Sergio Meier Frei
(imagen: www.medioamedio.cl)
Este discurso fue escrito especialmente por Carlos LLoró
para el Homenaje Steampunk,
para el Homenaje Steampunk,
3 de agosto de 2019, realizado en el Restaurante Pregones,
Pudeto 145, Quillota
Pudeto 145, Quillota
(fue leído por Juan Carlos Muñoz)
Estoy nuevamente en Quillota, aunque ahora de
manera virtual, en la voz de mi amigo Juan Carlos Muñoz. Recuerdo mi primera
visita a esta ciudad, o mi segunda visita, pues la primera visita a un lugar
siempre es mitológica, hija del sueño y de los símbolos. La primera imagen de
un lugar florece, o nos hace señas, desde un rumor, desde el eco de una
canción. A partir de la segunda visita, entonces, Quillota se hizo lugar para
mí, adquiriendo ángulo y contorno, misterio y leyenda. Vine para visitar a un
escritor, un hombre de otro tiempo. Sergio Meier era su nombre. Me hablaron de
él como de un ser excepcional que vivía en su propio mundo de relojes atrasados
y libros extraños. Al conocerlo, fue como atravesar una puerta hacia otro
universo. Sergio se convirtió en mi amigo y mi maestro, en muchos aspectos mi
compañero de sueños y de armas, y mi hermano espiritual. Todavía me parece
estar escuchándolo hablar de esas lecturas que lo mantenían insomne durante
días, de esos textos en idiomas insondables, que descifraba a la luz de una
vela, y de esas fórmulas matemáticas que se empeñaba en resolver, pese a no
tener formación académica en esta materia, en el segundo piso de esta misma
casona que hoy nos acoge.
Las visitas a Quillota, a la ya mítica dirección de
Pudeto 145, para compartir con Sergio Meier nuestra mutua fascinación por el
mundo de la imaginación y la literatura, se transformaron en lo que el escritor
cubano José Lezama Lima llamó una “era imaginaria”. Las eras imaginarias son
momentos de la historia de los pueblos, o de la historia personal, donde
cristalizan ciertas imágenes entrañables, ciertos encuentros, que nos llevan a
desear volver siempre a esos momentos, revivirlos como si de nuestro paraíso
individual se tratara. Momentos que, de tanto acariciarlos y alimentarlos en la
mente, amenazan, de pronto, con secuestrar a la realidad misma.
Luego de nuestros primeros encuentros, dejé de ver
a Sergio por unos años. Allá por el 2006, volví a Quillota para impartir un
curso de Historia de la Música
en la Escuela
Municipal de Danza. No vi a Sergio Meier durante ese tiempo,
pero mi perplejidad fue mucha, al descubrir -presentir más bien- que había dos
Quillota superpuestas. Una real, de calles con nombres fijos, y otra hecha de
ecos de conversaciones perdidas. La
Quillota mitológica de Sergio Meier, en ocasiones, se imponía
cual un mapa fabuloso a la ciudad de luz y cemento.
El año 2007, Sergio publicó su libro “La segunda
enciclopedia de Tlön” (gracias al empeño visionario de Marcelo Novoa), y yo
estuve en la Universidad
de Valparaíso, durante la memorable presentación. Allí nos reencontramos. Tengo
aquí el ejemplar con su dedicatoria. “A Carlos Lloró, autor de muchos libros
perdidos y descubiertos en infinitos universos paralelos. Orgulloso de ser tu amigo.
Sergio Meier”. Por ese entonces yo me encontraba enfrascado en la escritura de
una especie de texto utópico, una novela que más que novela parecía un
minotauro o una serpiente de mil cabezas. Pedí a Sergio que escribiera un
prólogo para la primera entrega de ese texto, y él accedió gustoso. Así, en el
año 2008 volví a frecuentar Quillota, grabadora en mano, para conversar con mi
amigo durante tardes enteras en las que pasábamos de la ciencia ficción a la
filosofía medieval, de la historia de los libros infinitos a las paradojas de
la física, de los avances de la tecnología al misterio de la muerte y la resurrección.
En el año 2016, la editorial de la Universidad de Valparaíso publicó una selección
de esas charlas bajo el título de Conversaciones con Sergio Meier.
Sergio no alcanzó a ver publicado Kounboum, el
libro que lleva su prólogo, su magia y su impronta. Murió en el 2009, o se
convirtió en una partícula subatómica, que era su deseo más íntimo. Conscientes
de la importancia y la energía poderosa que reside en los gestos y en los
símbolos, fuimos con mi amigo Juan Carlos Muñoz a su tumba y depositamos allí
un ejemplar de Kounboum. Otra peregrinación al corazón de esta tierra
misteriosa, otro secreto depositado en el regazo del viento que todo lo sabe y
todo lo desvanece.
La partida de Sergio hacia la tierra de las fábulas
y los cuentos de hadas, dejó un vacío en mí, un vacío que no he tratado de
llenar, pues, como la filosofía oriental nos enseña, el vacío posee una resonancia
que enmudece cuando tratamos de colmarlo. He ahí la tragedia del hombre
occidental: tratar de llenar todos los vacíos, de atiborrar de muebles las
habitaciones y de pensamientos compulsivos su mente. La resonancia del vacío es
autónoma, y su perfección nos ilumina cuando entramos en la vida desprotegidos
y asombrados, y cuando, cabalgando en esa desprotección y ese asombro
continuos, descubrimos que todo tiene un solo sabor, y que caminar durante
horas detrás de un perro callejero es un acto tan poético y milagroso como
escribir el libro de los libros.
Hoy, vuelvo a Quillota, desde Temuco, ciudad donde
vivo, o donde permanezco exiliado, cumpliendo quien sabe qué terrible y a la
vez gozosa penitencia. En mis sueños, a veces –por ejemplo, en este mismo sueño
que produce este mismo viaje imaginario- se me mezclan ambas ciudades, de modo
que en ocasiones, sobre todo cuando leo y pienso a Meier, creo vivir en
ciudades híbridas que bien podrían llamarse Quillotemuco o Temuquillota.
¿Qué me trae hoy por Quillota? ¿Un sueño acaso? ¿La
búsqueda de un mapa precioso, desaparecido entre las nieblas de una época
olvidada? Quillota me ha sido pródiga en regalos, en amistades, en
sincronismos. En el año 2009, recuerdo, estar sentado con Juan Carlos Muñoz, en
el café Erika, cerca de la plaza, dedicando un ejemplar de mi libro Kounboum a
Cristián Warnken. De pronto miro hacia arriba, y allí, estampados en la madera,
estaban los versos del poeta persa Hafiz que presiden la página web del
programa Una belleza nueva, conducido por Warnken. Sonreí ante semejante
sincronismo o guiño del destino. Tres meses después, recibí la llamada de la
producción del programa Una belleza nueva invitándome a participar en un
capítulo de su temporada 2010. Ese mismo programa donde estuvo Sergio Meier en
el 2007, y que ya desapareció de las pantallas de la tv abierta, recordándonos
nuevamente que la belleza es un lujo que tenemos que merecer, y ganar
combatiendo en dura lucha. Como dijo el trovador cubano Silvio Rodríguez: “lo
terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.
Hoy podemos preguntarnos ¿Qué huella dejó Meier en
su ciudad, en Quillota?
Las preguntas que nos afectan es mejor no
responderlas. Pasa con las preguntas lo mismo que con los vacíos. Ni los vacíos
están para ser llenados ni las preguntas para ser respondidas. Vacío y pregunta
vibran con la frecuencia de mundos paralelos; si los dejamos vibrar, esa
frecuencia inundará nuestro universo, poniéndonos en contacto con fuerzas
innombrables, arrastrándonos al centro mismo de la magia y el mito. Como ahora,
en este momento, en este lugar, entre nosotros.
Sin embargo, no puedo sino sentir emoción y
gratitud al ver cómo jóvenes apasionados organizan este encuentro para celebrar
los 10 años de la partida de Meier a su mundo paralelo privado. No lo olvidemos.
Hoy no homenajeamos a un escritor laureado con premios ni alabado por la
crítica. Hoy recordamos a un ejemplo de vida, un hombre de esta tierra que se
dedicó a cultivar la sabiduría sin esperar recompensa, como un jardinero
enamorado. Y ustedes, jóvenes que, también sin esperar recompensa, con la pura
emoción de saber hacer lo que hay que hacer, organizan este encuentro en Quillota,
también son jardineras y jardineros enamorados. Y por favor, ¡nunca dejen de
serlo!
A las 11 de la mañana, hora señalada para comenzar
este encuentro, estaré dictando mi Taller Literario de Invierno, en Temuco,
donde leeremos este discurso para los talleristas y rendiremos homenaje al
amigo y maestro. Se abrirán así las puertas de Temuquillota y de Quillotemuco,
ciudades paralelas y hermanas. Y sé que, gracias a todos ustedes, los que
honran la memoria de las cosas valiosas de este mundo (las que no tienen
precio) esas puertas nunca volverán a cerrarse.
Carlos Lloró (1)
(1) Carlos Lloró (Cuba, 1970), Profesor en la Universidad Católica de Temuco, Concertista en Guitarra Clásica, además de poeta y novelista.
Ha publicado:
Kounboum (Corriente Alterna, Santiago de Chile, 2010) y Cinis cinerum, (Al Airte Libro, Tomé, Chile, 2012), con el seudónimo de Karlés Llord,
"Hechos y pensamientos de los caballeros de la Orden de la Escritura Onírica del Dragón", (Editores Fantasmas, tercer volumen del ciclo "Infierno"), firmado por un heterónimo de Lloró, el detective psicométrico Aarno Spokarius. Además de, Absolum, novela (Editorial Nagauros, Temuco 2019), publicada con su nombre.
En el 2016, publica La Máquina Cuántica. Conversaciones con Sergio Meier, (Editorial de la Universidad de Valparaíso).
Kounboum (Corriente Alterna, Santiago de Chile, 2010) y Cinis cinerum, (Al Airte Libro, Tomé, Chile, 2012), con el seudónimo de Karlés Llord,
"Hechos y pensamientos de los caballeros de la Orden de la Escritura Onírica del Dragón", (Editores Fantasmas, tercer volumen del ciclo "Infierno"), firmado por un heterónimo de Lloró, el detective psicométrico Aarno Spokarius. Además de, Absolum, novela (Editorial Nagauros, Temuco 2019), publicada con su nombre.
En el 2016, publica La Máquina Cuántica. Conversaciones con Sergio Meier, (Editorial de la Universidad de Valparaíso).