Vista
general del puente unidireccional de madera sobre el río Aconcagua
Los
antecedentes sobre la existencia temprana de un puente que comunicara a la
ciudad con la localidad rural de Boco y sus alrededores es prácticamente
ninguno. Relatos de los cronistas españoles del siglo XVI y XVII no explicitan sobre
el asunto aunque sorprende el hecho de haber identificado canales y cuantificar
las acequias –seguramente concomitantes a grupos indígenas– que se encontraban
en el valle (De Bibar [1558], 1966; P.37).
La
información del siglo XVIII si bien apunta a describir las obras públicas, pero
circunscritas dentro del plano urbano de la Villa de San Martín de la Concha. Así , hacia 1773
se habían contabilizados la refacción de nueve puentes distribuidos entre la Plaza Mayor y las
calles principales que van al centro (Harris, 2013; P.422). Las mencionadas
obras estaban unidas a otras para la comodidad de los vecinos y, por lo tanto,
las rentas obtenidas eran utilizadas íntegramente para el adelanto y
consolidación de la villa.
En ese
contexto cabe preguntar ¿qué ocurre en el siglo XIX? Un testimonio acaecido en
1822 señalaba lo siguiente: “Nuestra ruta
seguía aguas arriba del río; después de vadear varios de sus canales, que en
esta época del año son de ordinario muy correntosos, nos hallamos en los
linderos de un pequeño bosque, poblado a trazos por chozas de barro”
(Mathison [1822], 1928; P. 41).
Este
relato describe características del río y del paisaje que tenían a la vista
Gilbert F. Mathison y su acompañante mientras tomaban dirección hacia la
pequeña ciudad de Quillota. La entrada a la ciudad viniendo por la costa estaba
condicionada por el vado –en las inmediaciones de Colmo– que permitía franquear
el río antes de la desembocadura.
Algo
similar sucedía años después con Benjamín Vicuña Mackenna. Antes de retornar a
la hacienda Santa Rosa de Colmo de la que era poseedor, tuvo ocasión de cruzar
el río en dirección a lo que denominaba la “Chimba de Quillota” con estas
palabras: “Cruzamos allí mismo el río en
dirección a Boco que no es Boco, sino la Chimba de Quillota i habiendo discutido con
hospitalaria malaya, irrigada con deliciosa chica en casa de nuestro buen amigo
Andrés Fernández...” (Vicuña Mackenna, 1885; P. 227).
Aunque
sin entregar mayores detalles del modo en que ingreso a Boco, debió haber
recurrido a un antiguo paso para llegar a degustar de tan deliciosa
hospitalidad o por el contrario el haber llegado por medio de otra vía. Una
comunicación por oficio fechada el 17 de mayo de 1862 recibía la Municipalidad de
parte del gobernador Luis Lynch sobre la construcción de un puente sobre el río
de Quillota. Aquello de inmediato trae consigo preguntarse ¿se habría llevado a
cabo?; ¿hubo más noticias sobre tan importante anuncio?
En
1874 un noticiero local que, entre otras cosas informaba sobre las quejas de
los vecinos de calle Bulnes ante el desborde de aguas de las acequias
entre Bulnes y calle Carrera, hacía mención del sector de
Boco en los siguientes términos: “En Boco
no hai un camino que se halle en regular estado; por aquí y por allá tropiezan
los transeúntes con grandes pantanos a consecuencia de los derrames de agua.
Las acequias no tienen puentes, y si alguna de ellas las hai, son más bien
verdaderas trampas propias para dislocarle una pierna al prójimo que se atreva
a pasar por ella sea a pié o a caballo” (El Correo, 1874).
Tal
como pudiera advertirse no hay mención del puente que en última instancia
uniera tanto al sector urbano como rural, sino que más bien se mantenía la
lejanía y separación entre ambos espacios.
La
situación cambia hacia 1906, cuando las autoridades de turno anunciaban el
término de los trabajos del puente sobre el río Aconcagua en lo que sigue: “Próximamente a terminar los trabajos y
entregarse el servicio al público del puente construido sobre el río Aconcagua frente a esta ciudad, se ha impuesto esta
alcaldía del mal estado en que se encuentran los caminos desde el puente hacia
Boco, la falta de puente en un arroyo y el deterioro en que se hallan los demás
sobre los canales de regadío” (Montero, 2018; P.160).
La
estructura de madera, sin embargo, era susceptible a los embates de la
naturaleza y, sobre todo, a los incendios. Estos últimos, tenían su origen en
las colillas de cigarrillos y fósforos que prendían el guano depositado entre
las ranuras del puente por carretas y coches de tracción animal. El 4 de enero
de 1907 tomaba conocimiento el intendente de Valparaíso del incendio sucedido
en el puente de madera en lo que sigue:
“…por cuarta vez –informa el gobernador
Teodosio Figueroa– se ha producido un
principio de incendio en el puente que une a esta ciudad con el pueblo de Boco,
a consecuencia que el piso del puente está a descubierto i entre sus ranuras se
amontona guano que una vez seco se inflama al contacto de fósforos o colillas
de cigarros encendidos que arrojan a él los transeúntes” (Vol. 1200; 1907).
Con
fecha 30 de abril de 1909 se anunciaba por parte del gobernador Eduardo Jiménez
Caro el cambio de las tuercas que sostenían al puente en estos términos: “El puente sobre el Aconcagua que une a esta
ciudad con la poblaciones de Boco i Rautén, exije algunos pequeños arreglos que
ya fueron indicados en la memoria anterior i se refiere a cambiar por tuercas
de fierro las tuercas de madera que se colocaron primitivamente i reforzar uno de los machones que ha sufrido
desperfectos por el empuje de las aguas” (Vol. 1234; 1909).
Además
el gobernador solicitaba el trabajo de pontoneros para su vigilancia diciendo: “…en el puente sobre el Aconcagua se hace
preciso establecer el servicio de pontoneros encargados de su vigilancia i
proporcionándoles las herramientas i útiles necesarios para los arreglos que en
ellos fuera menester ejecutar”.
En
1932 el alcalde Rafael Pinochet solicitaba al gobernador del departamento de
Quillota, Eduardo Rivera, la ayuda necesaria para el mejoramiento del puente de
madera y el camino que conduce a Boco. A través del Ministerio de Fomento, pudo
obtenerse los recursos necesarios para las obras de reconstrucción del puente.
Corría el año de 1934, cuando esto sucedía. Al abrirse al público, los
vehículos que se movilizaban de un lado a otro contaban con una especie de
pequeñas entradas que hacían las veces de miradores y allí se detenían para dar
paso al que venía en sentido contrario.
Hacia
1953 un fuerte temporal elevó considerablemente las aguas del río Aconcagua y
la fuerza de éstas arrasó con gran parte del antiguo puente. Este hecho de la
naturaleza provocó la instalación de un terraplén que avanzó hacia el río por
parte del personal de ejército y, en consecuencia, disminuir la longitud del
puente de una orilla a otra. Con fecha 19 de julio de 1954, el técnico e
inspector fiscal del departamento de puentes de la dirección de vialidad del
ministerio de obras públicas, Jorge Briceño Ubilla, daba cuenta sobre la
iniciación de los trabajos de construcción de una casita de madera de las
proyectadas por el departamento de puentes, con el objeto de instalar la
inspección fiscal de las obras (P.330-331). Aquello, en consecuencia, era el
aviso oficial en la construcción del nuevo puente sobre el río Aconcagua.
No
cabe duda que la moderna estructura de concreto sería objeto de atracción, sin
embargo, con fecha 6 de junio de
1955 la principal autoridad de la comuna
hacía indicación para activar la construcción del puente de Boco (P. 234). Dicha
indicación dejaba en suspenso la continuidad de los trabajos y que según otra
información, no sería si no hacia el 19 de noviembre de 1956, cuando el regidor
José M. Carrasco proponía el nombre del ex ministro de obras públicas para
reconocer a “quien se ha distinguido por
las obras públicas de progreso con que se ha beneficiado a la colectividad de
la comuna como es la construcción de la población n°2 Quillota, el puente de
Boco, nueva red de alcantarillado, etc”(Montero, 2018 P. 272).
De
este modo se venía a superar la división que el río con su fuerza imponía gracias
al empleo de una materialidad distinta y, por lo tanto, quedaba consolidado el
primero y, con seguridad, el único vínculo preponderante entre la ciudad, el
río y la localidad rural de Boco.
Pablo Montero Valenzuela
Referencias Bibliográficas
ARCHIVO NACIONAL.
Fondo Intendencia de Valparaíso. Vol. 1200. 1907.
Fondo Intendencia
de Valparaíso. Vol. 1234. 1909.
ARCHIVO HISTÓRICO DE QUILLOTA.
Colección Prensa de
Quillota. N°8. Mayo 16 de 1874.
Fondo Municipalidad de Quillota. Acta del 19 de Julio de
1954.
Fondo Municipalidad
de Quillota. Acta 6 de Junio de 1955.
DE BIBAR, Jerónimo. Crónica y relación copiosa y
verdadera del reino de Chile [1558]. Fondo Histórico y Bibliográfico José
Toribio Medina. Santiago de Chile, 1966.
VICUÑA MACKENNA,
Benjamín. Al Galope. Imprenta Gutemberg. Santiago de Chile, 1885.
MATHISON, Gilber.
Santiago y Valparaíso ahora un
siglo. Relato de un viajero inglés
[1822]. En: J.T. Medina. Opúsculos Varios. Tomo III. Imprenta Universitaria.
Santiago de Chile, 1928.
HARRIS BUCHER, Gilberto. “El juicio de residencia del
corregidor y justicia mayor de la
Villa de San Martín de la Concha Joachen
Bárcarcel en 1777” .
En: Revista de Estudios Históricos –Jurídicos. Valparaíso Chile, 2013.
MONTERO VELENZUELA,
Pablo. “Historia Administrativa y Urbana de Quillota 1810-1996” . ATG. Santiago de
Chile, 2018.