Anna Allnut nos remite a
mestizos, flores, frutos, vendedores y a La Campana en su fugaz paso por
Quillota.
La viajera y escritora
inglesa Anna Allnut (1839-1887), casada con el miembro del parlamento Sir
Thomas Brassey, nos transmite una viñeta decimonónica, de paso por la pintoresca
Estación Quillota en su viaje rumbo al Puerto de Valparaíso un sábado 28 de octubre
ciento cuarentaicuatro años atrás.
El episodio forma parte de
su obra de mayor éxito: “A Voyage in the Sunbeam, our Home on the Ocean for
Eleven Months” (Longmans, Green), publicada en 1878. El diario de viaje
describe el periplo emprendido por Anna, su familia en compañía de amistades y una
tripulación de 43 hombres a bordo de la embarcación de su propiedad entre los
años 1876-77.
El éxito editorial llevó a
su traducción en varios idiomas. Es precisamente la versión francesa, realizada
por M. Richard Viot en 1885, bajo el título “Le tour du monde en famille:
voyage de la famille Brassey dans son yacht le “Sunbeam”/raconté par la mère”,
la que encontramos digitalizada por la Bibliothèque Nationale de France,
département Philosophie, histoire, sciences de l’homme, 4-G-274, y de la cual
rescatamos las impresiones de la autora sobre el paisaje, nuestra gente y sus
costumbres:
“Ruego a mis lectores que me perdonen si abuso tanto de las
descripciones de las plantas; me gustaría hacerles entender que Chile es el
verdadero país de las flores; el aire está perfumado con el aroma de las rosas,
que se parecen un poco a nuestra especie antigua, aunque también hay muchas de
ellas, y algunas de color blanco puro o un hermoso rojo oscuro. Forman setos
que bordean los caminos; en otros lugares se elevan entre los árboles de más de
cuarenta pies de altura y dejan caer al suelo largas ramas cargadas de flores,
que se forman como una inmensa pared rosa. Tampoco hay escasez de plantas
silvestres, como lirios blancos y rojos, el pie de ajo, eschcholtzias, la
primavera y otros cuyos nombres se me escapan.
En
Llay Llay, paramos para desayunar en el pequeño restaurante de la estación.
Mientras
esperábamos el tren desde Santiago, tuvimos tiempo de observar a jóvenes
mestizos indianos que vendían frutas, flores, pasteles, etc., y recomendaron
sus productos en una especie de dialecto español. Algunas son muy bonitas. Todas
estaban vestidas con telas brillantes y una apariencia pintoresca: su cabello estaba
limpio y decorado con flores, sus caras limpias y sonrientes.
A
las once y cuarto llegamos a Quillota, donde el tren fue literalmente asaltado
por hombres, mujeres y niños con ramos, dos o tres de los cuales fueron
arrojados a todas las puertas; también vendían canastas de fresas, chirimoyas, nísperos,
melones, naranjas, caña de azúcar, plátanos, espárragos, guisantes y
judías verdes, huevos, pollos e incluso ‘pejereyes’, excelentes peces pequeños
capturados en el arroyo cercano.
Está
claro que los chilenos solían venir aquí para hacer sus compras, porque los
viajeros en el tren pronto absorbieron todos los bienes de los comerciantes,
que se retiraron con sus canastas vacías.
Nunca
he visto un país como este para los huevos y las aves de corral. Parecería que
una gallina no puede tener menos de diez pollos allí; a menudo he contado
diecisiete, veintiuno y hasta veinticuatro alrededor de su madre. Nunca termina
una comida sin que los garzones vengan a preguntarte, no si quieres huevos,
sino cómo los quieres: ¿fritos, hervidos, pochés o en omelette? Si se niega
absolutamente, es una apuesta segura que, sin embargo, se le darán dos huevos
pasados por agua, aconsejándole, si no quiere comerlos, al menos
bátalos juntos y bébalos. Creo que ningún chileno termina
su comida sin absorber un huevo de una forma u otra.
Un
poco después de la estación de Quillota, podemos ver perfectamente la famosa
montaña llamada ‘Campana de Quillota’, debido a su forma particular; se utiliza
para indicar a los barcos la entrada al puerto de Valparaíso.
Hicimos una nueva
parada en Limache, un pequeño pueblo en el centro de un país fértil, a unas
veinticinco millas de Valparaíso, donde todavía nos ofrecían frutas y flores,
así como en Viña del Mar, última estación en la línea”.