Inger Turra y Jenniffer González. “El Delantal
Blanco” versión 2015. Teatro Estrella Solitaria.
Como profesional de las artes escénicas y después
de haber podido conocer la realidad de diferentes regiones del país, ya de
regreso viviendo en mi ciudad natal tuve la inquietud de saber sobre lo que se
había hecho en Quillota en décadas anteriores y reflexionar sobre su presente respecto
al teatro.En
Antofagasta pude conocer el legado de la familia Latus, concretada en el actual
Festival de Teatro Internacional Zicosur, o los temporales Teatrales de Puerto
Montt y el circuito de teatristas de la misma comuna que trabajaban de forma
asociativa para generar público y creaciones locales, La Serena y Coquimbo con el
surgimiento de Teatro Puerto, los festivales Carnavalón de Arica, o FitDanz de
Iquique y, de forma muy cercana, la herencia y trabajo de creación teatral en Valparaíso
desde las antiguas ramificaciones de la Universidad de Valparaíso como sede de la Universidad de Chile,
el teatro callejero encabezado por Juan Edmundo González, Escuela Teatro La Matriz y la actualidad con la UPLA , la UV , DUOC y en particular la
compañía de Teatro La Peste
y el Festival Teatro Contenedor, sin contar al Museo del Títere y el payaso y
muchos más.Todas
iniciativas de diferentes características y circunstancias, con un punto en
común: Creadores con total o parcial formación académica y con una continuidad
de proyectos creados que generan público y ganan espacios en el cotidiano de
sus ciudades.
¿Y Quillota?
Siendo escolar en los noventa, me tocó participar y
ver encuentros de teatro escolar (Gracias padre por llevarme, gracias madre por
instarme a atreverme y gracias María Luz Cortés por todo) pero
sin oportunidades de ver compañías de forma regular. Importante destacar que
era un adolescente común y corriente, es posible que sí hayan existido oportunidades
y simplemente no me haya enterado o, peor, en ese momento simplemente no me
hayan interesado; aun así, haciendo un esfuerzo de memoria, no recuerdo haber
sabido de una obra ni en la plaza de armas o en el antiguo Teatro Municipal Ex
Cine Diego Portales.
Es decir, en Quillota, profesionalmente, no pasaba
nada respecto a teatro.
Ya instalado en Quillota de regreso paulatino desde
la capital cerca del 2003, busqué conocer grupos que realizaran teatro en la
zona y lo que encontré eran jóvenes de intereses similares pero que funcionaban
de manera atomizada y con trabajos que tenían como objetivo hacer una o dos funciones;
es decir, su trabajo moría sin un real impacto en la comunidad a la que
pertenecía.; sus formatos eran convencionales (Función, citar al público,
morir) Los conflictos entre grupos eran variados y un poco pintorescos, no
ayudando a ver que existiera un real “movimiento” teatral en la comuna. Sin
colaboración, sin complicidad, peleando por pequeños rangos de poder que, en verdad,
de poder no tenían nada.
Con el paso del tiempo se fueron sumando
profesionales y espacios de aprendizaje en talleres escolares, estudiantes
universitarios en las carreras que podían tomarse en Valparaíso y con gente que
había pasado por la experiencia del Taller de la Casa de la Cultura. Pero nada
en absoluto aún se asemejaba a poder manifestar que existiera un “Teatro
Quillotano”, un movimiento artístico o referentes que marcaran pauta sobre qué
y cómo hacerlo.
Inquieto por tener información, empecé a indagar y
encontré el nombre de don Rodolfo Godoy, antiguo profesor del taller de teatro
del Colegio Nuestra Señora del huerto y que, además, había tenido
experiencia como director de teatro de diferentes grupos en la comuna, desde la
década del 60 en adelante.
Don Rodolfo tuvo formación en Quillota en un
experimento educacional décadas antes, ejerciendo como monitor de teatro; eso
le permitió trabajar con grupos de adultos profesionales y realizar clases a
diferentes generaciones de alumnos. Formó también un grupo de teatro en la desaparecida
Fábrica Rayón Said y, como muchos artistas de la zona, durante la dictadura
tuvo que conformarse con los escasos espacios de reunión social para llevar
adelante proyectos artísticos. En realidad, la maravillosa experiencia de don
Rodolfo requiere un capítulo aparte, así como también el trabajo llevado
adelante por Marcos Rojo y Toño Suzarte, oasis itinerantes en este desierto
teatral que es Quillota.
Marcos Rojo y Gloria Labarca. Teatro La Feria.
Eso sí, tomando como inicio el trabajo desde los
grupos de don Rodolfo Godoy, pasando por el inicio del Taller de Teatro
Municipal (El famoso Talymel) a cargo del profesor Juan Toro, y considerando el
inicio de grupos paralelos con intereses en hacer teatro a principio del siglo
21, lo que veo en retrospectiva son espacios de formación y prueba en donde
muchas generaciones de niños, jóvenes y adultos pudieron experimentar in situ
el desafío de ser parte de un grupo de teatro, desarrollar un proceso creativo
y presentarse ante un público con interés en conocer su trabajo, en un formato
semi amateur; no un desarrollo de teatro profesional que tuviera como ingredientes
propuestas interesantes y exportables fuera de la comuna, con una disciplina colectiva
que le diera proyección en el tiempo y en la región; menos trabajos que
tuvieran que ver con identidad local (Salvo el caso del “Pa´que no me olvides”).
El caso de los mencionados Marcos Rojo y Toño
Suzarte es muy explícito; profesionales en su oficio, desarrollaron su trabajo
itinerando e incluso radicándose fuera de Quillota, ya que la propia comuna no
daba facilidades para desarrollarse artísticamente. Obvio, sin público ¿Qué
puede hacer un actor? Mismo ejemplo de Rodolfo Bravo, criado en la CORVI , se fue de la comuna
en una iniciativa absolutamente personal siendo muy joven y terminó siendo un
referente en el Teatro de la Universidad Católica , profesor formador, actor de
teatro, cine y televisión, ganando el APES el año 2001, justo antes de morir en
un accidente de tránsito. Otro oasis en el desierto del teatro quillotano.
Podría divagar respecto a lo que es realmente la
formación de público, pero también es tema para otra oportunidad.
Mencionado todo lo anterior, lo que continúa es el
poder conjeturar preguntas que ayuden a darle forma a algo que podría llegar a
ser un “teatro quillotano” o mejor dicho, que “exista teatro en
Quillota”.
¿Es necesario?
Es necesario considerando que Quillota es una
comuna en riesgo de ir perdiendo paulatinamente su identidad de la mano de la
globalización y la llegada del comercio transnacional, además del sistema de
comunicación que propaga manifestaciones culturales que no tienen relación con
las historias locales, propias, familiares, de la gente que vive en la comuna.
Es necesario porque el contar con un espacio que
permita el desarrollo de los artistas locales, potencia el acceso a la
reflexión y el crecimiento de la masa crítica de una comunidad, el goce estético
no es exclusivo de una geografía o grupo social, y se convive como una
instancia de fortalecimiento de nuestro tejido social y la percepción de
nosotros mismos.
Es necesario, porque a la destruida memoria
nacional se está agregando hace tiempo la desaparición de la memoria familiar.
La herencia de mitos e historias locales se ha ido extinguiendo, teniendo niños
y jóvenes que no saben por dónde pasaba antes el tren, o dónde estaba el
Estadio Arredondo, solo por dar ejemplos referentes a la historia de la comuna.
¿Qué hacer para forjar un teatro quillotano?
Dentro
de las barreras que un creador teatral debe enfrentar, está la falta de
espacios y la necesidad de asociarse con otros artistas que tengan mayor o
menor experiencia en artes escénicas.
En este momento, Quillota cuenta con espacios
formales e informales (Teatro Rodolfo Bravo del Centro Cultural, Centro de
Promoción de la Cultura ,
Salón Escuela Artística Roberto Matta, Plaza de Armas de Quillota, Sedes de
Juntas Vecinales…) algunos con público en crecimiento y otros en desafío de
formación sectorial.
Natalia Zúñiga, Ludo Torres y Freddy Van Dort. Teatro Ánima.
En este momento, en Quillota conviven diferentes
actrices y actores con formación completa e incompleta y experiencia valiosa en
montajes profesionales. Artistas que ya han realizado procesos con muy buenos
resultados. Natalia Zúñiga ha trabajado Teatro Lambe Lambe y se ha sumado a
Teatro Ánima con Freddy Van Dort y Ludo Torres en montajes familiares de muy
alto impacto en público de la zona; Carlos Garrot lleva adelante un Taller de
Teatro Adulto que presentó una sólida versión de La Brutas de Juan Radrigán,
Andrea Munizaga, actriz y comediante continuamente está en la zona apoyando la
llegada de espectáculos de Stan Up Comedy a la comuna; Fabián Brito ha
realizado intentos en teatro desde Valparaíso, participando en proyectos audiovisuales
con Sandra Salazar, otra actriz titulada del DUOC de Viña del Mar; Angie
Carrasco, Madelaine Olivares, Alondra Alam. Actrices profesionales egresadas de
las escuelas universitarias de Valparaíso.
Es decir, existen espacios y elencos con formación
profesional como no había antes en Quillota.
Hay una base sólida para que se forjen propuestas y
se concreten puestas en escena que hablen y visibilicen Quillota. Falta la
instancia que los convoque y produzca el inicio de un viaje, sin necesidad de
caer en lugares comunes que “agraden” a los habitantes o a quienes tienen un
rango de poder en la comuna. Quillota ofrece de todo para llevar adelante ese
desafío. Desde hablar de la Beatita Benavides hasta el Loco Alfaro, tomar el
terremoto del 2010 con el asesinato del Juez Silva, la historia del San Luis de
Quillota o la procesión del pelícano, hablar de la Radio Chacabuco o
de Sergio Meier, tocar la reacción de Quillota en una misa multitudinaria a
favor del Rey de España en contra de Napoleón o el Asalto a la Patrulla , el motín contra
Portales o la llegada de Gonzalo Calvo Barrientos, la familia de Carmela
Carvajal, los sicópatas de Viña ajusticiados en la comuna…
¿Se aprovecharán todas estas oportunidades para que
los actuales artistas de Quillota tomen el desafío?
¿Hay interés en hacer historia, comunidad,
mediación, en estos temas?
Ivo Herrera Ávila