Violeta Parra
Aprovechando el espacio que nos
proporciona el profesor Poblete y del cual ya he abusado un tanto, quiero
referirme a un tema, que tiene cierta relevancia en nuestra ciudad.
Comenzaremos si, haciendo un pequeño recorrido histórico nacional y en una
segunda parte anclamos en Quillota.
Intencionadamente hablo del canto
popular y no del canto folclórico. Los conceptos están mal interpretados y se
confunde lo que es popular con lo que es
del folclore. Entonces una tonada como “Chile lindo”, de Clara Solovera, o
“Bajando pa Puerto Aisén” de Barros y Bernales, dicen algunos que son del
folclore…
Las creaciones consideradas folclóricas
no tienen un autor conocido, entre otras características. Su autoría se perdió
en el tiempo o puede ser también que nacieron de una creación colectiva.
¿Alguien sabe, a manera de ejemplo, quién creó el curanto, la típica comida
chilota?... o ¿quién es el autor de “Casamiento de negros”, canción recopilada
por Violeta Parra?... o ¿a quién se le ocurrió el traje de huaso?... y por
último, y a manera de definición, cualquiera expresión popular que la “gente”
hace suya por el hecho de satisfacer una necesidad material o espiritual, es
decir, porque esa expresión identifica a la mayoría de la gente, podemos decir
que es folclórica.
No obstante, temas como “Volver a los
diecisiete”, creación de Violeta Parra que ya tiene más de cincuenta años, se
folclorice, es decir, la gente olvide su autoría y la considere tan suya que no
será olvidada jamás y se convertirá en parte de la cultura popular, porque de
alguna manera los identifica. “Volver a los diecisiete… después de vivir un
siglo”… ¿A quién no le gustaría?
Hay muchos temas musicales, que están en
proceso de folclorización en forma natural.
Entonces, con la tranquilidad de haber
intentado dejar en claro estos conceptos, entremos al tema en cuestión.
Desde que comenzó la radiodifusión en
1923, la música tuvo un despegue espectacular y grupos económicos poderosos,
descubren que esta actividad era una buena forma de hacer dinero y que
generaba variados ritmos y géneros
musicales que inundaron el dial radiofónico. Es
así entonces como en 1927 naciera
un grupo de música popular chilena que se llamó los “Cuatro huasos”, que duró
hasta 1954 y que conocemos gracias a la naciente actividad discográfica.
Su finalidad, difundir la tonada y la
cueca, música huasa o del campo. En 1937 nace otro grupo muy parecido al
anterior y con la misma finalidad: los “Huasos Quincheros”, que además
incorpora el bolero, género musical de origen cubano en su temática musical.
Paralelamente surgían cantantes, mujeres y hombres mostrando temas de autores
emergentes y que tenían cierto éxito,
pero ya estaba vigente la industrial de la música y el negocio comienza a
destruir el interés del público por lo nuestro y los temas foráneos se toman
las sintonías radiales.
fotografía: Fondo Margot Loyola Palacios
En 1955, la universidad de Chile abrió
una escuela de verano sobre folclore y con la participación de Margot Loyola,
que ya se había hecho conocida por interpretar canciones chilenas con su
hermana Estela. De esta escuela nace el conjunto “Cuncumén”, grupo de
proyección folclórica, que le da un giro al canto popular, se atreve a
interpretar temas estudiados en su origen para conocer si cumplían con los
requisitos establecidos para considerarlos folclóricos, porque no todas las canciones campesinas son
del folclore.
Su primer director fue el profesor
Rolando Alarcón y entre sus filas estaban: Silvia Urbina, Clemente Izurieta,
Víctor Jara y otros destacados autores e intérpretes de la música chilena. Su
forma de dar a conocer lo nuestro, revolución el ambiente musical y comienzan a
surgir otros ritmos típicos, que siempre estuvieron ahí, como la refalosa, la
sajuriana y que eran desconocidos para el grueso de la gente, pero que se
conocían y entonaban en algunas comunidades campesinas.
Otro grupo influyente y que aparece en
1960, es el dúo “Los de Ramón”, un matrimonio estudioso de nuestra música, que
se atreve a incorporar temas del Norte Grande,
con instrumentos de la zona y que incorpora un concepto novedoso, del punto
de vista cultural: el folclore no está condicionado a divisiones políticas
administrativas, sino más bien a zonas determinadas por la procedencia étnica
cultural. Entonces, ¿podemos decir que la música de Rapanui es del folclore
chileno? Además de ser buenos
intérpretes, en el caso de Raúl de Ramón, un excelente creador de canciones con
raíz folclórica.
En 1962 aparece otro grupo que provoca
también cierta revolución en la música chilena: “Los cuatro cuartos”. No se
dedican a la investigación o recopilación de la música folclórica. No… Ellos
interpretan música de autores conocidos, o de creación de uno de los
integrantes del grupo: Willy Bascuñán, el único compositor chileno, que en un
solo año ganó el Festival de Viña en los géneros Folclórico e Internacional. El
mayor mérito de Los cuatro cuartos, es que incorpora armonías nuevas muy
novedosas en el canto y se hace acompañar sólo con una guitarra y en ocasiones
con un bombo. Ocasionalmente interpretan obras a cappella y se gana la
admiración de todos. Muy luego surgirían imitadores no sólo en Chile, sino que
también en países vecinos.
En 1965 surge otro grupo, que muy
tímidamente comienza otra revolución en la música de nuestro país: el conjunto
“Quilapayún”, de origen universitario.
El Quila, confirma la incorporación de
instrumentos de origen altiplánico, como la quena, la zampoña y el charango, pero además, interpreta temas
con marcado contenido social o de proritesta que de alguna manera, siempre ha
estado presente en la música popular, pero muy tímidamente. El Quila se atreve
con temas más agresivos y tiene éxito. Un par de años después, otro grupo con
características similares irrumpe en el ambiente musical chileno: el “Inti
Illimani”, que no tiene la potencia vocal del Quilla, pero incorpora interesantes
juegos vocales de mucha calidad y se gana un lugar importante en este nuevo
movimiento musical de nuestro país.
No fueron los únicos grupos que
surgieron en Chile por esos años fortaleciendo lo que se llamó: “la nueva
canción chilena”. En Valparaíso y desde 1965, ya sonaba el conjunto “Tiempo
nuevo”, donde destacó el quillotano Sergio Sánchez. En Antofagasta aparece el
grupo Illapu en 1971 y en Santiago y a pesar de la dictadura, surge en 1974 el
grupo “Ortiga”. Algunos años después, aparece “Santiago del nuevo extremo”.
Todos estos grupos fortalecieron una nueva forma de hacer música chilena, con
temáticas incómodas para el gobierno militar y que las radios, incondicionales
a las autoridades no mostraban y el resto se obtenía por temor. Grupos, como “Quilapayún” e “Inti Illimani”
tuvieron “la suerte” de encontrarse en el extranjero para el 11 de septiembre
de 1973. Otros, como Isabel y Ángel Parra, fueron detenidos. Ángel, después de
un tiempo de reclusión en la oficina salitrera “Chacabuco”, es exiliado, se
radica en México y posteriormente en Francia, donde se reencuentra con su
hermana Isabel, otra gran creadora e intérprete. Más de
algún grupo decidió emigrar y otros fueron expulsados, como “Illapu” en 1981.
Y no olvidemos que desde 1963, “Los
Jaivas” y “Congreso” algo después,
grupos de nuestra zona que combinan el rock progresivo con el folclore,
se hacen presentes en los escenarios chilenos y provoca otra pequeña gran
revolución, que se ha prolongado en el tiempo hasta nuestros días.
Además, por esos años ya existía Violeta
Parra, uno de los personajes más influyentes en la música popular chilena. Ella
no sólo gravitó en la música… no, tuvo participación en la artesanía, en la
poesía popular y ha sido inspiración para muchos nuevos creadores. En el 2011,
el cineasta chileno Andrés Wood, filmó “Violeta se fue a los cielos”, película
que contó con varias nominaciones a premios nacionales y extranjeros. La música
la puso su hijo Ángel, otro gran creador de música chilena, a quien conocí y
gestioné su venida a Quillota para que presentara una de sus grandes
creaciones: “El oratorio para el pueblo”, que repletó el teatro Portales.
Y voy a dejar hasta aquí este pequeño
resumen del canto popular chileno, en el bien entendido que estoy dejando mucha
gente buena en el olvido… como a Vicente Bianchi, que se nos fuera en
septiembre pasado, a Luis Advis, un creador de un talento extraordinario y que
se nos dejó en el 2004, al gran Patricio Manns, para muchos, un compositor tan
potente como la Violeta …
o a esos viejos compositores que nos dejaron tantas buenas tonadas como la
dupla de Jorge Bernales y Diego Barros Ortiz. O el gran Francisco Flores del
Campo, que nos legó “La pérgola de las flores”, la mejor comedia musical creada
en nuestro país, o la generosa producción de Clara Solovera. En fin, en materia
de creadores, Chile cuenta con una cantidad y calidad increíble de buenos
compositores y excelentes intérpretes como Eduardo Peralta, Eduardo Gatti,
Julio Neuhausen.
Le pido excusas a tantos buenos
compositores que no menciono y no es por indiferencia… es que son muchos y
buenos, como Sergio Sauvalle, creador de “El corralero”, uno de los temas
chilenos más cantados en el extranjero, o Chito Faró, otro gran compositor y si
sigo buscando voy a encontrar a muchos que pusieron en órbita la música
chilena. Nuestro homenaje para todos.
Aldo Zúñiga Alfaro