martes, 6 de agosto de 2019

Discurso en los 10 años de la partida de Sergio Meier



Sergio Meier Frei
(imagen: www.medioamedio.cl)



Este discurso fue escrito especialmente por Carlos LLoró
para el Homenaje Steampunk, 
3 de agosto de 2019, realizado en el Restaurante Pregones, 
Pudeto 145, Quillota
(fue leído por Juan Carlos Muñoz)


Estoy nuevamente en Quillota, aunque ahora de manera virtual, en la voz de mi amigo Juan Carlos Muñoz. Recuerdo mi primera visita a esta ciudad, o mi segunda visita, pues la primera visita a un lugar siempre es mitológica, hija del sueño y de los símbolos. La primera imagen de un lugar florece, o nos hace señas, desde un rumor, desde el eco de una canción. A partir de la segunda visita, entonces, Quillota se hizo lugar para mí, adquiriendo ángulo y contorno, misterio y leyenda. Vine para visitar a un escritor, un hombre de otro tiempo. Sergio Meier era su nombre. Me hablaron de él como de un ser excepcional que vivía en su propio mundo de relojes atrasados y libros extraños. Al conocerlo, fue como atravesar una puerta hacia otro universo. Sergio se convirtió en mi amigo y mi maestro, en muchos aspectos mi compañero de sueños y de armas, y mi hermano espiritual. Todavía me parece estar escuchándolo hablar de esas lecturas que lo mantenían insomne durante días, de esos textos en idiomas insondables, que descifraba a la luz de una vela, y de esas fórmulas matemáticas que se empeñaba en resolver, pese a no tener formación académica en esta materia, en el segundo piso de esta misma casona que hoy nos acoge.

Las visitas a Quillota, a la ya mítica dirección de Pudeto 145, para compartir con Sergio Meier nuestra mutua fascinación por el mundo de la imaginación y la literatura, se transformaron en lo que el escritor cubano José Lezama Lima llamó una “era imaginaria”. Las eras imaginarias son momentos de la historia de los pueblos, o de la historia personal, donde cristalizan ciertas imágenes entrañables, ciertos encuentros, que nos llevan a desear volver siempre a esos momentos, revivirlos como si de nuestro paraíso individual se tratara. Momentos que, de tanto acariciarlos y alimentarlos en la mente, amenazan, de pronto, con secuestrar a la realidad misma.

Luego de nuestros primeros encuentros, dejé de ver a Sergio por unos años. Allá por el 2006, volví a Quillota para impartir un curso de Historia de la Música en la Escuela Municipal de Danza. No vi a Sergio Meier durante ese tiempo, pero mi perplejidad fue mucha, al descubrir -presentir más bien- que había dos Quillota superpuestas. Una real, de calles con nombres fijos, y otra hecha de ecos de conversaciones perdidas. La Quillota mitológica de Sergio Meier, en ocasiones, se imponía cual un mapa fabuloso a la ciudad de luz y cemento.

El año 2007, Sergio publicó su libro “La segunda enciclopedia de Tlön” (gracias al empeño visionario de Marcelo Novoa), y yo estuve en la Universidad de Valparaíso, durante la memorable presentación. Allí nos reencontramos. Tengo aquí el ejemplar con su dedicatoria. “A Carlos Lloró, autor de muchos libros perdidos y descubiertos en infinitos universos paralelos. Orgulloso de ser tu amigo. Sergio Meier”. Por ese entonces yo me encontraba enfrascado en la escritura de una especie de texto utópico, una novela que más que novela parecía un minotauro o una serpiente de mil cabezas. Pedí a Sergio que escribiera un prólogo para la primera entrega de ese texto, y él accedió gustoso. Así, en el año 2008 volví a frecuentar Quillota, grabadora en mano, para conversar con mi amigo durante tardes enteras en las que pasábamos de la ciencia ficción a la filosofía medieval, de la historia de los libros infinitos a las paradojas de la física, de los avances de la tecnología al misterio de la muerte y la resurrección. En el año 2016, la editorial de la Universidad de Valparaíso publicó una selección de esas charlas bajo el título de Conversaciones con Sergio Meier.

Sergio no alcanzó a ver publicado Kounboum, el libro que lleva su prólogo, su magia y su impronta. Murió en el 2009, o se convirtió en una partícula subatómica, que era su deseo más íntimo. Conscientes de la importancia y la energía poderosa que reside en los gestos y en los símbolos, fuimos con mi amigo Juan Carlos Muñoz a su tumba y depositamos allí un ejemplar de Kounboum. Otra peregrinación al corazón de esta tierra misteriosa, otro secreto depositado en el regazo del viento que todo lo sabe y todo lo desvanece.

La partida de Sergio hacia la tierra de las fábulas y los cuentos de hadas, dejó un vacío en mí, un vacío que no he tratado de llenar, pues, como la filosofía oriental nos enseña, el vacío posee una resonancia que enmudece cuando tratamos de colmarlo. He ahí la tragedia del hombre occidental: tratar de llenar todos los vacíos, de atiborrar de muebles las habitaciones y de pensamientos compulsivos su mente. La resonancia del vacío es autónoma, y su perfección nos ilumina cuando entramos en la vida desprotegidos y asombrados, y cuando, cabalgando en esa desprotección y ese asombro continuos, descubrimos que todo tiene un solo sabor, y que caminar durante horas detrás de un perro callejero es un acto tan poético y milagroso como escribir el libro de los libros.

Hoy, vuelvo a Quillota, desde Temuco, ciudad donde vivo, o donde permanezco exiliado, cumpliendo quien sabe qué terrible y a la vez gozosa penitencia. En mis sueños, a veces –por ejemplo, en este mismo sueño que produce este mismo viaje imaginario- se me mezclan ambas ciudades, de modo que en ocasiones, sobre todo cuando leo y pienso a Meier, creo vivir en ciudades híbridas que bien podrían llamarse Quillotemuco o Temuquillota.

¿Qué me trae hoy por Quillota? ¿Un sueño acaso? ¿La búsqueda de un mapa precioso, desaparecido entre las nieblas de una época olvidada? Quillota me ha sido pródiga en regalos, en amistades, en sincronismos. En el año 2009, recuerdo, estar sentado con Juan Carlos Muñoz, en el café Erika, cerca de la plaza, dedicando un ejemplar de mi libro Kounboum a Cristián Warnken. De pronto miro hacia arriba, y allí, estampados en la madera, estaban los versos del poeta persa Hafiz que presiden la página web del programa Una belleza nueva, conducido por Warnken. Sonreí ante semejante sincronismo o guiño del destino. Tres meses después, recibí la llamada de la producción del programa Una belleza nueva invitándome a participar en un capítulo de su temporada 2010. Ese mismo programa donde estuvo Sergio Meier en el 2007, y que ya desapareció de las pantallas de la tv abierta, recordándonos nuevamente que la belleza es un lujo que tenemos que merecer, y ganar combatiendo en dura lucha. Como dijo el trovador cubano Silvio Rodríguez: “lo terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”.

Hoy podemos preguntarnos ¿Qué huella dejó Meier en su ciudad, en Quillota?

Las preguntas que nos afectan es mejor no responderlas. Pasa con las preguntas lo mismo que con los vacíos. Ni los vacíos están para ser llenados ni las preguntas para ser respondidas. Vacío y pregunta vibran con la frecuencia de mundos paralelos; si los dejamos vibrar, esa frecuencia inundará nuestro universo, poniéndonos en contacto con fuerzas innombrables, arrastrándonos al centro mismo de la magia y el mito. Como ahora, en este momento, en este lugar, entre nosotros.

Sin embargo, no puedo sino sentir emoción y gratitud al ver cómo jóvenes apasionados organizan este encuentro para celebrar los 10 años de la partida de Meier a su mundo paralelo privado. No lo olvidemos. Hoy no homenajeamos a un escritor laureado con premios ni alabado por la crítica. Hoy recordamos a un ejemplo de vida, un hombre de esta tierra que se dedicó a cultivar la sabiduría sin esperar recompensa, como un jardinero enamorado. Y ustedes, jóvenes que, también sin esperar recompensa, con la pura emoción de saber hacer lo que hay que hacer, organizan este encuentro en Quillota, también son jardineras y jardineros enamorados. Y por favor, ¡nunca dejen de serlo!

A las 11 de la mañana, hora señalada para comenzar este encuentro, estaré dictando mi Taller Literario de Invierno, en Temuco, donde leeremos este discurso para los talleristas y rendiremos homenaje al amigo y maestro. Se abrirán así las puertas de Temuquillota y de Quillotemuco, ciudades paralelas y hermanas. Y sé que, gracias a todos ustedes, los que honran la memoria de las cosas valiosas de este mundo (las que no tienen precio) esas puertas nunca volverán a cerrarse.


Carlos Lloró (1)



(1) Carlos Lloró (Cuba, 1970), Profesor en la Universidad Católica de Temuco, Concertista en Guitarra Clásica, además de poeta y novelista. 
Ha publicado:
Kounboum (Corriente Alterna, Santiago de Chile, 2010) y Cinis cinerum, (Al Airte Libro, Tomé, Chile, 2012), con el seudónimo de Karlés Llord,
"Hechos y pensamientos de los caballeros de la Orden de la Escritura Onírica del Dragón", (Editores Fantasmas, tercer volumen del ciclo "Infierno"), firmado por un heterónimo de Lloró, el detective psicométrico Aarno Spokarius.  Además de, Absolum, novela (Editorial Nagauros, Temuco 2019), publicada con su nombre.
En el 2016, publica La Máquina Cuántica. Conversaciones con Sergio Meier, (Editorial de la Universidad de Valparaíso).