Miguel Arrate Larraín
(imagen www.geni.com)
Revisando mis apuntes, encuentro informaciones
sobre milicianos y cívicos de los siglos XVII, XVIII y XIX, auxiliares de los
soldados profesionales.
Para ubicarnos en el tema, anotamos tres hitos: el
año 1603 se formó el ejército colonial permanente; en 1825 se creó oficialmente
la Guardia
nacional o cívica constituida por voluntarios que debían servir 10 años. Eran hombres que no ejercían funciones
religiosas, públicas o de utilidad pública.
Y en 1900 se promulgó la Ley
de Servicio Militar Obligatorio (Chile fue el primer país latinoamericano que
la adoptó).
En el libro “Regimen Legal del ejército en el reino
de Chile” se consignan datos alusivos a los milicianos quillotanos.
Al finalizar el siglo XVII en Quillota, La Ligua y Aconcagua había 400
milicianos.
A fines del siglo XVIII, en Chile hay regimientos
de milicianos de Caballería, Infantería y Artillería o Dragones.
En Quillota teníamos dos Regimientos de Caballería:
“San Martín” y “Santiago” y un Batallón de Infantería. En total 720 milicianos. El “Santiago” y el Batallón fueron creados el
año 1780.
En el libro se describen los uniformes. El del batallón “su uniforme: casaca y calzón
azul; chupa y vuelta encarnada; botón blanco”.
La fuente de estas informaciones es José Toribio
Medina.
El recordado historiador Simon Collier en su libro
del año 2005 subraya, con razón, la importancia política de los cívicos al
analizar los soportes principales de los gobiernos conservadores autoritarios de
Prieto (con su ministro Portales), Bulnes y Montt: represión, la Iglesia Católica y la Guardia Cívica o Nacional que
en 1831 alcanzaba los 25.000 efectivos.
El Ejército rara vez superaba los 3.000.
El quillotano Santiago Amengual defendió como
cívico al gobierno en 1837.
Los cívicos salvaron al régimen en 1837 y 1851.
En otras notas hemos recordado al Batallón
movilizado “Quillota” en la guerra del Pacífico. Leyendo el clásico texto de Bravo Kendrick
sobre la guerra civil del 91, sorpresivamente, me enteré que nuestro batallón
participó en una de las dos dramáticas retiradas gobiernistas en el norte de
Chile para evitar inútiles bajas: la División
Arrate , liderada por el coronel Miguel Arrate Larraín
(1849-1931). Integrada por 19 jefes, 62
oficiales y 569 soldados, participando también 456 mujeres. Se componía de dos regimientos y dos
batallones movilizados: Angol y Quillota.
Se formó en marzo de 1891, recorrió 670 kilómetros ,
pasando por la pampa del Tamarugal, Tarapacá, desierto, cordillera de los Andes
y ciudades peruanas, llegando las tropas chilenas, sin oficiales, a Valparaíso
el 1º de octubre en el vapor “Limarí”.
El comandante del batallón quillotano era el teniente coronel Rodolfo
Wolleter encabezando a 188 soldados. Era
el más numeroso.
Guardando las proporciones, uno recuerda al griego
Jenofonte y su “Anábasis”.