Un día como hoy, hace 153 años, compartieron una tertulia en nuestra
ciudad notables personajes reunidos con motivo del aniversario patrio de la República Argentina.
De las palabras del periodista y diplomático argentino, ya referido en
este blog, Santiago Estrada (1835-1891), conocemos algunos pormenores de la
velada acontecida en el domicilio quillotano del Dr. Mariano Eleuterio de
Sarratea Figueroa (1815-1886), jurisconsulto y periodista argentino, que fue
cónsul y ministro plenipotenciario en Chile en 1864 y 1878, nombrado por Bartolomé Mitre y Nicolás Avellaneda, respectivamente.
Ferviente patriota y contrario al gobierno de Rosas en Buenos Aires, vivió una
activa vida comercial, política e intelectual en su exilio en Valparaíso. Según
nos informa la investigación de Manuel Romo Sánchez (1), ingresó a la Logia Masónica “Unión
Fraternal” en 1854. Luego de enviudar,
contrajo segundas nupcias, en 1861, con Esther de Tezanos Pinto Grimwood con quien era propietario
de una residencia en nuestra ciudad y a la que él daba el nombre de “La Gruta ”; tanto este domicilio
como el del Puerto eran centro de reunión de intelectuales argentinos
refugiados en tierras chilenas (2).
Mariano E. de Sarratea, autor: Helsby y Ca. 1865. Biblioteca Digital
“Trapalanda”, República Argentina.
Compartía la mesa, además, el porteño Juan Clark Torres (1840-1907),
quien sorprendería a sus contertulios con la nueva de la concreción del
anhelado proyecto de un telégrafo trasandino (3). Juan junto a su hermano
Mateo, también empresario e ingeniero, eran parte de la acomodada familia,
avecindada en Valparaíso, formada por el irlandés James Clark y la argentina
doña Matea de Torres y Quiroga.
El relato de Estrada, -cuyo retrato y datos biográficos a pie de nota
hemos tomado de “La Ilustración Española
y Americana” (4)-, lo hemos encontrado publicado en la revista bonaerense “Caras
y caretas” del 25 de mayo de 1918; y fue originalmente parte de la recopilación
denominada “Miscelánea”, editada en Barcelona, 1889 (5), con motivo de su
nombramiento como Miembro correspondiente de la Real Academia
Española:
“Corría el año
de 1869,
cuando, por primera vez, salimos
del país
con rumbo al extranjero.
Empleados en la
Legación de
Chile, nos tocó celebrar
el glorioso aniversario
en la ciudad de
Quillota y en casa
de nuestro compatriota Sarratea,
donde él había reunido á Frías,
Ocampo, Beeche, Villanueva.,
Portal, Viera y Ortiz, restos de
la emigración argentina. En la mañana
del mismo día, publicamos en El
Ferrocarril, de Santiago, un artículo que
condensaba el pensamiento íntimo
de todos los que,
entre flores, banderas y músicas, transportados en espíritu á la
patria, vieron brillar en el
cielo batido por el temporal de
la tiranía, el arco iris mensajero de
bonanza.
A los postres del banquete,
interrumpidos por los acordes del
Himno Argentino ejecutado por la
banda militar de Quillota,
enviada por el Gobernador, Clark anunció,
al llegarle el turno de brindar, que ya era una realidad
el proyecto de extender un hilo eléctrico al
través de los Andes. Los cohetes
y las
luces de Bengala
de los fuegos artificiales, preparados en el jardín, coronaron dignamente las palabras
del iniciador de esa hermosa empresa.
Á las once
de la noche recorríamos la Plaza
de Quillota, alumbrada por una
luna pálida y velada de rato en rato, coordinando
las emociones de aquel día, en que nos dimos cuenta de lo que importa para
el viajero y el desterrado, un aniversario nacional pasado en
tierra extraña. No pudimos
dormir en toda
la noche, escuchando con el oído de la memoria el eco solemne de Frías, la
palabra impetuosa. de Sarratea, el concepto afectuoso
de Ocampo, la frase
chispeante de Ortiz,
y el discurso meditado de Villanueva. El alba
nos sorprendió desvelados.
El nuevo día
nos guardaba otras emociones:
íbamos á ver el
mar, después de muchos meses de residencia en
una ciudad mediterránea, y á estrechar
por primera vela mano á parientes desconocidos residentes en Valparaíso.
El murmullo de las
olas del Pacífico, predominando
sobre el
ruido del tren, nos sorprendió en las inmediaciones de ‘Viña del
Mar’. Creímos escuchar los acentos de
las olas
del Atlántico, en cuyas orillas
hemos nacido, y con ellos el
rumor tumultuoso de las ciudades del Plata, en ese
momento á la. mitad de la
tarea diaria, cuando el afán crece, movidos la
inteligencia y el brazo
por la esperanza
de que la tarea rinda más que
en las anteriores veinti cuatro horas.
Con el
corazón dilatado por
el ambiente marino, penetramos
en la
casa de los
deudos que nos aguardaban. Desde
la hospitalidad hasta el pan, todo
nos pareció argentino; y volviendo á
pensar en la fiesta
de Quillota, tornamos á dirigir
el pensamiento á la patria. y al
pasado, recordando los aniversarios nacionales que celebramos en
la infancia, con esa prolijidad de detalles
que algunas veces pone en juego la memoria.
Antes de buscar y encontrar
el reposo de que necesitábamos, apuntamos en la cartera la crónica quillotana, para enviarla á uno de
los principales diarios de Buenos Aires.
De esos borrones
sacamos estas líneas,
que tienen por objeto
consignar, de cualesquier manera, bien ó mal, una
creencia que abrigamos.
¡Decae el
vigor de la
fibra patriótica y se
debilita la originalidad del carácter nacional, cuando los pueblos
contemplan indiferentes el aniversario de su gloriosa independencia!”
Notas
1 “Argentinos en las primeras logias de Valparaíso: 1850-1864” en Revista “Archivo
Masónico” nº 11, Santiago, marzo 2007.
2 Doña Esther era hija de la quillotana Carolina Grimwood Allende y de Manuel José Tezanos Pinto Sánchez de Bustamante, hijo de don Manuel, político argentino de origen español avecindado y fallecido en Quillota en 1836, patriarca de la familia. Por su parte, como hemos señalado en otra nota y en nuestro libro, esta
‘residencia campestre’ de Sarratea, -en la que acontece la velada relatada por
Estrada-, es la que es confundida con la “Casaquinta de Alberdi”, ya que el
tucumano –con residencia en Valparaíso-, era asiduo visitante de “La Gruta ” y fechó las “Cartas
sobre la libertad de la Prensa ”
en Quillota, epistolario que es conocido como “Cartas quillotanas”. Este
equívoco ha desencadenado infructuosas búsquedas del domicilio del notable
argentino en nuestra ciudad por parte, entre otros, del escritor e historiador
Ricardo Rojas, en 1921, y del intelectual Alfredo R. Bufano, en 1939.
3 Este significativo episodio sería recordado nuevamente por Estrada
en un artículo posterior titulado “El Telégrafo Trasandino”, también incluido
en las citadas “Misceláneas”: “En hora
feliz para nosotros, un
caballero chileno, don Juan
Clark, concibió la idea de
atravesar los Andes por medio de
un telégrafo de más de
trescientas leguas de extensión. En un banquete
de argentinos, en
Quillota, el 25 de Mayo de
1869, anunció á los circunstantes su proyecto, que fué considerado
por algunos como un sueño de su fantasía. La casa
de don Mariano de Sarratea
tantas veces entristecida en día
semejante por las
quejas y el canto
de los proscriptos, se
estremeció en esa hora
con los vítores
y aplausos que
arrancó aquella promesa del
progreso y la libertad”.
La colosal tarea emprendida por Clark y Cía., a cargo, en el lado
chileno, del ingeniero Javier Villanueva y García, y que implicó sortear la
cordillera por el paso de El Juncal, a más de 4 mil metros de altura, con materiales
adquiridos en Europa y transportados hacia las cumbres a lomo de mula; unió finalmente
el tramo Valparaíso – Santiago con Buenos Aires el 23 de julio de 1872. Dos
años más tarde, el 13 de noviembre de 1874, se promulgó la ley que concedía a
la empresa "Ferrocarril Trasandino Clark” la concesión para construir un
ferrocarril a Argentina. Para Juan y Mateo, precursores de la idea, su
construcción comenzada casi 20 años después, el 5 de abril de 1889, postergada
por la Guerra
del Pacífico e interrumpida por la Guerra
Civil del 91, significaría el fin de su sociedad y la quiebra
de la empresa.
4 De la edición fechada en
Madrid, 30 de agosto de 1889, hemos resumido este extracto biográfico: “Ha residido en España por espacio de varios
meses, en el presente año, el docto publicista argentino D. Santiago Estrada. No
siguió cursos universitarios, sino que le educaron é instruyeron profesores.
Discípulo aprovechado y amante de las letras, desde muy joven colaboró en los
periódicos escribiendo más de cuatrocientos artículos ilustrativos del derecho
argentino á las zonas australes del continente americano, y otros innumerables
de crítica artística y de teatros. Perteneció al personal del Ministerio del
Interior y luego parte del Cuerpo diplomático. Destinado á la legación en
Chile, prestó á su país muchos servicios en la cuestión de límites, y allí
colaboró en varios diarios y publicó una Memoria y un curioso libro de Viajes,
pasando en seguida á la
República del Perú, donde también fue estimado de los
primeros literatos y hombres públicos.
El Sr. Estrada es miembro
activo de la Sociedad
literaria que fundó en Chile el doctor Lastárrea, y honorario del Club de la Universidad de Lima,
caballero de la Asociación
de la Cruz Roja é
individuo del Club Católico de Buenos Aires. La Real Academia
Española le ha conferido el nombramiento de académico correspondiente en la
capital argentina. Apenas desembarcó en Barcelona, pocos meses hace, el señor
Estrada dio a la prensa ocho volúmenes de discursos, impresiones de viaje,
estudios biográficos y críticos, diálogos científicos y morales, que
representan la cuarta parte de los trabajos literarios de su fecundo autor, y
los cuales aparecerán en breve al examen del público ilustrado, con prólogo de
los distinguidos escritores españoles”.
5 “Miscelánea por Santiago Estrada; precedida de una carta prólogo de
Juan Valera”, Barcelona Imp. de Henrich y Cª, 1889.