viernes, 16 de agosto de 2019

El puente que une a la ciudad, el río Aconcagua y la localidad rural de Boco




Vista general del puente unidireccional de madera sobre el río Aconcagua



Los antecedentes sobre la existencia temprana de un puente que comunicara a la ciudad con la localidad rural de Boco y sus alrededores es prácticamente ninguno. Relatos de los cronistas españoles del siglo XVI y XVII no explicitan sobre el asunto aunque sorprende el hecho de haber identificado canales y cuantificar las acequias –seguramente concomitantes a grupos indígenas– que se encontraban en el valle (De Bibar [1558], 1966; P.37).  
La información del siglo XVIII si bien apunta a describir las obras públicas, pero circunscritas dentro del plano urbano de la Villa de San Martín de la Concha. Así, hacia 1773 se habían contabilizados la refacción de nueve puentes distribuidos entre la Plaza Mayor y las calles principales que van al centro (Harris, 2013; P.422). Las mencionadas obras estaban unidas a otras para la comodidad de los vecinos y, por lo tanto, las rentas obtenidas eran utilizadas íntegramente para el adelanto y consolidación de la villa.
En ese contexto cabe preguntar ¿qué ocurre en el siglo XIX? Un testimonio acaecido en 1822 señalaba lo siguiente: “Nuestra ruta seguía aguas arriba del río; después de vadear varios de sus canales, que en esta época del año son de ordinario muy correntosos, nos hallamos en los linderos de un pequeño bosque, poblado a trazos por chozas de barro” (Mathison [1822], 1928; P. 41).
Este relato describe características del río y del paisaje que tenían a la vista Gilbert F. Mathison y su acompañante mientras tomaban dirección hacia la pequeña ciudad de Quillota. La entrada a la ciudad viniendo por la costa estaba condicionada por el vado –en las inmediaciones de Colmo– que permitía franquear el río antes de la desembocadura.    
Algo similar sucedía años después con Benjamín Vicuña Mackenna. Antes de retornar a la hacienda Santa Rosa de Colmo de la que era poseedor, tuvo ocasión de cruzar el río en dirección a lo que denominaba la “Chimba de Quillota” con estas palabras: “Cruzamos allí mismo el río en dirección a Boco que no es Boco, sino la Chimba de Quillota i habiendo discutido con hospitalaria malaya, irrigada con deliciosa chica en casa de nuestro buen amigo Andrés Fernández...” (Vicuña Mackenna, 1885; P. 227).        
Aunque sin entregar mayores detalles del modo en que ingreso a Boco, debió haber recurrido a un antiguo paso para llegar a degustar de tan deliciosa hospitalidad o por el contrario el haber llegado por medio de otra vía. Una comunicación por oficio fechada el 17 de mayo de 1862 recibía la Municipalidad de parte del gobernador Luis Lynch sobre la construcción de un puente sobre el río de Quillota. Aquello de inmediato trae consigo preguntarse ¿se habría llevado a cabo?; ¿hubo más noticias sobre tan importante anuncio?
En 1874 un noticiero local que, entre otras cosas informaba sobre las quejas de los vecinos de calle Bulnes ante el desborde de aguas de las acequias entre  Bulnes y  calle Carrera, hacía mención del sector de Boco en los siguientes términos: “En Boco no hai un camino que se halle en regular estado; por aquí y por allá tropiezan los transeúntes con grandes pantanos a consecuencia de los derrames de agua. Las acequias no tienen puentes, y si alguna de ellas las hai, son más bien verdaderas trampas propias para dislocarle una pierna al prójimo que se atreva a pasar por ella sea a pié o a caballo” (El Correo, 1874).
Tal como pudiera advertirse no hay mención del puente que en última instancia uniera tanto al sector urbano como rural, sino que más bien se mantenía la lejanía y separación entre ambos espacios.
La situación cambia hacia 1906, cuando las autoridades de turno anunciaban el término de los trabajos del puente sobre el río Aconcagua en lo que sigue: “Próximamente a terminar los trabajos y entregarse el servicio al público del puente construido sobre el río Aconcagua  frente a esta ciudad, se ha impuesto esta alcaldía del mal estado en que se encuentran los caminos desde el puente hacia Boco, la falta de puente en un arroyo y el deterioro en que se hallan los demás sobre los canales de regadío” (Montero, 2018; P.160).
La estructura de madera, sin embargo, era susceptible a los embates de la naturaleza y, sobre todo, a los incendios. Estos últimos, tenían su origen en las colillas de cigarrillos y fósforos que prendían el guano depositado entre las ranuras del puente por carretas y coches de tracción animal. El 4 de enero de 1907 tomaba conocimiento el intendente de Valparaíso del incendio sucedido en el puente de madera en lo que sigue:
“…por cuarta vez –informa el gobernador Teodosio Figueroa– se ha producido un principio de incendio en el puente que une a esta ciudad con el pueblo de Boco, a consecuencia que el piso del puente está a descubierto i entre sus ranuras se amontona guano que una vez seco se inflama al contacto de fósforos o colillas de cigarros encendidos que arrojan a él los transeúntes (Vol. 1200; 1907).
Con fecha 30 de abril de 1909 se anunciaba por parte del gobernador Eduardo Jiménez Caro el cambio de las tuercas que sostenían al puente en estos términos: “El puente sobre el Aconcagua que une a esta ciudad con la poblaciones de Boco i Rautén, exije algunos pequeños arreglos que ya fueron indicados en la memoria anterior i se refiere a cambiar por tuercas de fierro las tuercas de madera que se colocaron primitivamente i reforzar uno de los machones que ha sufrido desperfectos por el empuje de las aguas” (Vol. 1234; 1909).  
Además el gobernador solicitaba el trabajo de pontoneros para su vigilancia diciendo: “…en el puente sobre el Aconcagua se hace preciso establecer el servicio de pontoneros encargados de su vigilancia i proporcionándoles las herramientas i útiles necesarios para los arreglos que en ellos fuera menester ejecutar”. 
En 1932 el alcalde Rafael Pinochet solicitaba al gobernador del departamento de Quillota, Eduardo Rivera, la ayuda necesaria para el mejoramiento del puente de madera y el camino que conduce a Boco. A través del Ministerio de Fomento, pudo obtenerse los recursos necesarios para las obras de reconstrucción del puente. Corría el año de 1934, cuando esto sucedía. Al abrirse al público, los vehículos que se movilizaban de un lado a otro contaban con una especie de pequeñas entradas que hacían las veces de miradores y allí se detenían para dar paso al que venía en sentido contrario.
Hacia 1953 un fuerte temporal elevó considerablemente las aguas del río Aconcagua y la fuerza de éstas arrasó con gran parte del antiguo puente. Este hecho de la naturaleza provocó la instalación de un terraplén que avanzó hacia el río por parte del personal de ejército y, en consecuencia, disminuir la longitud del puente de una orilla a otra. Con fecha 19 de julio de 1954, el técnico e inspector fiscal del departamento de puentes de la dirección de vialidad del ministerio de obras públicas, Jorge Briceño Ubilla, daba cuenta sobre la iniciación de los trabajos de construcción de una casita de madera de las proyectadas por el departamento de puentes, con el objeto de instalar la inspección fiscal de las obras (P.330-331). Aquello, en consecuencia, era el aviso oficial en la construcción del nuevo puente sobre el río Aconcagua.
No cabe duda que la moderna estructura de concreto sería objeto de atracción, sin embargo,  con fecha 6 de junio de 1955  la principal autoridad de la comuna hacía indicación para activar la construcción del puente de Boco (P. 234). Dicha indicación dejaba en suspenso la continuidad de los trabajos y que según otra información, no sería si no hacia el 19 de noviembre de 1956, cuando el regidor José M. Carrasco proponía el nombre del ex ministro de obras públicas para reconocer a “quien se ha distinguido por las obras públicas de progreso con que se ha beneficiado a la colectividad de la comuna como es la construcción de la población n°2 Quillota, el puente de Boco, nueva red de alcantarillado, etc”(Montero, 2018 P. 272).  

De este modo se venía a superar la división que el río con su fuerza imponía gracias al empleo de una materialidad distinta y, por lo tanto, quedaba consolidado el primero y, con seguridad, el único vínculo preponderante entre la ciudad, el río y la localidad rural de Boco. 

Pablo Montero Valenzuela




Referencias Bibliográficas
ARCHIVO NACIONAL.
Fondo Intendencia de Valparaíso. Vol. 1200. 1907.
Fondo Intendencia de Valparaíso. Vol. 1234. 1909.
ARCHIVO HISTÓRICO DE QUILLOTA.
Colección Prensa de Quillota. N°8. Mayo 16 de 1874.
Fondo Municipalidad de Quillota. Acta del 19 de Julio de 1954.
Fondo Municipalidad de Quillota. Acta 6 de Junio de 1955.
DE BIBAR, Jerónimo. Crónica y relación copiosa y verdadera del reino de Chile [1558]. Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina. Santiago de Chile, 1966.
VICUÑA MACKENNA, Benjamín. Al Galope. Imprenta Gutemberg. Santiago de Chile, 1885.
MATHISON, Gilber. Santiago y  Valparaíso ahora un siglo.  Relato de un viajero inglés [1822]. En: J.T. Medina. Opúsculos Varios. Tomo III. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1928.
HARRIS BUCHER, Gilberto. “El juicio de residencia del corregidor y justicia mayor de la Villa de San Martín de la Concha Joachen Bárcarcel en 1777”. En: Revista de Estudios Históricos –Jurídicos. Valparaíso Chile, 2013.
MONTERO VELENZUELA, Pablo. “Historia Administrativa y Urbana de Quillota 1810-1996”. ATG. Santiago de Chile, 2018.