mandó a meterme en este tema?
Es que se trata de la prostitución.
Quiero dejar muy en claro que no soy
especialista en la materia y que la motivación para adentrarme en esta
temática, tiene unos veinte años y proviene de un profesor de Santiago, que
conoció algo sobre el tema gracias a un amigo de mucho dinero y que un día lo
llevó a conocer a un prostíbulo ABC uno, donde las prestaciones de estas
jóvenes no valen menos de mil dólares y la idea del amigo ricachón, era más
bien reencontrarse con una amiga común que ambos habían conocido en su pueblo
de origen allá en el sur. La niña era protagonista de una historia interesante
y que cuando la conocí, me quedó flotando en los recuerdos, pero que no alcanzó
a motivarme para escribirla. Andando el tiempo y en una entrevista de
televisión, supe de una organización que promovía prostitutas al más alto
nivel, pero que no disponían de una casa establecida, sino que las mujeres
concurrían donde el cliente las necesitaban: un hotel, un departamento, una
cabaña, en fin, donde fuera y la organización las trasportaba en limusina y las
recogía de la misma forma. Obviamente que el costo de este servicio también era
muy elevado.
Y por la TV también, supe de un reportaje que le hicieron
a una famosa scort chilena, que lucía en su currículo, el haber participado en
las eróticas y cinematográficas fiestas que organizaba Silvio Berlusconi.
Entonces, con todos estos sabrosos antecedentes, me atreví a escribir “Un
sillón de terciopelo rojo” una novela que intenta mostrar el mundo de la
prostitución, pero sin penetrar en el morbo ni la pornografía del tema,
buscando más bien, humanizar la vida de estas mujeres, que en general, cargan
con historias tristes desde su adolescencia.
Me gustaría que “Un sillón de terciopelo
rojo” fuera mi segunda novela y pienso que me podría ayudar a darme a conocer
en el mundo de las letras, podría cooperar también a promover la venta de
“Diario de vida de un profe” y hacerme un nombre para tirar esos tres trabajos
que tengo, que podrían dar que hablar porque estos temas son parte de nuestra
historia y pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetir sus
errores.
Y aquí voy entrando a la segunda
pregunta que me hago en el encabezado de estas reflexiones: ¿Para quién
escribir?... porque asumo que la primera pregunta ya estaría respondida: ¿Por
qué escribir?... Escribo porque me gusta hacerlo; porque dispongo de alguna
habilidad para distinguir entre una historia interesante y otra que no lo es y
porque más de alguien me ha dicho: sigue haciéndolo… sabes comunicar emociones.
Ahora, ¿para quién escribo?... Debería
responder: para toda persona que le gusta leer y se interesa por los temas que
enfoco, pero tengo un grupo preferido: los jóvenes y las razones son muy
simples… siempre han sido fáciles de manipular, de encandilar con fantasías
increíbles, de seducir con verdades a medias, con cantos de sirenas, o por
último, de entusiasmar con el brillo del dinero y mis trabajos pretenden
hacerlos pensar.
Por eso que mis tres obras más
trascendentes y que aún duermen en mi notebook, están particularmente dirigidos
a ellos, para que se informen de lo que sucedió en este país y estén advertidos
que si no tomamos las cosas en serio, la historia se puede volver a
repetir.
Que lo sepan las nuevas
generaciones.
Aldo Zúñiga Alfaro, novelista quillotano.