lunes, 10 de junio de 2019

Dijo don Horacio Hevia “Tuve el Honor de asistir al primer día de clases del Liceo de Quillota”



Horacio Hevia Labbé
(imagen "La Historia que falta" Wilfredo Mayorga. Ercilla)



Y nos agregó: “el 7 de abril de 1890 se iniciaron las clases de este Liceo, con un preparatorio y un primer año de Humanidades.  A este último curso ingresé a la edad de 12 años, y junto a mis hermanos Julio y Enrique, mientras que mi hermano Osvaldo lo hacía al curso de preparatorias.  El Liceo de Quillota venía a llenar una necesidad en la región y fue recibido con generales muestras de alegría y satisfacción.  Más aún que era un Liceo “Concéntrico”, esto es, que aplicaba los nuevos planes de estudio que consistían en hacer trabajar la inteligencia del alumno a través del desarrollo de la clase, cambiando el sistema antiguo de la memorización”.

Quien nos habla es un hombre que ya ha cumplido los 87 años de edad, con una mente brillante y una memoria prodigiosa, para recordar hechos, nombres, circunstancias, anécdotas y darles su personal y viva interpretación.  Se trata de don Horacio Hevia Labbé, destacado ex alumno del Liceo de Hombres de Quillota y uno de los pocos sobrevivientes de aquellos 171 muchachos que en 1890 llegaron al primer llamado de la campana liceana.  Don Horacio, nació en Quillota, hijo de don José Francisco Hevia Riquelme, Notario y Conservador de Bienes Raíces del Departamento.  Hizo sus primeros estudios en la Escuela Elemental del Profesor don Juan de Dios Ariste, que estaba ubicada en calle O’Higgins, frente a la Plaza de Armas.  Después pasó a la Escuela Primaria, cuyo Director era don Francisco Quevedo, y finalmente al Liceo de Hombres, recién fundado, donde cursó de primero a tercer año de Humanidades.  Trasladado a la capital siguió en el Liceo Santiago, ahora Valentín Letelier, después en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, para recibirse de abogado en julio de 1902.  Como él dice con orgullo: “Hice todos mis estudios en colegios fiscales”.

Pronto ingresó a la carrera judicial y ya en 1906 era Relator de la Corte de Concepción, después Juez del Crimen de Santiago, y Ministro de la Corte de Apelaciones de la misma ciudad.  Libertario por excelencia, tuvo desde su cargo de Ministro, un descollante papel defendiendo las garantías constitucionales durante los años de la anarquía de 1925 a 1932.  Separado de su puesto por razones políticas, lucha denodadamente por volver el país a la  normalidad constitucional. Reiniciado este camino ocupa el Ministerio del Interior, donde se desempeña con el mismo acierto que en su carrera judicial.  Recientemente en Revista Ercilla ha recordado, a través de varias entrevistas esos años difíciles pero nobles de su vida.

Interrogado por nosotros sobre lo que fue el Liceo en los primeros tiempos se explaya con mucha facilidad, por lo que necesitaríamos no sólo esta página, sino la Revista entera para poder relatar todo lo que nos cuenta.

Recuerda al primer Rector, don Juan Rencoret Bravo, de quien dice: “era un hombre muy alto, de una inteligencia viva, y el profesional de más prestigio en la ciudad de Quillota.  Por ello precisamente lo nombraron Rector no obstante que era médico cirujano. Hacía clases de Castellano, además de atender la rectoría y ejercer su profesión.  Vivía en la localidad de San Pedro de donde viajaba todas las mañanas en su coche con caballos, y generalmente almorzaba en mi casa.  Después de la Revolución de 1891 don Juan fue reemplazado en el cargo por don Medoro Pedevila, que era profesor, y por contraste un hombre muy chico.  Pero duró poco tiempo en el cargo, y pronto llegó don Santiago Escutti Orrego, a quien es muy difícil olvidar.  Abogado y profesor, se destacaba como un poeta con profunda emoción y varias veces laureado.  Sus clases de castellano eran brillantes y donde no sólo se enseñaba versos, como era costumbre antaño, sino que también gramática.  Siendo el Liceo Valentín Letelier uno de los mejores de Chile y con profesores extraordinarios, no tenía un profesor de castellano de la calidad y preparación de don Santiago Escutti Orrego”.

Al preguntarle sobre los primeros profesores de ese curso de 1890, anota de inmediato el nombre de don Luis Larraín Zañartu, profesor de Historia y Geografía, “quien pertenecía a una de las mejores familias de Chile y que hacía clase un tanto monótonas, porque no tenía método para enseñar, lo que se justificaba ya que no era profesor sino que abogado”.  Continúa, “y tampoco es posible olvidar los dos profesores alemanes, importados especialmente para el Liceo y que al llegar al país ignoraban completamente el castellano.  Don Herman Stringe, enseñaba francés y matemáticas, y vivía en casa de la familia Buzeta, en calle Concepción frente a la Plaza de Armas, y aprendió castellano pololeando con Elenita Buzeta.  El otro profesor, don Carlos Dernedde, enseñaba ciencias físicas y naturales pero jamás aprendió castellano, y fue objeto de toda clase de bromas por los alumnos.  Generalmente al pedírsele permiso para salir de clases se le agregaba un calificativo injurioso, que él ignoraba.  Pero tanto escucharlo preguntó por ahí el significado, y cuando lo supo se lo guardó para sí, y la próxima vez que fue interpelado en esta forma, le dio al alumno una tanda de golpes, a la que los profesores alemanes eran adictos”.

Don Horacio es un libro abierto y de una materia pasa a otra.  Pronto recuerda a sus compañeros, y lo hace con cariño y afecto.  Primero a sus tres hermanos, que se iniciaron con él en este Liceo en 1890.  después menciona a Alberto Arancibia Carvajal, y dice: “hace pocos días en la apertura de un testamento me encontré con su hijo Armando, que es Juez de Santiago”; y sigue: Jorge Araya Jeria y Enrique Costa Pelé, que pronto se fueron a la Escuela Naval; a Juan Brito “el sapo”; los dos hermanos Buzeta en cuya casa vivía el profesor Stringe; a Julio Zapata Fernández, hijo del boticario peruano; a Julio Fernández, que fue militar y llegó hasta General y que creo que aún está vivo; a Alfredo Aldunate Goñi, y tantos otros. Hace poco murió David Vásquez Figueroa.  En mi vida me he encontrado muchas veces con compañeros de aquel primer curso”.

Nos agrega don Horacio: “El Liceo fue creado en el año 1889, pero no empezó a funcionar hasta un año después, y al poco tiempo las clases fueron interrumpidas, por la Revolución de 1891.  En ese año sólo tuvimos algunos meses de clases, pero después sirvió de cuartel y no se tomaron exámenes, por lo cual los cursos debieron hacerse de nuevo en 1892, cuando se reiniciaron las actividades.  Siempre el Colegio ha funcionado en el  mismo local, de calle O’Higgins, al lado del cual estaba el cuartel de policía, pero sólo llegaba hasta la mitad de la manzana ya que por San Martín funcionaba otro Colegio, que creo era una Escuela Particular para Niñas.  Lo más característico en aquellos años, y que ya no debe existir, eran los lugares de castigo, donde se nos dejaba arrestados después de clases y por alguna falta a la disciplina.  Eran salas estrechas y obscuras, ubicadas en el patio, donde se nos encerraba bajo llave.  El portero debía hacer el aseo del Colegio y después al irse soltarnos.  Más de una vez al portero se le olvidó hacerlo y en la noche los padres desesperados venían a buscar a sus hijos, y para obtener su libertad aún tenían que ubicar al portero.  Era un castigo fuerte pero que pronto logramos solucionar abriendo un forado para sacar el cerrojo y escapar antes de tiempo”.

Hemos conversado más de dos horas con don Horacio y lo vemos un poco cansado y deseamos terminar la entrevista, pero él no quiere cortar la cadena de recuerdos.  Finalmente, nos dice: “Tengo muy gratos recuerdos del Liceo, pasé en él momentos felices y estoy orgulloso de mi carácter de ex alumno de este establecimiento.  No deseo otra cosa que poder compartir con Uds.  la celebración del 75º aniversario.  Si la salud no me permite concurrir le ruego hacer llegar mi saludo cariñoso a ese Colegio, a sus profesores, alumnos y a los cientos de ex alumnos que se reunirán ahí”.




(Entrevistado: Horacio Hevia Labbé (Quillota, 1878 - Santiago, 1970).  Entrevistador: el abogado quillotano Mario Contreras Rojas (1932 -2015).
 Fuente: revista “Homenaje” (1965) de los exalumnos.
Gentileza de Jaime Brito Orrego).