domingo, 5 de mayo de 2019

"El Cisne Rojo", una novela de Eugenio Matus Romo


"La Isla del Tesoro" Robert Louis Stevenson



Me encuentro con un joven en el ciberespacio que me comenta que una novela le cambió su vida, que antes de ella no pensaba siquiera en acercarse a un libro y que después de terminar aquél no ha parado de leer, tanto así que se ha transformado en un youtuber, una especie de comentador virtual de libros que insta a través de vídeos a otros chicos de su edad a que terminen con su pereza mental y se atrevan a hacer algo que parecía tan lejano como lo fue para él, algún día, el leer.

Por lo que, yo no pude evitar preguntarle, ¿cuál libro tan importante había sido aquél?, pensando que me diría, alguno de esos de moda que promueven las mega editoriales hoy. Pero no, no fue así, ya que él simplemente me respondió:

_“El Cisne Rojo” de Eugenio Matus.

Y yo, después de un largo silencio, sólo atiné a decir:

_ Ey, ese escritor es quillotano.

De ahí corro al puesto de libros que bajo un toldo está en medio de la Plaza y le pregunto al vendedor por el libro aquel.

_”El Cisne Rojo”... fue publicado por la editorial Andrés Bello, hace unos 20 o 25 años atrás. 

Él con ojo de lince estira su mano y me pasa un volumen de poco más de 200 páginas que en su portada aparece un galeón de esos que circundan los mares, con tripulación hecha de piratas. Ni siquiera espero llegar a casa y comienzo a leer. No me asombro que sea una novela de aventuras y no más bien realista, como lo son sus primeras  novelas,  ya que de su propia pluma he leído que en sus días de infancia, se deleitaba con islas con tesoros, con viajes al futuro y máquinas raras salidas de la imaginación de Verde y de historias publicadas en aquel amigo fiel que fue para él, aquella revista ilustrada por Coré. Así que sin juzgar  arremeto en la lectura, no desde mi perspectiva sino con los ojos del jovencito aquel de casi 20 años, que no ha leído más allá de lo obligatorio en el colegio y nada más. Y cuando comienzo no puedo evitar imaginar que  él escucha una voz ronca que le relata una historia en donde la ficción está a sus anchas. En donde un hombre de nombre extraño (Ark Alaus) decide comenzar sus días de retiro, en una apartada rivera de un río. Ahí cual Crusoe construye una cabaña en plena selva, agregándole un pequeño muelle donde instala una barcaza. En ese pequeño mundo la rutina se centra simplemente en disfrutar cada día con la tranquilidad del que ya nada tiene que probarle al mundo ni a si mismo, es por eso que quizás puede disfrutar de aquello tan escurridizo que es sino, vivir en paz.  Pero, nada es para siempre ni siquiera esa vida tan atemporal, porque un día frente a sus ojos, un velero con altos mástiles, jarcias,  mascarón de proa, además de cañones, recala. Junto con él  decenas de hombres vestidos y armados a la usanza de dos centurias atrás.  De ahí a la sorpresa, y de la sorpresa al espanto.

¿Quiénes serán esos hombres?, ¿locos acaso?, ¿qué hacen acá? invadiendo su pequeño paraíso terrenal, pero la seducción del velero lo aleja del miedo y deja que la historia se comience a contar.

Eugenio Matus, entonces, logra construir un relato en apariencia tan frágil, cual castillo de naipes, pero que sin embargo nunca decae, en donde lo que parece ser nunca es tal. Porque, la verdad es verdad hasta que surge el delirio y el deliro reina hasta que da paso de vuelta a la realidad. Y en ese ir y venir de interpretaciones, que cada uno de los personajes le da a lo acaecido en la trama, se va tejiendo esta historia. Ahí voy comprendiendo que esta dinámica es la que encanta al chico aquel. Porque “El Cisne Rojo”, no es lo que parece sino va mutando en cada capítulo, lo que hace desear llegar al final, para saber qué realmente es lo que ha pasado.

¿Es la versión del capitán del barco la realidad?, ¿o la de Scarpia?, uno de sus tripulantes, ¿es tan cuerdo Ark, o también es otro loco como los piratas aquellos, desfasados en 200 años?. ¿Es todo mentira o es la pura y santa verdad?. Todo esto en medio doblones de oro, sables, luchas hasta casi la muerte, un jaguar sediento de sangre y obviamente la siempre presente, codicia humana.

¡Qué lejano puede sonar todo esto, al Cid, a las rimas de Bécquer en la cabeza de un niño! ¡Qué letanía más grande, aunque suene a pecado colosal el decirlo, sonará un Quijote amando a una tal Dulcinea, o un Lazarillo deambulando en un mundo que parece no haber existido jamás! ¿Por qué a los 15 años nos hacen leer lo que necesita un centenar de lustros y mil arrugas para poder comprender?, ¿Por qué a esa edad, no nos dejan simplemente, leer, jugar y crecer?. Si hasta aquel doctorado en letras en Europa de apellido Matus, olvida por un momento el qué dirán, y se divierte escribiendo una historia que el mismo hubiese querido hasta de no tan niño protagonizar.

¡Qué lástima más grande que él, ya no esté en esta tierra! para que el chico le contase que su divertimento, le cambió la vida, que le hizo hacer el camino inverso que pretenden en el colegio hagamos, que lo hizo ir del juego a la seriedad.  Pero, esta vez navegando en una aventura que conjuga leer y soñar.

¡Qué lástima que lector y autor idolatrado rara vez se junten!  Creo que eso es un error argumental de esta vida, francamente garrafal.

“El Cisne Rojo”, una novela juvenil, que hace pensar ¿Por qué no la leen los alumnos de los colegios quillotanos? ¿Por qué los hacen comenzar por Europa y los dejan terminar en Norteamérica, como si no hubiese nada más?. Hasta cuándo,  obviar, lo que florece en el patio de nuestra ciudad.

Marcela Poblete Cruz