la siguiente nota
fue publicada en El Diario Austral,
Osorno el 15 de
enero de 1997
Algunos
me preguntan: ¿Cómo es posible que tú, que eres una persona seria, con dos
doctorados, que llevas más de treinta años dando clases en diversas
universidades, puedas haber escrito “El Cisne Rojo” una novela de piratas?
Sí,
parece raro, pero la verdad es que desde chico sentí la necesidad de escribir
novelas de aventuras. Me encantaban,
sobre todo, las novelas por entregas, los folletines.
Creo
que no tenía más de ocho o diez años cuando se me ocurrió una idea absurda:
escribir una novela por entregas. Como
no tenía medios para distribuir mis folletines, pensé que podría pegarlos en
una ventana de mi casa.
En
efecto, así lo hice. Pegué el primer
papel, una hoja de cuaderno en que escribí como encabezamiento, con grandes
letras, capítulo primero. Ya ni recuerdo
de qué trataba mi folletín. Mi casa
quedaba a la pasada de un colegio de monjas (2), y mi propósito, más
que mi sueño era que las chicas se detuvieran a leer mi obra.
Estuve
al acecho, ya pueden ustedes imaginar con qué ansiedad. No se detuvo nadie, ni el primer día ni en
los restantes. Al cabo de una semana
cambié el papel. Capítulo segundo. El mismo resultado. Finalmente, no tuve más que declararme
derrotado. Sin duda ninguna, yo, como
folletinista, era un fracaso.
Ahora,
¿de dónde me vino esta ocurrencia de escribir novelas de aventuras?. Yo creo que de la lectura de “El
Peneca”. No creo haber tenido en mi
infancia un mejor amigo que esa revista.
Los días viernes no podía soportar la ansiedad de recibir el nuevo
número. No esperaba que llegara a las
librerías. Iba a buscar mi ejemplar a la
estación de los ferrocarriles. Allí
abrían los primeros paquetes y empezaban a vender la revista.
Por
lo general eso ocurría al anochecer, y
me acuerdo que, por la calle, iba deteniéndome debajo de cada farol para
leerla.
Durante
la semana la repasaba hasta casi aprenderme todas las historias de
memoria. ¡Qué tenía que ver la triste y
aburrida realidad que me rodeaba frente a ese mundo mágico, apasionante de
“Quintín el aventurero”, “El hijo del gran espíritu”, “Linda y el niño de la
selva”!
¡Y
qué decir de “Coré”, el gran dibujante! Era un dios para mí.
Naturalmente
leía también todo lo que los niños y los adolescentes leíamos en ese tiempo. Me
encantaron “Las aventuras de Huckleberry Finn”, que me sigue pareciendo una de
las mejores novelas que he leído en mi vida, y desde luego, “Sandokán”, “La
isla del tesoro”, “Robinson”, todo Julio Verne.
Luego vinieron los grandes novelistas del mar: Melville, Conrad, Baroja,
Coloane.
De
todo eso salió “El Cisne Rojo” (3).
Cumplí por fin mi propósito de escribir una novela de aventuras. Estoy contento con el resultado. Se hicieron doce mil ejemplares que se están
distribuyendo en Chile, Argentina, Colombia, Méjico y España. La crítica ha sido excelente. Desde Barcelona me escribe un cineasta
hablándome de la posibilidad de una película.
Escribí
“El Cisne Rojo” aquí en Osorno. Naturalmente,
en esta culta ciudad no está en ninguna librería y si la han leído cinco
personas es mucho.
(1) Eugenio Matus Romo (Quillota, 1929 – Osorno, 1997)
escritor y académico, autor de las novelas “Mientras Amanece” y “Encuentro en
Tánger”.
(2) la casa a que se refiere Eugenio Matus, está ubicada
en calle O’Higgins Nº585, en la ciudad de Quillota, por lo que el colegio de
Monjas, es Nuestra Señora del Huerto.
(3) la novela “El Cisne Rojo”, en Chile, fue publicada en la Editorial Andrés
Bello.